LA DEPREDACIÓN COMUNISTA

VOXPRESS.CL.-Las ondas internacionales permitieron dar cuenta de la euforia con la que los medios de comunicación al servicio de la dictadura cubana recibieron “el triunfo del pueblo chileno, al elegir a una comunista para la alcaldía más importante del país”.
Independiente de que “el pueblo en referencia” no llega ni al 50% de todos quienes tienen derecho a voto, no deja de ser explicable, y hasta lógica, la reacción del castrismo por los resultados de las últimas elecciones en el país. Cada vez que una nueva nación se acerca a la órbita socialista ésta se complace porque se le aproximan recursos de todo tipo para paliar en algo las tragedias humanas y sociales en que el totalitarismo izquierdista tiene sumidos a sus esclavizados ciudadanos.
Para el miserable estatismo socialista, no hay que privilegiar el bienestar de los habitantes de un país determinado bajo su dominio: debe prevalecer la solidaridad internacional “entre hermanos”, base piramidal de esta doctrina probadamente cruel y fracasada. La Unión Soviética, la dictadura más sangrienta y larga del marxismo, terminó por derrumbarse porque se le hizo insostenible continuar manteniendo económicamente a sus “hermanos menores”, entre ellos, Cuba. Ya estaba en apuros a comienzos de los 70, cuando Salvador Allende viajó a Moscú en busca de ayuda a su vía chilena al socialismo: se le negó.
Los paraísos socialistas, todos sumidos en la pobreza, a excepción de la ‘capitalista’ China, están permanentemente en alerta para depredar al país que cae en sus garras.
La excepción es, precisamente China, porque sólo su poderío económico le permite seguir sosteniendo a Corea del Norte, una de las naciones -dictaduras, mejor dicho—más pobres del mundo, y que sostiene a su población mediante regímenes extremos alimentarios. No en pocas oportunidades, la cúpula comunista de Beijing les ha reclamado a los miembros de la dinastía Kim que moderen o terminen sus exacerbados gastos en personal y material bélico: “para eso estamos nosotros”, les advierten, “para defenderlos”.
El caso más reciente, y casi patético, es de Venezuela gracias al chavismo: hasta la llegada de Hugo Chávez, dicho país era, si no el más, uno de los más ricos de Latinoamérica. Hoy está en ruinas.
Su economía y sus riquezas fueron devastadas no para traspasarlas “al pueblo”, sino para disfrute de las cúpulas gobernantes y para poder financiar la perenne solidaridad de su Ejército. Sin embargo, el colapso final se materializó cuando su grandioso capital del oro negro, el petróleo, le fue obsequiado a Cuba, porque el “hermano mayor” estaba en la miseria absoluta y en riesgos de quedar a oscuras.
Así como un centenar de convencionales constituyentes, que redactará el futuro de Chile, asisten a clases dictadas por dos universidades para imponerse, al menos, respecto a lo que consiste una Carta Magna, parece de urgencia entregar a la población información básica pero contundente acerca de lo que significa vivir bajo el dominio comunista. Automáticamente, la víctima es, primero, depredada para enriquecimiento de sus caudillos y, luego, sus riquezas son desviadas para auxiliar a los “hermanos mayores” que han logrado sobrevivir en la peor de las condiciones, pero ello gracias al sometimiento de sus respectivas poblaciones.