LA MORAL DEL DEMONIO

VOXPRESS.CL.- “La consecuencia de tus actos son la evidencia de tus valores” es, quizás, una de las definiciones que mejor calza con el poco feliz desatino de Giorgio Jackson, quien atribuyó a las anteriores generaciones políticas tener una escala moral menor a la que guía a los iluminados que hoy se hallan en el Gobierno.
El bien conservado oportunismo de los macucos de ayer, aún intactos, los llevó a explotar al máximo tan infeliz expresión del ministro de la SEGPRES, llegando, incluso, a vaticinar que el gran bloque izquierdista anhelado por Gabriel Boric para salvar a su Gobierno, quedaba hasta aquí.
La moda oficialista de dar disculpas después de ofender, indujo a Jackson a también ofrecerlas, como lo hace cotidianamente su colega Izkia Siches cada vez que mete las patas o insulta.
A nadie puede sorprender esta hilera de comportamientos de muy mal gusto que hacen nata entre los ministros de Boric. A excepción de unos muy pocos que fueron reclutados para ampliar el arco ideológico, la mayoría de quienes están en el Gobierno pertenecen a lo que se denomina “la nueva generación”, ésa que asume sin rubor que el mundo y el país nacieron con ella. Se trata de un fenómeno que cundió como el fuego en Europa y se propagó con gran velocidad hacia Latinoamérica. Así como en España, a este movimiento refundacional se le conoce como los Indignados, en Chile se les identifica como los rabiosos, que salieron a las calles a incendiarlo y romperlo todo el 18/O.
Habían acumulado rabia, según ellos, durante 30 años, el mismo lapso de duración de 5 Gobiernos de izquierda (concertacionistas) -el último, con el PC incluido- y de 2 de una hipotética centroderecha.
Con su peculiar desprecio por la historia y por los esforzados constructores de una República que llegó a ser líder y ejemplo en Latinoamérica, esta generación se abocó a la tarea de destruirlo todo para partir de cero. Estos rabiosos –y odiosos- capturaron con inusitada facilidad a las demás generaciones igualmente desencantadas, malhumoradas y sin ánimo de estudiar y trabajar, consumándose una casta de “luchadores sociales” que llegaron al poder ya en su segundo intento, todo un record.
Viven y actúan en el deslinde mismo de la convivencia social, y gracias a su osadía de sentirse amos de la única verdad existente, esto es, un poco novedoso modelo de nueva izquierda. No conversan ni se entienden con los demás, porque éstos, simplemente, no les importan: predican la inclusión, pero son excluyentes.
A los millares de comerciantes ilegales se les ofreció el otorgamiento de permisos a cambio del voto para Boric y sus alcaldes afines, y hoy se les persigue con una contundencia impropia de los “defensores del pueblo”.
La hipocresía les resulta natural, porque, por su naturaleza, no la consideran una falla de alma y mente: difunden su aversión a la violencia, pero no la combaten, sino la fomentan. El propio ministro Jackson declaró saber de empresas forestales que “tienen proyectado irse de La Araucanía a raíz de los ataques a sus instalaciones”. Como ello no es efectivo, lo suyo fue una invitación a incrementarlas tomas y saqueos, pues lo real es que varias compañías del rubro trasladaron su dirección legal desde sus sedes centrales en Santiago a las comunas donde operan con la sola finalidad de que las municipalidades respectivas reciban más recursos por concepto del pago de sus impuestos.
Todo en ellos es arrollador, un atropello permanente, saltándose normas, leyes y hasta prohibiciones. No se avergüenzan por sus errores ni se ruborizan por su ignorancia: todo les resbala. El ministro de Economía, Nicolás Grau –primo de la senadora comunista Claudia Pascual- manifestó que “el alza del IPC favorece a las Pymes”…No ha revelado dónde lo estudió.
El extinto tirano y asesino Fidel Castro afirmaba en sus maratónicos discursos que “es una falta de moral oponerse a la revolución”, pero paralelamente, él, con sus propias manos, fusilaba a quienes tenían el valor de oponérsele. Hace poco, resultó “moralmente inaceptable” que jóvenes cubanos pidiesen libertad en las calles de La Habana y 35 de ellos están hoy en prisión pagando entre 2 y 25 años por “inmorales”.
Es, exactamente, lo que está ocurriendo hoy en Chile: a esta generación de gobernantes les resulta una inmoralidad que alguien ose discrepar de sus acciones. Quien lo hace es acusado de “falto de valores”, como ocurrió con la alusión de Jackson a las generaciones antepasadas de políticos.
Lo increíble, e inaceptable, es que dicha apropiación de una muy particular escala de valores no va de la mano con su ejercicio del poder. Así como el 2016, Transparencia Internacional ubicó al Gobierno de Bachelet como el segundo más corrupto de Latinoamérica, la administración de Boric ya es la más inmoral en el poco tiempo que lleva de gestión. El apodo de ‘rey de las volteretas’ es, precisamente, una consecuencia de la falta de palabra del Presidente, quien es un habitué en decir una cosa y hacer otra, y no se inmuta al cambiar de opinión, y hasta de argumentos, de un día para otro. Tiene a medio Chile convencido de que es partidario del diálogo y de los acuerdos, siendo que sólo se entiende, y a diario, sólo con sus aliados más duros que persisten en instalar quirúrgicamente el totalitarismo de izquierda. No se le ha escuchado decir que está arrepentido de su protagónico rol de activista del extremismo en la Facultad de Derecho, en la FECh y como diputado.
El actuar y la meta del Gobierno son demasiado evidentes como para no verlas. La coordinadora del Apruebo, Karol Cariola (PC), se sienta en las restricciones de propaganda política, y, recurriendo a una práctica nazi, marca las viviendas en las que sus habitantes votarán a su favor, advirtiendo -mucho ojo con esto- a “los del Rechazo” que “no se sientan atemorizados”… Un mensaje más claro imposible, conociéndose el sospechoso y alertador ‘silencio’ de los escuadrones de primera línea, recogidos por órdenes superiores para no inquietar (anticipadamente) a la población.
Cuando se hace lo que se quiere, y con total desparpajo -qué mejor ejemplo que el intervencionismo electoral de Boric-, significa, así de simple, que el Gobierno carece de moral. Fue este Presidente, y no un subversivo cualquiera, quien vistió una camiseta con la imagen del asesinado Jaime Guzmán con una bala en su cabeza y él mismo, en plena campaña, reconoció haberle pedido perdón a una mujer que él acoso sexualmente.
También en campaña, no negó haber influido para que el SERVIU le comprase a su padre un terreno en diez veces el valor del avalúo fiscal.
La inconsecuencia es el norte de esta generación, y uno de los casos más patéticos lo constituye Vlado Mirosevic, quien marginó a su partido, el Liberal, desde el Frente Amplio “porque se izqudizó” y meses después se alió al pacto gubernamental y hoy es parte del comando del Apruebo.
El mismísimo Boric “para honrar la transparencia de este nuevo ciclo político”, prometió que no ‘apitutaría’ a nadie y lo primero que hizo fue designar ministra a una ex polola suya por varios años y poner en la clave SEGPRES a Jackson, su compinche de andanzas y fundador con él del frenteamplismo.
En el caso puntual de la “moral distinta” de Giorgio Jackson, es éste el menos indicado para dar ejemplos de valores. Fue sancionado por la Cámara de Diputados por mentir flagrantemente, al presentar como donaciones de parte de su dieta parlamentaria unos jugosos aportes a un rentable fondo de inversiones. Más prudente debió ser, al tanto de que, el 2018, su madre Carmen Gloria Drago fue suspendida de su cargo de directora de Recursos Financieros en la JUNJI por la “compra irregular” de 1.300 cunas. La Asociación de Funcionarios de la entidad celebró que "la mala gestión de esta operadora política haya sido castigada", recordando "el acoso y maltrato laboral que durante años ejerció contra funcionarios a su cargo".
En las manos de este tipo de personajillos está el país, y lo más preocupante y de alto riesgo es que son los que no vacilan ni un segundo en hacer trampas y fraguar fraudes para eternizarse en el poder. Son los nuevos Mesías enviados por el demonio para perpetuarse en el poder y someternos, por su moral, al más aberrante de los dominios totalitarios de que tenga memoria la historia moderna.