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LA DICTADURA MEDIÁTICA


VOXPRESS.CL.- Llegó, al igual que una endemia, para quedarse y se ignora acaso tiene fecha de término. Es un fenómeno que se fue estructurando como un edificio, de a poco, pero con construcción sostenida y sólida, y ello acorde al ritmo de los progresivos cambios en la sociedad, al creciente resentimiento social y, fundamentalmente, al plan de dominio estratégico ideado y recomendado por el influyente dirigente comunista italiano Antonio Gramsci antes de la primera mitad del siglo XX.


Éste, en ese entonces Secretario General del PC italiano, planteó a su partido, en ese entonces uno de los más fuertes de Europa, la imperiosa necesidad de que el comunismo infiltrase y se apoderara de la educación, de la Iglesia Católica y de los medios de comunicación. Antes del Gobierno militar en Chile, la izquierda se introdujo en las tropas y ahora ha llegado hasta la oficialidad.

Debido a su radical disminución y a las estrecheces económicas de los medios escritos, fueron y son la radio y los canales de TV los más claros exponentes de esta penetración de la ideología totalitaria.


Directores, conductores, editores y reporteros actúan sin escrúpulos y dejan en evidencia sus simpatías, y hasta fanatismo, por su adhesión a la izquierda, a veces matizada, pero siempre en contraposición al capitalismo de sus patrones que les dan de comer.


Ésta es una tendencia que, en Chile, se fue agudizando a medida que avanzaban los regímenes de la (ex) Concertación y de la (ex) Nueva Mayoría. Con la instalación del actual Gobierno (2018), el anti-derechismo se transformó en una obsesión cotidiana y superó todos los límites conocidos durante la pasada campaña presidencial, en la cual el favoritismo implícito y explícito hacia la candidatura del extremista Gabriel Boric alcanzó características de escándalo.


Los velocísimos y atropelladores cambios culturales y sociales instalaron en las nuevas generaciones una subjetividad hasta ahora desconocida, ello en el marco de una misión, como el periodismo, sagrada y que debe ser moralmente cuidada para mantenerla siempre apegada a la veracidad. Fundado tres años después de que en 1953 se creara la primera escuela de formación universitaria de profesionales, el Colegio de Periodistas --con un edificio propio y una sala de teatro llamada Camilo Henríquez--, nunca en su historia gremial se había deslegitimado y degradado como ahora. En manos de dirigentes comunistas adhirió oficial y públicamente a la candidatura de Boric.


La impavidez de los agremiados ante esta inmoral mascarada fue prácticamente total, en especial de quienes se desempeñan en el ámbito de la TV, el medio de difusión de mayor resonancia y amplificación por la dimensión de sus audiencias. Es muy cierto el proverbio “el silencio otorga”.


El más grande historiador del periodismo criollo, Raúl Silva Castro, da cuenta que en un país muy pueblerino, con escasa o nula radiofonía e impensable televisión, el periodismo se remitía a periódicos impresos, algunos de muy breve duración, muy combativos y agresivos especialmente en la primera mitad del siglo XX. Pero el mercado ofrecía una garantía: la más total diversidad de pensamientos expuestos en letras a la opinión pública.


La primera gran ideologización del periodismo se produjo a fines del Gobierno de Frei Montalva y se acrecentó con el advenimiento al poder de Salvador Allende. Dada las limitaciones impuestas por el régimen militar, el ejercicio de la profesión “se salió de madre” con el retorno a la democracia y la pérdida de las pocas señales de objetividad terminaron por perderse definitivamente con la asunción del actual Gobierno, tratado sin piedad.


Quienes, por años, han ejercido esta profesión –se supone, exclusivamente universitaria desde 1957- suelen ser consultados por qué los periodistas son todos de izquierda y no tienen empacho en demostrarlo. La respuesta está dada, fundamentalmente, por lo establecido al comienzo de este artículo: obedece a una acuciosa y masiva infiltración del comunismo. Ello se acentuó y se hizo más palpable cuando la actividad pasó a ser un producto de la academia, puesto que a esas alturas, el comunismo ya “trabajaba” adoctrinando en todos los niveles de la educación.


Al respecto, es oportuno traer a colación el juicio de un decano de una de las universidades más grandes y señeras del país. Se le preguntó acerca de las características de los alumnos de su Escuela de Periodismo, y él, crudamente, respondió que la mitad son de izquierda, y la otra, homosexuales. Este pequeño gran detalle lo clarifica y explica todo: ¿quiénes necesitan apoderarse de la opinión pública a través de los medios? ¿Qué áreas requieren dominar para ejercer sus dominios? Está claro, ¿no?


La mayoría de los medios de comunicación, por no decir casi todos, pertenecen a capitales privados y, éstos, casi por norma, son de empresarios muy distantes de modelos de izquierda. Sin embargo, sus profesionales son de esta ideología, originándose una contradicción monstruosa que no es nueva.


Hasta la fecha es muy recordado un episodio producido en pleno régimen militar y con Augusto Pinochet como máxima autoridad. En un medio salvado de la quiebra por el Banco del Estado por instrucción suya, un editor nocturno cambió el apellido del general en un texto, dejándolo como “Pernochet” y, así tal cual, se publicó: no hubo un solo llamado de atención al autor. Ello refleja que los propietarios ponen su foco en la gerencia comercial y de ventas antes que en un correcto rumbo informativo. La veracidad les resulta secundaria al lado de los ingresos por concepto de avisaje.


Es antiguo y muy conocido el dicho que define a las empresas del rubro: la trompa del elefante no sabe lo que sucede en su cola.


Es de tanta magnitud el ‘dejar hacer’ en el mercado de los mass media, que la patronal es indiferente ante el deteriorado nivel de aprendizaje y competencias de sus profesionales, ello porque en sus períodos de formación universitaria se les privilegió el adoctrinamiento ideológico por sobre el académico.


La objetividad, la neutralidad y la imparcialidad son pilares básicos en la génesis del periodismo, pero se han olvidado del todo para dar paso a esta dictadura mediática de la izquierda, sin el menor contrapeso. La impúdica y no disimulada arbitrariedad periodística expuesta en la campaña presidencial, hay que asumirla como definitiva. Llegó para quedarse y, se prevé, todavía subsisten espacios para un ejercicio profesional con igual o mayor compromiso ideológico. Nunca la izquierda ha soltado por su voluntad la presa que coge.


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