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LA NUEVA TRILOGÍA DEL MAL


VOXPRESS.CL.- Angustia, decepción e incomprensión conforman el triángulo de desesperanza que azota a millones de chilenos, todos fieles a las libertades y a los derechos personales, que observan la indiferencia y apatía de decenas de miles de compatriotas que parecen ni conmoverse con la tragedia que está ad portas de vivir nuestro país.

El mestizaje de este Gobierno -medio extremista y medio inmaduro-, más el mamarracho de Constitución que está elaborando la Convención, redondean un escenario tan deprimente como pesimista, respecto del futuro inmediato de Chile.


A modo de ejemplo, y muy de pasada, invitamos a quienes no entienden la indiferencia de muchos compatriotas que siguen viviendo en su particular burbuja de felicidad, a ver, aunque sea por una vez, dos programas de TV abierta tremendamente populares que se transmiten diariamente al atardecer: ambos son de competencia de “conocimientos” e incluso de simple y básica deducción. Sus participantes representan al sector medio de la población, y la mayoría de sus respuestas espantan por tan abismante nivel de ignorancia y por la no comprensión de cuestiones elementales. Es gente alegre y espontánea que celebra a carcajadas sus equivocaciones y desconocimientos más primitivos.


Ésta es una buena respuesta para entender el por qué hemos llegado a esta desgracia en que está sumido el país: los ‘vivos’, que no son más que estúpidos disciplinadamente adoctrinados, se aprovechan de esta ignorancia generalizada, que ha ido cundiendo como fuego en un bosque, gracias a una educación renga, ideologizada y facilista impuesta y administrada por el comunismo.

La Convención –en un rol previamente planificado- se aboca a su misión de instaurar una Constitución odiosa, “revolucionaria”, apátrida y grotescamente parcial, en tanto el Gobierno, tal como lo prometió en campaña, se la juega sin pudor por favorecer y compensar a los autores del germen de la subversión política: las comunidades mapuches comunistas.

A menos de 15 días de haber asumido, el Gobierno dejó al total desnudo su intención de no tocarles ni un pelo a los activistas de La Araucanía. Les cumplió, a ellos, su promesa de que se levantaría el Estado de Excepción en las provincias más vulnerables por el terrorismo, y no puso en práctica plan alternativo de protección y seguridad ciudadana, porque nunca lo tuvo en su mente, pues el vandalismo indígena es parte integral del Ejecutivo para su objetivo único, el de la victoria final: implantar el socialismo totalitario por la vía institucional, esto es, mediante la Convención.


En el marco de esta meta, a funcionarios y ministros les resbalan sus metidas de pata, hacer el ridículo y el que la población los vea como politiquitos torpes y sin preparación. Lo sustancial es complementar el real trabajo de destrucción institucional que, disciplinadamente, realiza la Convención. Ésta es el titiritero y en La Moneda están los títeres.


Hechos recientes son demoledoramente demostrativos de que La Moneda se abstiene de contener la ofensiva terrorista en La Araucanía, a excepción de sus decorativos y falaces llamados al diálogo. La primera pista de ello la dio la ministra del Interior, quien fue violentamente amedrentada en el corazón del territorio mapuche separatista, tras lo cual no tomó acción legal alguna, siendo ella la jefa de la seguridad interior y conociendo perfectamente la identidad de los autores; luego, al subsecretario de la cartera, con una barricada, le fue impedido el acceso a Cañete y, resignado, anunció que “gastaremos hasta el último peso para comprar tierras y dárselas”. En uno de los artículos de la futura Constitución se lee que “el Estado adquirirá las propiedades de las empresas forestales y gratuitamente se las entregará a las comunidades”. Obviamente a éstas, a las que se hallan en pie de guerra.


Para mayor abundancia, activistas enmascarados de comunidades pehuenches del Alto Bío Bío, pasaron de las “recuperaciones” a las “usurpaciones” y dieron tres semanas a un matrimonio suizo para que evacuaran su propio fundo. Ninguna autoridad de Gobierno denunció tal acción ilegal ante el Ministerio Público.


En medio de tan descarado acto de solidaridad política gubernamental, los terroristas ‘celebraron’ el fin del Estado de Excepción con la quema en hilera de camiones cargados de madera en Malleco y de tres maquinarias y bodegas en Los Sauces y un ataque armado en Peleco. En Contulmo le prendieron fuego a 16 viviendas, dándoles 2 minutos a sus residentes para escapar, ante lo cual La Moneda anunció una querella…¡por incendio!


Para demostrar su “preocupación” por la permisividad de esta escalada de violencia, el Ministerio del Interior ordenó pintar con los colores de Carabineros un carro Mohawk del Ejército y ascendió a comisaría a una subcomisaría cerca de Los Ángeles. La ministra Siches se entrevistó con el Delegado Regional de DD.HH. para Latinoamérica de la ONU para que hiciera una labor de “acompañamiento” (protección) a los comuneros terroristas y éste anunció que se creará una nueva versión de la Comisión Valech, de Reparación y Justicia, pero esta vez para los guerrilleros encarcelados por los tribunales.


En concordancia total con lo obrado por sus agentes al interior de la Convención, en cada una de sus acciones armadas, los comuneros comunistas dejan carteles propagandísticos del Wallmapu, el territorio que exigen para sí, con soberanía y administración autónoma. Esta organización subversiva surgió en 1994 con el respaldo y patrocinio, en persona, de la entonces Secretaria General del PC, Gladys Marín. Por su génesis y objetivos desestabilizadores, este colectivo, dirigido por la CAM, es netamente político y nada tiene que ver con el pueblo mapuche.


La complicidad del Gobierno con esta aspiración es tan escandalosamente evidente, que, en su mezcla de osadía y limitaciones, al defender a los comuneros subversivos, la ministra del Interior se metió en líos con la cancillería argentina, ya que el mapa del comunismo mapuche, confeccionado en 1994, incluye dos Regiones en Chile y tres provincias sureñas del país vecino.

Sería ésta, la primera Constitución en la historia que incluya normas que abarcan a otro país, en este caso a Argentina.

Mientras este mamarracho, como lo definió el abogado y convencional ex PPD Felipe Harboe, avanza rápido y apoyado incondicionalmente por La Moneda, los habitantes de La Araucanía ya se están organizando para ofrecerles en venta sus propiedades al Estado. Tomaron debida nota los habitantes de tan asolada zona de que, a partir de la asunción del Gobierno extremista, sus enemigos son más que antes. No tienen enfrente sólo a los narcoterroristas, sino a la Convención Constitucional y al Gobierno. Tanto es así, que Boric reconoció “estar preocupado” por las encuestas que dan ventaja al Rechazo en el plebiscito de salida y prometió “hacer todas las gestiones necesarias” para respaldar a sus convencionales.

Mientras tanto, en el resto del país continúa la vida como si nada y como si el peligro no acechara. El chileno seguirá sintiéndose seguro y viviendo feliz hasta que no experimente personalmente los efectos del mal, así como el enfermo no se considera tal hasta que no sufre dolores.


A millones de compatriotas todavía les queda algo de combustible para seguir funcionando, aunque aparentemente, con normalidad. Pero les resta poco, muy poco, para que comiencen a sufrir las consecuencias de estar siendo apresados por el totalitarismo y por un siniestro globalismo que lo único que persigue es la desnaturalización de una orgullosa nacionalidad que ha perdurado por siglos.


Mientras los indiferentes -indecisos, les llaman- continúan felices, sumidos en su individualismo y en su ignorancia, la extrema izquierda cada día asciende otro peldaño para llegar al éxtasis revolucionario con su victoria final.

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