MORDAZA AL ANTI-TERRORISMO

VOXPRESS.CL.- No se olvidarán, fácilmente, las mundialmente difundidas censuras a la prensa, ordenadas por el siniestro Vladimir Putin, contra comunicadores moscovitas que tuvieron el coraje y la ética de criticar la invasión rusa a Ucrania. En protesta, un grupo de periodistas decidió no transmitir más por su canal de TV y una conductora fue conducida desde el set a la comisaría y, luego, a un tribunal.
Formalmente, Rusia es una democrática porque su Presidente es electo por votación popular, y de ahí, lo inaudito de esta vistosa cohersión a la prensa. Pero, ¡a no admirarse!: en Chile, la altisonante ministra del Interior, Izkia Siches, anunció la entrada en vigencia de un manual exclusivo para los medios de comunicación para que aprendan a tratar o referirse a los mapuches “como se debe”. Muy suelta de cuerpo en su vestido de alta costura, afirmó que “ustedes (los periodistas) por su importante misión, nos ayudarán mucho en esto”…
En adelante, cuando los medios aludan al pueblo mapuche en su conjunto, tendrán que hacerlo rigiéndose por las instrucciones consignadas en el “Manual de buenas prácticas para la difusión mediática de temas mapuche”, que tiene como fin, dice el texto, ser “una guía práctica” para “contribuir a un ejercicio responsable de las comunicaciones”, a través de ejemplos para un “lenguaje adecuado” cuando se escriben y producen contenidos periodísticos de este tipo.
Pese a lo claro del mensaje escrito, horas después de este anuncio, la vocera Camila Vallejo (PC), quien parece no haber leído el texto, tuvo la frescura de “aclarar” que el instructivo no es para los medios de comunicación, sino “para nosotros”. Casi para la risa, dado el antiguo y conocido nudo entre este Gobierno y los terroristas araucanos.
El manual, en síntesis, es una recopilación de tres publicaciones que apuntan a la “discriminación” (¿?) de que, “históricamente, han sido víctimas los mapuches”: uno, escrito por Stefanie Pacheco Pailahual y Paula Huenchumil para la Fundación Friedrich Ebert Chile; Racismo y discurso en América Latina” de Teun A. van Dijk, y La alteridad en el discurso mediático: los mapuches y la prensa chilena” de Fresia Amolef.
Las tres publicaciones están plagadas de arbitrariedades e intereses ideológicos, llegando, la última de ella, a acusar directamente a El Mercurio de estar al servicio de las empresas forestales.
En el manual se denuncia que “los mapuches son criminalizados, situando a los pueblos indígenas del lado del actor que amenaza, que pone en peligro el orden social”, obviando, por cierto, que ese trato lo reciben, aunque de parte de los escasos medios objetivos, sólo los terroristas y las comunidades dedicadas al crimen organizado por el narcotráfico. Del 1,8 millón de chilenos que se auto definen pertenecientes a esa etnia, los comuneros, miembros o no de ella, protagonistas de la guerrilla extremista no llegan a los mil.
Efectivamente, fue el periodismo, pero el comprometido con la izquierda, el que definió al terrorismo en La Araucanía como “conflicto mapuche”, siendo que nunca la etnia en su conjunto, y menos en su totalidad, ha estado en pie de guerra contra el Estado de Chile.
El manual incluye un listado de “malas prácticas” en el lenguaje referido a las etnias y, pedagógicamente, plantea recomendaciones de “cómo no debe usarse” y “cómo se recomienda hacerlo”…
Fundamentalmente, este ‘rayado de cancha’ al periodismo para que cambie sus referencias al indigenismo, apuntan a los poquísimos medios de comunicación que dicen las cosas por su nombre, pues la mayoría de los profesionales son , sumisos al proyecto extremista. Definen como “desconocidos” a los encapuchados que asesinan, queman y saquean. Ésa es la razón por la cual el Colegio de Periodistas, en manos del PC, no haya ni arriscado la nariz ante esta vulneración a la libertad de prensa.
Esta restricción a la libre opinión anunciada por la ministra del Interior tiene su origen en el descrédito originado al pueblo mapuche por algunas de sus representantes en la Convención Constitucional, que, incluso, han mancillado sagrados emblemas patrios, y darle una protección a los de por sí protegidos comuneros subversivos. Fueron éstos quienes sembraron el sentimiento de rebelión social, llevándola a las armas y a la extrema violencia, rápidamente acogida por las generaciones que hoy están instaladas en el Ejecutivo y en la Convención. Fue el levantamiento indígena incentivado por el socialismo internacional en La Araucanía, el que prendió la chispa para que estallara el clima revolucionario hoy desplegado en el país.
No sólo el cómplice silencio de La Moneda por la emboscada en Temucuicui a la ministra Siches, sino este manual de restricciones a la prensa para referirse a los comuneros en armas y al terrorismo rural, son signos patéticos sobre el piso de dinamita por el que camina la población. Más claro, imposible: no más críticas a quienes, entre otros, hicieron posible la instalación en el Gobierno de hermanos ideológicos. Se restringe, aunque todavía no por ley, la libertad de expresión para que la subversión no pierda su dinámica y su exitosa evolución.