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OTRO ENGATUSAMIENTO


VOXPRESS.CL.- Lamentablemente, muy pocos son los que han reparado en la desvergonzada campaña de dos precandidatos de la izquierda (ex) concertacionista, destinada a embaucar a la población a través de sus propuestas políticas. Tratándose de dos personas íntimamente ligados al allendismo y, por ende, al marxismo que marcó los mil días de la Unidad Popular, el discurso de Paula Narváez y de Heraldo Muñoz, en cuanto a que encarnan a un “socialismo democrático”, resulta un burdo engatusamiento.


Narváez es la precandidata presidencial del PS y Heraldo Muñoz lo es del PPD, y ambos fueron ministros muy cercanos de Michelle Bachelet en su segundo período, en el cual, con el decidido apoyo del PC, se utilizaría la retroexcavadora y, según dichos de la ex Mandataria, “completaré la tarea que quedó pendiente del Presidente Allende”, es decir, transformar al país en una dictadura marxista.


Para mayor claridad de sus antecedentes, Narváez fue puesta a dedo por Bachelet como precandidata por el PS y centra su discurso “en la continuación de la obra de profundas transformaciones iniciada por ‘la Presidenta’ Bachelet”.


Ambos, una más que el otro, son socialistas de los que entonan puño arriba la Internacional. Muñoz, profesor de inglés, dedicó parte de su vida a ser funcionario internacional de la ONU, en tanto Narváez, psicóloga, trabajó para dicho organismo al lado de Bachelet en la Secretaría de la Mujer y, ahora, ‘apitutada’ por ella, estaba trabajando desde su casa en Puerto Varas para esa misma área, concentrada en Latinoamérica y el Caribe. Los dos desconocen lo que es un vínculo laboral con la empresa privado.


Narváez y Muñoz han creado un término para explicar lo que necesita “el nuevo Chile”: un socialismo democrático. Eso es falso de falsedad absoluta, y ello debe quedarle muy en claro a la ciudadanía, especialmente a la boquiabierta que ingiere cualquier mosca volando Con una definición que combina dos concepciones antagónicas, lo que están haciendo -como se dice en buen chileno- es “vender una pomada”. En sus discursos suelen alternar esa expresión de socialismo democrático con la de socialdemocracia, definiciones que nada, absolutamente nada, tienen que ver.


Remitiéndonos a denominaciones oficiales, la socialdemocracia es una “versión socialista peculiar” de países altamente desarrollados --¡altamente desarrollados!-- fenómeno propio del norte de Europa, como Finlandia, Suecia, Noruega, Alemania, Austria y Dinamarca.


La socialdemocracia sostiene que la autoridad pública debe intervenir para “establecer el equilibrio y la libertad económica”. El partido socialdemócrata alemán proclamó que “debe haber competencia donde sea posible y planificación donde sea necesaria”, conceptos opuestos a la doctrina profesada por Allende, Bachelet y Narváez, la misma que marcó la vida política de Muñoz.


Sólo ignorantes pueden ‘vender’ a Chile la vivencia de países como Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca, por mencionar a algunos. Para que una réplica fuese posible, se requiere de la cultura, el respeto, la disciplina y el orden, sellos de los que adolecen los chilenos.


Fresco se halla el recuerdo de la delegación que, en el segundo Gobierno de Bachelet, viajó a Finlandia para importar desde allí su sistema educacional. A su regreso, los ‘investigadores’ se percataron de que era imposible implantarlo acá, porque allá son finlandeses y acá, chilenos. Se optó, entonces, por echar mano al socialismo puro, sin apellidos, y el entonces titular del MINEDUC, anunció que “quitaremos los patines a los alumnos del barrio alto para dárselos a los pobres para que, así, éstos anden más rápido”. Ése es el concepto de ‘igualdad’ del izquierdismo criollo: despojar “a los ricos” y nivelar hacia abajo, teoría suscrita públicamente por la diputada comunista Camila Vallejo.


A diferencia de la socialdemocracia, el socialismo, ése en estado natural –URSS, Alemania Oriental, Vietnam, Norcorea, Cuba, etc.- es (textual) ”una doctrina política y económica que propugna la propiedad y la administración de los medios de producción por parte de la clase trabajadora”. Quienes tuvieron alguna experiencia en la Unidad Popular, saben que ese estado se logra mediante las expropiaciones sin indemnización, conocidas como ‘chilenizaciones”. En Venezuela, el dictador Chávez las hizo a granel hasta su muerte.


Es vergonzosa la espontaneidad con que ambos precandidatos de la izquierda “pasan gatos por liebre” y ofrecen un modelo que, bien sabemos, no es el que ellos ni la izquierda en su conjunto, pretenden imponer. Ello se halla plasmado en el texto “El Otro Modelo”, que preparó la Nueva Mayoría, con el PC, Narváez, Muñoz y la DC en su interior, para implementarlo en el segundo Gobierno de Bachelet.


Días atrás, la valerosa Marcela Cubillos –una de las pocas que dice las cosas por su nombre- comentó que “la centroderecha reaccionó pasiva y lenta” tras el Golpe extremista del 18/O. Hoy debe apurar más que nunca el tranco para que la población no se deje confundir ni engatusar.


El socialismo es opresión y esclavitud; la democracia es la plena liberad de los derechos individuales. Es una desvergüenza y un engaño amalgamar ambos conceptos.



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