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LAS HOJAS NEGRAS DEL OTOÑO.


Para todos quienes hemos pasado muchos otoños en nuestras vidas, no caben dudas de que éste, el del 2021, tiene características muy especiales que no serán fáciles de olvidar. El devenir político de Chile ha quedado, definitivamente, en juego, tras las elecciones de mediados de mayo y que para la democracia resultaron catastróficas.


Hubo, sin duda, un error generalizado en la óptica con que se observaron dichos comicios, ya que de modo casi unánime se creyó que la desunidad de la izquierda le iba a jugar en su contra, lo que terminó siendo una irrealidad. Hay que destacar que la oposición dura, la extremista, desarrolló un trabajo territorial ejemplar, pero también resultó determinante en su éxito electoral el hecho de que tanto el Frente Amplio – el gran ganador- y el PC hayan tenido un eje común que se vino amasando y engrosando desde el 18/O. Desde un principio fue ampliamente difundido el accionar de estas colectividades, en cuanto al inmediato montaje de que conversatorio y diálogos vecinales para cerrar filas respecto al contenido de la nueva Constitución.


Fueron el frenteamplismo y el comunismo los únicos entes de izquierda dura presentes en la asamblea del Grupo de Puebla que se reunió en Caracas bajo la férula de Nicolás Maduro para acordar y coordinar el Golpe extremista de octubre de 2019. Los otros partidos de la oposición criolla no estuvieron en antecedentes de ese operativo subversivo destinado a sacar de su sillón al Presidente de la República, pero sí se apropiaron del manejo del poder con el tristemente célebre Acuerdo de Paz, que lo montaron y realizaron “a su pinta”, documento del cual se abstuvieron de participar los “golpistas”.


En ese escenario se produjeron dos hechos determinantes para que, finalmente, se diera el desenlace que estamos viviendo y sufriendo: mientras los extremistas se abocaron a un trabajo de hormiga en un silencioso puerta a puerta, el resto de los partidos opositores se dedicó a disfrutar y abusar del dominio del poder que gentilmente, y cobardemente, les cedió el Jefe de Estado.


Los resultados están a la vista y, al igual que la centroderecha, quienes más se lamentan por estos días son precisamente los colectivos dueños del país por décadas, agrupados en la ex Concertación. Si bien el oficialismo tiene hoy la miserable conformidad de contar con una primaria presidencial, los otros, léase el PC, la DC, el PPD, el PR y también el PRO no tienen absolutamente nada. No deja de ser conmovedora e impactante la situación de quienes de siete gobiernos disfrutaron y dominaron a su amaño, en cinco de ellos hoy estén en una postura que le abre una interrogante muy negativa al futuro del país. Estos, sin lugar a dudas, no se hallan de brazos cruzados a la espera de cómo se desarrollarán las primarias de Chile Vamos y del FA y el PC, y esa incertidumbre contribuye a profundizar todavía más la explicable y natural inquietud en torno al futuro de Chile. Por un lado, de la noche a la mañana, surgió una candidata que con el maquillaje decé, es una probada socialista enquistada en dicho partido, y para peor con la venganza a flor de piel, porque no le perdona a la centroderecha haber originado su forzada salida desde el Ministerio de Educación tras una acusación constitucional, por un millonario desfalco, respecto del cual ella se negó a exonerar a su mano derecha.


Ella tiene sed de venganza y está dispuesta a cualquiera entrega de cualquier tipo por hacer sucumbir con la mayor profundidad a la centroderecha.


Así como hubo quienes se equivocaron con la dispersión de sensibilidades del Frente Amplio, también se están enfrentando a la amenaza de creer que la llamada izquierda conservadora no va a votar, en su momento, por algunos de los candidatos extremistas. Un ex ministro de Estado de la ex presidente socialista, acaba de afirmar que no tiene problema alguno, llegado el momento, por votar por el comunista Daniel Jadue. Estamos hablando de un PPD y hay que imaginarse que en esa oposición se encuentran, incluso con más facilidad, los militantes socialistas.


Ha sido este un otoño muy negro porque se han redoblado las amenazas para la institucionalidad y la democracia en Chile. Siempre, por años, hemos afirmado que son demasiados los ejemplos que confirman que llegado el momento, la izquierda, tiene la capacidad de superar hasta las más graves diferencias para unirse, haciendo prevalecer su interés en dominar el poder, sea donde sea.

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