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NO ES NUEVO GOBIERNO, SINO NUEVO CICLO


VOXPRESS.CL.- Diseñado desde el extranjero por grandes corporaciones de izquierda, incluso con la mano siempre negra de la ONU, la mancomunidad de la izquierda chilena se puso en marcha no exclusivamente para asumir el Gobierno por cuatro años, sino para instalarse en el poder por, al menos, un par de décadas, tiempo considerado suficiente para plasmar, a un ritmo no de locos, las ‘transformaciones profundas’.


De acuerdo a la nueva estrategia de conducirse mediante sus dos grandes brazos, el Ejecutivo y la Convención Constitucional, se descartó de plano la idea revolucionaria primitiva que originó la subversión de octubre de 2019.


Incluso, han resultado los esfuerzos del Grupo de Puebla por mimetizar y homogenizar las imágenes de Nicolás Maduro y Gabriel Boric para presentarlas como el triunfo de una ideología común. Aunque la tienen, los caminos del chavismo y del boricismo dejaron de ser comunes.


La decepción en Caracas es enorme, porque fue allí donde se urdió el gran cambio de modelo planeado para Chile.

Esta variación en el rumbo inicial, impuesto como fijo e inamovible por el PC, socio del pacto Apruebo/Dignidad, debió ser variado, luego de que Gabriel Boric perdiera la primera vuelta ante JAK, circunstancia que nunca se pensó ni se imaginó la dupla aliada.


Con una modificación sustantiva en la composición del comando y con una estrategia territorial digna de ejemplo, se inició el viaje hacia el nuevo ciclo. Lo sustancial fue el cambio de enfoque programático, reemplazando el amago a la propiedad privada y el autoritarismo totalitario por señales de templanza, con un lenguaje más cálido y no confrontacional.


Lo más relevante, sin embargo, radicó en el discurso utilizado durante el masivo despliegue en el puerta a puerta: descargar toda la artillería en contra de JAK y amarrarlo a la herencia dictadura militar, una cicatriz que la izquierda la hace sangrar a cualquier precio.


El asesoramiento externo fue determinante en cuanto a que debía apuntarse a una extensa posesión del poder y no pensando sólo en un período. Ello explica la velocidad con que el Presidente electo y su equipo aceleraron las gestiones para incorporar a la (ex) Concertación –sin la DC, como condición impuesta por el PC-,sumándose a esas alturas a todos los colectivos que propiciaron la candidatura boricista. Se forjó, así, esta mancomunidad de izquierda, jamás antes conocida, que actuará al mismo compás que la Convención Constitucional.


El concepto de urgencia para refundar el país fue sustituido por esta táctica del paso a paso, en la certeza de que los males que sufra el Ejecutivo por no tener mayoría en el Congreso, serán resueltos por la arrolladora mayoría izquierdista en la Convención.


En la asamblea a puertas cerradas del Presidente con sus ministros, algunos subsecretarios y los jefes partidistas en la ex residencia de entrenamiento guerrillero de Salvador Allende en el camino a Farellones -El Cañaveral-, el resultado del debate fue clarísimo: los primeros objetivos del nuevo Gobierno serán la seguridad ciudadana, el terrorismo en La Araucanía y el crecimiento económico. Nadie pensaría que se trata de una administración con origen en el extremismo y en una subversión con intento de derrocamiento del Presidente.


La pérdida en este brusco cambio de procedimiento y de óptica, la tuvo que hacer el PC, no sólo por ser minoritario en ministerios y subsecretarías, sino por la no aplicación automática de su programa, “intocable” a juicio de su presidente Guillermo Teillier. Su disidencia interna quedó rotundamente en evidencia en palabras de la vocera Camila Vallejo, quien, tras el cónclave en El Cañaveral, declaró que “las prioridades serán la reparaciones a las víctimas de los derechos humanos (“presos políticos”), la salud y la educación”, absolutamente nada de la versión oficial del encuentro.


El PC no se desespera por su menoscabo en el Ejecutivo, pero irradia confianza por su peso al interior de la Convención, resultando clave su rol jugado en la designación de la actual presidencia.


Esta mancomunidad de sensibilidades de izquierda, distribuidas entre el Ejecutivo y la Convención, apunta al objetivo central de su llegada al poder, cual es mantenerse en él por un par de décadas. Considera esta nueva generación gobernante que una eventual alternancia del poder sería un fracaso y que los tiempos marcarán los cambios profundos, para el cual La Moneda patrocinará cada una de las ideas transformadoras y maximalistas de la Convención Constitucional.


La gran votación obtenida en la segunda vuelta y el acendrado odio por una Constitución hecha “en dictadura”, refuerzan la convicción de que el plebiscito de salida le será favorable, y, con ello, esta mancomunidad dispondrá del respaldo institucional para funcionar y operar por un largo tiempo, tiempo que le permitirá a este nuevo estereotipo de gobernantes, ir profundizando con lentitud los cambios que le permitan su meta final de la refundación.


Éste es el motivo del porqué el flamante oficialismo evita referirse a mandato o período de Gobierno, porque su plan va mucho más allá para concluir con “un nuevo hombre que pasará por las Alamedas”…


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