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TOQUETEANDO AL TOQUE


VOXPRESS.CL.- Por primera vez desde que se implantara de modo permanente en el otoño de 2020, se está considerando que el toque de queda llegue a su fin. La idea tiene impulsores transversales en el arcoíris político, y sectores médicos con diferente visión sobre la realidad sanitaria del país, se hallan de acuerdo en que sean “otras medidas”, y muy puntuales, las que sustituyan a la restricción horaria nocturna.

El Gobierno está silente y se remite a insistir en que “está vigente hasta el 30 de junio y en su momento se verá”.


Esta limitación para restringir la movilidad personal y vehicular es parte de las facultades presidenciales cuando se decreta un Estado de Excepción. Su origen es variado: en Chile se han conocido por razones políticas -régimen militar y Gobierno de Salvador Allende-, por causa de terremotos, por violencia pública –tras el 18/O- y, en el caso actual, por la emergencia sanitaria provocada por la peste.


Dicha prerrogativa tiene un tope, después del cual su prolongación debe ser con la venia del Congreso Nacional. En el evento de que La Moneda quiera extender el toque de queda por otro período, tiene que obtener el visto bueno del Parlamento.


Siendo por causal sanitaria el primer factor por el cual una nueva etapa de toque de queda se encuentra en suspenso, en rigor, el motivo es claramente por las casi nulas relaciones existentes entre Ejecutivo y Legislativo. A vista de todo el país, es éste el que lleva las riendas frente a un famélico Presidente “siempre abierto a escuchar y a dialogar”…


Desde que el toque se extendiera por última vez, y con el avenimiento del Congreso, ya hubo voces potentes que denunciaron que “el gran soporte que ha tenido el Mandatario para mantenerse en La Moneda es que, por meses, ha gobernado protegido por el Estado de Excepción”.


A partir de la claudicación final del Presidente del 25 de abril, todo apunta a que “no está el horno para bollos” como para solicitarle al Parlamento -como un favor, por cierto- que contribuya a extender dicha restricción.

Por estos días, el factor político es más relevante que el sanitario, ya que la opinión científica y médica es certera en pronosticar que para esa fecha, se habrá concretado la incidencia clave de la vacunación en la población. Los vaticinios no excluyen la posibilidad de que persistan niveles de contagio hasta diciembre, y hay investigadores que advierten que el virus llegó para quedar y que, por lo tanto, la gente tendrá que habituarse a convivir con él.


El presidente subrogante del Colegio Médico (COLMED), Patricio Meza, expresó que los daños mentales han sido muchos y severos y que “la gente requiere de más espacios y tiempos de libertad”. Puede resultar curioso, pero una opinión similar tiene el ex ministro de Salud y blanco preferido de la directiva de dicha Orden, Jaime Mañalich, quien manifestó que “perfectamente se poder vivir sin toque de queda, a cambio de medidas sanitarias que apunten a asuntos precisos de riesgo sanitario”.


El argumento central para implantar y mantener el toque de queda lo sepultó una jurisprudencia de la Corte Suprema que exime de la calidad de delito a cualquiera vulneración de dicha restricción por motivos atribuibles a la salud. Una sentencia al respecto, establece que “quien pone en riesgo la salud del resto de la población” incurre sólo en una falta de índole administrativa que debe ser resuelta exclusivamente por la autoridad sanitaria. De hecho, Carabineros ya fue instruido de ello para que sus detenciones “por infringir el toque de queda” tengan la respectiva diferenciación.


A todos estos tipos de relativizaciones a este límite horario, hay que agregar, de acuerdo al argumento para adelantarlo a las 21 horas, que el impedimento de no circulación nocturna no ha sido, a su vez, impedimento para el incremento de portonazos y encerronas, con una hora peak, según la policía, que llega hasta las 23 horas, ni tampoco ha sido obstáculo para el masivo lanzamiento de fuegos artificiales de parte de las bandas de narcotraficantes hasta en la madrugada y menos ha frenado la ola de robos y crímenes, los que tienen como aliado, precisamente, noches sin testigos y solitarias. Si lo que se pretendió fue evitar la realización de fiestas clandestinas masivas, tampoco se logró.


En lo que sí tuvo un éxito notable este toque de queda tempranero fue en oprimir aún más a las víctimas de los crueles confinamientos, que ni siquiera disponen de un tiempo prudente para la tan tradicional convivencia del anochecer con sus amigos en el pub de la esquina. Tempranito, mucho más de lo habitual, los ciudadanos deben estar de vuelta en la que, por meses, fue y ha sido su peculiar cárcel.

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