NO SE MUEVE UNA LÍNEA

VOXPRESS.CL.- No deja de ser vergonzosamente sugerente el que los medios de comunicación, involucrados parcialmente hasta el fondo en esta campaña presidencial, mencionen por sus respectivos nombres a los candidatos del extremismo y de la izquierda, en tanto al hacer alusión a Sichel y Kast, los sintetizan como “la derecha”. Se cuidan mucho de definir a los aspirantes opositores como “la izquierda”, conscientes del acendrado temor que ella origina en cualquier población libre del mundo.
Bolsonaro, el Presidente brasileño, es sacado al primer plano hasta porque se come una pizza, pero a los dictadores socialistas se les resguarda estratégicamente y hay noticieros que ocultan realidades inconvenientes para sus intereses.
Días atrás, el presidente del PC, Guillermo Teillier, afirmó que “del programa de nuestro pacto (sarcásticamente llamado Apruebo/Dignidad) no se moverá una sola línea respecto a lo acordado”, advirtiendo, de paso, que “no aguantaremos que un Gobierno nuestro opere en la medida de lo posible: todo deberá regirse según lo escrito”.
En la misma oportunidad, Teillier comentó la investigación administrativa que la Contraloría le está haciendo al alcalde Daniel Jadue “por el mal uso de dineros públicos”. El exportador de armas para iniciar una Guerra Civil a fines de los 80, declaró que “pongo las manos al fuego por la honestidad de él, porque lo conozco muy bien”, haciéndole el quite a las denuncias de negociados del edil en un festival comunal y por el doble precio que efectuó por luminarias públicas.
En la primaria PC/FA, Daniel Jadue fue derrotado por Gabriel Boric, un pequeñito escalador de árboles, de precarias competencias intelectuales y confeso consumidor de marihuana. Cuando la (ex) Nueva Mayoría no pudo llegar a un acuerdo para llevar sólo un candidato con el extremismo, los viejos macucos ex concertacionistas advirtieron que “los chilenos no votan por los comunistas”, y pese a que todas las siempre discutibles encuestas lo dieron como seguro ganador, Jadue perdió. Por comunista.
Hábil y zorro, el PC, entonces, tomó la decisión de apropiarse del comando y, por ende, dirigir el programa del candidato común, supervigilando que no vaya a correr una sola coma. El propio Jadue, Karol Cariola e Irací Kassler son las cabezas visibles rojas que vigilan y redireccionan a Boric cada vez que intenta no aparecer como una amenaza para la democracia y para las libertades.
Hay que recordar que entre las ‘joyitas’ conservadas del programa de Jadue para la primaria, el mismo que se montó sobre el del Frente Amplio para esta primera vuelta, destacan que las habitaciones sobrantes en una vivienda pasarán a disposición del Estado, que no se permitirá el lanzamiento judicial de quienes acumulan deudas por alquiler, que no habrá educación privada y que, entre muchas otras, se “chilenizarán” las inversiones extranjeras, por lo que las mineras y forestales deben ir poniendo sus barbas en remojo.
Contenidos tan explosivos y totalitarios no son expuestos ante la opinión pública para no acentuar el pánico que siembra el PC en los terrenos que pisa. Se calcula en casi un 30% el número de ciudadanos que todavía “no sabe” por quién votará, lo que casi equivale a vivir en el espacio, porque ser indiferente ante la amenaza de exterminio de Chile, no tiene explicación lógica ni menos, perdón.
A este porcentaje de increíbles indecisos hay que sumar los casi 7 millones que han rehusado votar en los últimos actos eleccionarios, y es a estos cómodos inconmovibles a quienes con más realismo hay que remecerlos para que asuman lo que se les puede venir encima si persisten en su apatía.
Lo escondan, lo disimulen o intencionalmente lo omitan, la izquierda no puede desentenderse con tanta ligereza y cinismo de que la candidatura de Boric es tan comunista como si se tratase de Nikita Kruschev y Leonid Brezhnev. Los dos aliados, el PC y el FA, fueron los únicos que participaron en el grupo que organizó la subversión del 18/O para dar un Golpe político y provocar el derrocamiento de un Presidente democráticamente electo.
Quienes hoy representan a otras y diferentes sensibilidades e intereses de la izquierda, como Provoste y Enríquez, llegado el momento también se unirán a la opción totalitaria, porque más allá de sus aparentes distancias y divergencias, no tienen otro objetivo más que recuperar el poder para reemplazar el modelo neoliberal por “el otro”, y bien sabe el mundo cuál es ese otro.
La de Teillier, de no mover una sola línea del programa, no hay que asumirla como un simple alardeo o una advertencia, sino como una convicción de que lo escrito se deberá cumplir al pie de la letra.
Hay siete millones de chilenos que pueden cambiar la historia y convertir una tragedia en alegría y una pesadilla en un buen sueño. Pero todavía no hay noticias de que existan interesados reales en sacarlos de su abulia.