PALABRAS QUE MATAN

VOXPRESS.CL.- Si hay individuos que tienen que cuidar con especial celo sus palabras, son los aficionados a prometer, área en el que se hallan los políticos y quienes presumen de tal.
Un caso reciente y muy esclarecedor es lo acontecido con Pedro Castillo, el profesor rural que, con un sombrero de uso cotidiano en su tierra natal, juró como Presidente de la República del Perú: antes de asumir, excepto en lo valórico (?), prometió que arrasaría con el capitalismo y con el patrimonio de los ricos, pero, al hacerlo, juró que no iba a comprometer los intereses de nadie… Tan singular contradicción tendrá, para él, un costo en breve plazo, porque su electorado -prácticamente la mitad del Perú- votó precisamente por él por tratarse de “un izquierdista extremo de verdad”, apoyado por el comunismo internacional.
Un filósofo moderno, alguna vez escribió que cuando la ONU creó la agenda de los derechos humanos, debió incluir en ella el derecho a la contradicción, resumiendo, así, una de las más crecientes debilidades del hombre actual: no ser coherente con sus propias palabras.
Quien por estos días ha dejado en dramática evidencia que vive en carne propia el poder de las contradicciones es Yasna Provoste, la precandidata –supuestamente DC- a la consulta popular de la Unidad Constituyente, que, sin certezas ni garantías, se realizará el 21 de agosto, apenas 48 horas antes del vencimiento del plazo para inscribirse en la primera vuelta presidencial. Su primera gran contradicción fue haber anunciado su “disponibilidad” cuando había descendido su peak de popularidad, y en el consciente colectivo ya había atenuado el impacto que produjo su designación, por parte de toda la oposición, de ser voz oficial para sentarse frente al Jefe de Estado en La Moneda y discutirle, en su cara, la política de mínimos comunes para destrabar al país.
Su segunda gran contradicción tiene que ver con su total indiferencia hacia la ética y la moral: al aceptar su precandidatura, por una simple cuestión de transparencia –a la que tanto apela-, debió congelar su cargo de presidenta del Senado, esto es, ni siquiera renunciar, sino abstenerse de él hasta el día siguiente de la consulta, instancia tras la cual, y conocidos sus resultados, dimitía o continuaba. Sin embargo, mantuvo la dualidad, originando duras críticas de sus dos adversarios -Paula Narváez (PS) y Carlos Maldonado (PR), pese a que había anunciado que dejar o no su cargo en la Cámara Alta “lo analizaré con mis aliados de la oposición”: no lo hizo ni los escuchó.
Si algo ha llamado la atención en la campaña de Provoste es su claro distanciamiento de rostros de su partido, la DC, en una evidente señal de no verse comprometida con una marca política en particular. Ella, con una falta de sinceridad insostenible, apela al “centroizquierdismo” en la vana esperanza de que la ciudadanía le crea su falacia de “centrista”. Con la mayor naturalidad, declaró que “no dependo de la cúpula DC”, en una clara alusión a la presidenta de su partido, Carmen Frei, quien anticipó que “no permitiremos que se destruya lo que tanto ha costado construir en este país”, en referencia a su senadora, quien promete “transformaciones profundas”.
Llega a ser tan incoherente la situación en que se ha colocado, que mientras su colega, y también DC, Jorge Pizarro, proclama “el nerviosismo” de “Chile Vamos porque “Yasna le quitará votos de centro a Sichel”, ella se encarga de demostrar todo lo contrario con sus permanentes y agrias críticas hacia ese sector. Es quien mejor acuñó el instructivo opositor de vincular en todo lo posible al actual Presidente con el candidato, para contagiar a éste con el descrédito de aquél. En una de sus opacas apariciones en lugares públicos donde no hace de local -como en su reducto de Atacama-, fue insultada y le pidieron a gritos que se marchara, todos adherentes confesos de Boric y de Jadue, pero ella atribuyó esa contramanifestación a la derecha.
No tiene la talla física ni intelectual para haberse echado al hombro una precandidatura en condición de favorita, por su alto contenido de resentimiento social, odiosidad y de revanchismo a causa de una destitución como ministra del MINEDUC que le caló hondo. Ella, precisamente por su indisimulado socialismo, es parte del grupo que desde el interior de la DC forzó la salida de un contingente genuinamente "centrista" de históricos de la DC que se sintieron acosados y acorralados por la casi escandalosa corrida del cerco partidista hacia la izquierda, y hacia la más dura.
Hoy, esos “centristas” están con Sichel.
En lo poco que se ha logrado conocer de su breve y poco dinámica campaña, hay dos declaraciones de ella que resultan deplorables para su credibilidad y que reflejan en toda su dimensión su ilimitada capacidad de contradicción. Dijo, sin sonrojarse, que “somos los únicos que garantizamos la paz social”, siendo que ella, personalmente, firmó y empujó el proyecto para indultar a los terroristas urbanos y rurales de La Araucanía, ubicándose, con ello, en la banca de la Vocería del Pueblo, colectivo protagonista directo del 18/O y que días atrás volvió a saquear el barrio Lastarria.
Al parecer no satisfecha con tan tremendo engaño, Provoste emitió una expresión, casi para el bronce, por su inconsecuencia: “la centroizquierda tiene que hacer un esfuerzo por recuperar la confianza de la ciudadanía”. Asombrosa, y muy oportuna, confesión en cuanto a que la centroizquierda -Concertación y Nueva Mayoría- fracasó en su gobernabilidad y que, por lo tanto, hay que ganar el apoyo (perdido) de la gente. Bueno saber, buenísimo, que ella es una de las cartas de una alianza incapaz de conducir al país y que en dos oportunidades tuvo que entregarle el poder a esa centroderecha que ella tanto odia.
Ella, tan celosa y devota de los derechos humanos desde que estudió pedagogía en Educación Física en una de las universidades más duras del país, la de Playa Ancha, debería exigir que en el arbitrario lista de éstos, aparezca el derecho a las contradicciones, su favorito.