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POBREZA PUERTAS ADENTRO


VOXPRESS.CL.- “No califica”. Ésa es la escueta respuesta que recibe quien accede a la plataforma virtual del servicio público al cual recurre para averiguar acaso tiene derecho al bono de ayuda a la clase media. “Debo ser rico” regaña y retoma su cotidiano hábito de hacerse un té con pan cubierto de margarina, “porque es más barata que la mantequilla”.


Según la definición oficial de clase media que hace la OCDE, ella la componen los “ingresos entre el 75% y 200% de la mediana nacional, es decir, en el caso de Chile, entre $ 600 mil y $ 1,5 millones por hogar”. Conceptuado así, sería de clase media una familia de cuatro miembros, cuyos ingresos van entre $ 626 mil y $ 2,5 millones. El más básico de los cálculos de gastos de alquiler, mantención y de educación concluye que con ingresos totales de $ 626 mil, un grupo parental está en la línea de la pobreza y, por lo mismo, no es clase media.


Independiente de ello, el punto de inflexión no es definir la clase media en sí, sino encontrar alguna respuesta a qué parámetros utilizó el Gobierno para conceder o negar el bono de ayuda a dicha capa social, tratándose de una aguda y profunda crisis social originada por el virus.


Se trata de un sector de la población, calculado en un 60% de ella, fuertemente golpeado por los efectos de la epidemia: cese de actividades, cierre de sus fuentes de producción, impedimentos de atenciones profesionales, endeudamientos, no sujeto de créditos, cesantía y cesación de pagos.


Hay quienes, al interior y fuera del Parlamento, parecen disfrutar calificando de “ricas” a ciertas comunas por considerarlas mayoritariamente habitadas por “ricos”, si no millonarios. Tal argumento es fácilmente rebatible por políticamente arbitrario, ya que existen comunas muy populares donde existen guetos de gran riqueza, como Peñalolén y Colina, por citar sólo dos ejemplos, pero por no hallarse en “el exclusivo sector oriente” no se las suma a la odiosa discriminación.


Las Condes ofrece una clínica para sus vecinos que cancelan $ 3 mil por una atención profesional: tiene más pacientes que las tradicionales de la comuna y con un tarifado muy superior. Vitacura, a su vez, vio congestionada su farmacia para residentes y con productos a precio costo, por lo que tuvo que recurrir al delivery, y ello mucho antes de que apareciera la peste.


A la altura del 3 mil de avenida Vitacura, un matrimonio de profesionales, él de 38 y ella de 36, debió entregar el departamento que alquiló durante seis años. “Desde fines del 2019 no encontramos trabajo y vendimos uno de los dos autos, con lo cual sobrevivimos, pero no podemos más”. Junto a sus dos hijos, el 30 de abril, una mudanza los condujo a la casa de la madre de él.


En avenida Manquehue, a cuadras de Apoquindo, en Las Condes, una jubilada profesora de Filosofía vive en un departamento de dos dormitorios. Sus $ 560 mil de pensión se le agotan rápido en el pago de los servicios básicos, en los gastos comunes y en amortizar la deuda con un supermercado. Una hija le provee del almuerzo de lunes a viernes.


Ninguno de estos casos calificó para recibir el bono clase media. Se calcula que 2/3 de ella retornó ya a la vulnerabilidad –adjetivo para maquillar la pobreza-, esto es, 2,5 millones de personas. La actual administración utiliza como base para la definición de clase media la del Instituto Libertad y Desarrollo: “aquellos hogares cuyos ingresos totales se encuentran entre 1,5 y 6 veces la línea de pobreza vigente”. Es decir, los sectores que se encuentran entre los percentiles 20 y 80 de la distribución del consumo, lo que deja a un sector muy amplio en el centro de la distribución, lo que hace muy difícil de especificar.


Dicho en chileno, se trata de un ‘cajón de sastre’ con una proyección de vida similar, pero con una variedad de componentes tan heterogénea que en la práctica llega a ser indefinible, ello aunque ciertos estereotipos hacen diferenciables a este tipo de personas: cuidan y preservan su presentación personal, pero arrastran en silencio sus precariedades económicas.


La antigua definición que los sociólogos hacían de las capas sociales, hoy está obsoleta: la baja era la fuerza, la media, oscilante, era la profesional, y la alta, la del capital y, por ende, la productiva. En la actualidad, los fraccionamientos de clases son determinados por niveles de ingresos, y éstos, como todo el país lo comprueba, no sirven de medición por estos días en que una mayoría significativa de la población ha resultado potentemente y negativamente impactada por los efectos de la peste.


Hoy, millones de familias que se sienten protagonistas, se consideran y asumen ser clase media, viven derechamente en la línea de la pobreza, con una muy explicable excusa de no querer exponerla a la luz pública.

Sufren su silenciosa pobreza puertas adentro, pero, pese a esta realidad, no reciben ayuda alguna por residir en el barrio de toda su vida, un barrio de ricos.

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