SACANDO EL ESTIÉRCOL

VOXPRESS.CL.-Una de las razones por las cuales se ha llegado al extremo de una fractura total en torno al plebiscito constitucional, es el hecho de que se trata de un proyecto pandillero, grupal, que no representa ni interpreta siquiera, a un porcentaje considerable de la población.
Pese a los torcidos y más que sospechosos manejos del propio Presidente y de su Gobierno, de los convencionales extremistas y, muy en especial, del Partido Comunista, la veleta, y con mucha fuerza, sigue indicando que los vientos continúan en favor del Rechazo. Existe el convencimiento generalizado en el oficialismo, de pe a pa, que ni siquiera alineándose los astros el Apruebo saldrá vencedor el 4 de septiembre, y de ahí que se han incrementado las fundadas sospechas de que la izquierda, en su desesperación, lleva semanas orquestando el más grande fraude electoral que se recuerde.
El sentimiento derrotista del boricismo, que, por supuesto, incluye a los ex convencionales, se basa en la, para ellos, inexplicable contradicción entre las cifras del SÍ del plebiscito de entrada, un 80%, y el Apruebo exhibido por todas las encuestas para el plebiscito de salida, algo más de un 30% de apoyo. El desconcierto gubernamental es todavía mayor, al constatar la adhesión al Rechazo de carismáticas personalidades de la izquierda e incluso de ex Presidentes de la República.
El SÍ se impuso al NO en el plebiscito de entrada 80%-20%, esto es, una paliza por donde se le mire. Cifras muy similares se dieron en la elección de los convencionales constitucionales, quedando la eventual Carta Magna entregada a la voluntad del sector más revolucionario, duro, golpista, odioso y discriminatorio de la política. Ésta es, pues, la única explicación para la desazón de la izquierda: sus ‘soldados’ escribieron un proyecto a pinta y gusto de sus ideas, ambiciones e intereses particulares, con lo que desmembraron de raíz cualquier concepto de cuerpo satisfactorio para todo el país.
The Economist –que no es cualquiera opinión en el mundo- calificó de “magno error” este proyecto de Carta Magna.
Desde el primero al último día, los convencionales de izquierda y colectivos extremistas, se dieron a la tarea de excluir, dividir y segregar a los chilenos, materializando un texto que más parece un documento programático de un partido ultra que una propuesta de Constitución Nacional. Qué mejor reflejo de ello es el preámbulo del proyecto, donde se hace referencia a “nosotros”, o sea, a su grupo ideológico, en lugar de representar a “los chilenos” en su conjunto.
Esta discriminación, proclamada a los cuatro vientos por los propios convencionales, fue la que progresiva y agudamente fue perforando la confianza e hiriendo los sentimientos y el alma de los ciudadanos, que se sintieron dejados de lado y, peor todavía, vulnerados en sus derechos fundamentales.
La izquierda, decepcionada y alarmada, y siempre inoculadora de veneno, no vaciló en culpa “a la derecha” de estar detrás del Rechazo, siendo que fue minoría absoluta en la elección por el plebiscito del SÍ y del NO y resultó atomizada en los comicios para elegir a los convencionales. Así y todo, resulta que ahora, por una burda estrategia populista salvadora, le cuenta a la opinión pública que es “la derecha” la que manipula el Rechazo, del cual son adherentes importantes personajes de ese sector, como Mario Waissbluth, ex exiliado y ex ministro de Educación; Óscar Landerretche, presidente de CODELCO en el Gobierno de Bachelet; Felipe Harboe, ex senador del PPD y reciente convencional; el experto electoral ex PPD, Pepe Auth, y Andrés Velasco, ex titular de Hacienda de la ex Presidenta socialista. Junto a ellos, les dieron la espalda al Apruebo los democristianos Andrés Zaldívar, el ex Mandatario Eduardo Frei Ruiz-Tagle, y los senadores Ximena Rincón y Matías Walker. Ricardo Lagos, firmante de la Constitución del 2005, calificó al proyecto como “un documento con errores graves y carente de representar y satisfacer a la población”.
Ninguno de ellos, como una mayoría de la ciudadanía, acepta que Chile sea refundado, como si el pasado no existiera.
Ninguno de los mencionados, absolutamente ninguno, se identifica “de derecha”. Es más, en el marco de la encuesta CEP de hace un mes -la más amplia y acuciosa- se describió que “entre el 35% de quienes Rechazan, un 12% dijo sentirse inclinado a la derecha y un 30%, a la izquierda”. Decidor.
Sólo mediocres como Marcos Barraza, quien manejó la Convención a su amaño, siguiendo las instrucciones de su partido comunista, y el siempre atormentado senador Francisco Huenchumilla, siguen pegados en su majadería de que “la derecha es la dueña del Rechazo”. Eso es más que una ignorancia, es una falacia destinada a confundir y ahuyentar a los indecisos que piensan votar por el Rechazo.
Como la izquierda es experta en engaños, hace suyo, como si nada, el auto engaño, e hipócritamente transforma en una convicción un temor. Esto es lo que le ha ocurrido a las pandillas boricistas y a algunos de la ex Concertación, que tuvieron la ‘genialidad’ de crear el más torpe e hipócrita de todos los slogans con miras al plebiscito de salida: ¡Aprobar para reformar! Si a través de sus camaradas tuvieron la opción de escribir una Constitución de consenso y no arbitraria, ¿por qué ahora ofrecen reformas para arreglarla? Tienen conciencia, como todo Chile, de que el proyecto es malo e impasable, pero por su falta de honradez política y de coraje, buscan un ardid para no quemarse frente al tambaleante poder dominante. Su falsedad es incuestionable, porque, ellos, como todos los políticos, saben que este ‘regalo’ de Constitución viene con candados blindados y sin llaves.
Sacar el estiércol con la mano no es higiénico ni propio de gente medianamente inteligente.