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¿QUIÉN GANÓ LA MADRE DE TODAS LAS BATALLAS?



VOXPRESS.CL.- Debe ser Chile uno de los pocos países en el mundo en que sus grandes triunfos carecen de las celebraciones que sus respectivas trascendencias lo ameritan.

El país no conmemora -como lo hacen los demás- el día de su proclamación de independencia (12 de febrero), ni festeja en grande el recuerdo de las dos grandes batallas que permitieron su liberación del dominio de la corona española.

En cuanto a tiempos más modernos, la izquierda le arrebató a los hombres libres la ‘propiedad’ del 11 de septiembre, día en el que, en 1973, el comunismo fue expulsado del poder, y, en su ‘estilo’, terminó por adueñarse de su ‘celebración’ con su método habitual de la violencia, los saqueos y la destrucción.

Algo parecido a esta mala costumbre de no hacer gala de los triunfos de real importancia nacional, es lo que ha ocurrido con el aplastante –y humillante para la izquierda- triunfo del Rechazo el 4 de septiembre. Fue la victoria de la democracia plena por sobre el totalitarismo comunista, y su magnitud y trascendencia lo explican el masivo fervor popular de esa misma noche y el histórico e inédito hecho de que la opción por un Chile libre se haya impuesto en absolutamente todas las Regiones del país.

En dicha contienda electoral, y por propia definición del Partido Comunista, se libró la batalla de todas las batallas o la madre de todas las batallas. Nunca antes en su vida, el PC tuvo la oportunidad de ser conducido institucionalmente hacia el poder, eternizándose en él. Pero fue derrotado por una aplastante voluntad popular que optó porque Chile continuase siendo una democracia.

En esto no se requieren mayores aclaraciones: el comunista es el partido mayoritario, y dominante, en el Gobierno del ahora pacto Repruebo/Indignidad; es el que dicta las pautas; el que -a través de su vocera- lleva la voz cantante y el que impone designaciones de sus militantes en cargos estratégicas del Gobierno. Su influencia la ejerce, sin mayor visibilidad, en áreas sensibles, como Defensa y Trabajo y, ahora, en la SUBDERE, determinante en las administraciones regionales.

Con un Frente Amplio sin gente capaz y, por ende, muy debilitado, y con urgentes tapa hoyos aportados por la ex Concertación, a Gabriel Boric no le alcanza para emparejar fuerzas con el PC. Ello queda en evidencia cuando el Presidente condena una y otra vez la violencia –pero solamente eso-, y el extremismo le responde con más virulencia, utilizando a sus brazos armados, sea en las calles de ciudades o en la ruralidad de la zona sur.

Contundentemente, la ciudadanía se desahogó el 4 de septiembre, al salir a marcar su rechazo no sólo al desastroso proyecto de una apestosa Convención, sino a decirle “basta” a un Gobierno mentiroso, inepto y que se montó en la propuesta constitucional para que le hiciera el trabajo prometido de refundar Chile.

Esta derrota en la madre de todas las batallas, la izquierda la escondió bajo la alfombra y asumió, casi en el acto, una actitud ganadora y prepotente, poco menos que obligando a ponerse de rodillas a la oposición. Con la celeridad de un rayo, La Moneda y el oficialismo en su conjunto, sacaron de la agenda el tsunami que no dejó seco a nadie de sus filas, y, asumiendo un tono desafiante, imponen términos y plazos para hacer una nueva Constitución, y otra vez a su pinta.

Es desconcertante que los líderes del rechazado Apruebo aparezcan, ahora, como principales protagonistas de los diálogos para inventar, a espaldas de la ciudadanía, una nueva Carta Magna.

La flamante ministra de la SEGPRES fue al Congreso a asegurar que “el Gobierno será sólo un facilitador del proceso, es decir, no nos entrometeremos”: horas después, la vocera comunista anunció las características que debía tener. Para la Vallejo, son “ineludibles” una Convención “elegida democráticamente”, con independientes y escaños reservados para aborígenes. O sea, vuelta a lo mismo y, precisamente, contra lo cual la ciudadanía votó en contra.

Los ex convencionales de izquierda –que están en una feroz guerra de acusaciones mutuas- culparon de su fracaso a “los poblacionales que creen vivir en condominios”, esto es, un nuevo calificativo para los “fachos pobres” de Camila Vallejo el 2017.

El proceso constituyente establecido en la ley 21.200 que reformó la Constitución en diciembre de 2019 para establecer los dos plebiscitos y la Convención, terminó el 4 de septiembre. Nada quedó pendiente ni en parte alguna existe un tipo de continuación automática.

No hay un mandato ciudadano para ello, porque ése expiró con la mayoritaria y contundente reprobación. La única incertidumbre de la ciudadanía sobre la materia, la resolvió el Rechazo con más de 7 millones de votos, al despejar definitivamente la amenaza de una dictadura comunista.

El proceso concluido no fue un volantín con cola, como lo hace aparecer la izquierda para esconder los efectos de su aplastante derrota.

Sólo entre gente de bien, y con mínimas emociones, son esperables los duelos tras una pérdida. Por lo mismo, la pandilla gobernante no se detuvo un minuto para hacerlo y, por el contrario, pasó a una ofensiva que, para variar, logra, una vez más, poner cortapisas en las relaciones de la oposición.

Aunque parezca increíble, es así: el oficialismo copó todos los espacios, y noticiarios, con su pauta de poner contra la pared a la oposición, es decir, los derrotados actúan como vencedores con la finalidad de que la ciudadanía no se entere de la esterilidad de su gestión, no se percate de sus graves conflictos internos y que constituye una gran mentira su condena a la violencia, porque tras la derrota, ésta se ha incrementado con idéntica fuerza de la revuelta de octubre.

El simple hecho de que Boric haya rendido honores y homenajeado “la obra democrática” de Salvador Allende, confirma hacia donde él y los suyos siguen apuntando: la imposición del estatismo totalitario. Por tanto, su hipócrita oferta de diálogo es inconducente.

Si no toda, gran parte de la población se impuso de la particular conmemoración del “once” por parte de la izquierda. Pese a la magnitud de los daños, incendios, barricadas saqueos, balazos y al alto ritmo de ofensiva contra carabineros, apenas llegó a una veintena el número de detenidos.

Fue contra este tipo de acciones que la ciudadanía se pronunció el 4 de septiembre, como igualmente en contra del terrorismo rural en el sur. No obstante ello, la nueva ministra del Interior designó como su jefe de gabinete a un ex convencional que voto para que en el fracasado proyecto constitucional se eliminaran para siempre los estados de excepción. ¡Qué mejor señal de que, hoy como ayer, no existe la menor intención gubernamental de actuar en contra de la violencia!

Las palabras del derrotado Presidente fueron y seguirán siendo huecas e incumplibles, porque no las siente cuando las dice, y porque quien manda en La Moneda es el PC, el gran derrotado.

¿Quién ganó, y abrumadoramente, la madre de todas las batallas? Es una respuesta que está exigiendo, y muy rápido, la misma ciudadanía que, silenciosa y determinantemente, concurrió con su arma del voto a ese triunfo histórico y libertario.


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