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¿INDECISOS A ESTAS ALTURAS?


VOXPRESS.CL.- Las encuestas, un poco a ciegas, proyectan que a estas alturas de la campaña presidencial, y apenas a días de elegirse al próximo Presidente, existe un 22% de la población que aún no decide por quién votará el próximo domingo.


Según estudios de Centros internacionales, la volatilidad de los votos ha llegado a un nivel que se ha transformado en el peor enemigo de las empresas consultoras de opinión, y esto, naturalmente, no sólo en Chile, sino en el mundo. Se tiene detectado que no son pocos los que deciden por quien sufragar cuando se hallan al interior de la cámara secreta.


La abstención, que es un fenómeno distinto, es fácil de describir, porque se trata de fracciones de ciudadanos que, rotundamente, se niegan a participar en un acto electoral. Explicaciones para ello, hay muchas y muy variadas. En cambio, el indeciso efectivamente participa, pero no tiene claro por quien marcar su preferencia.


La abstención es censurable por el factor desinterés, el que no afecta a un candidato en particular, sino al contenido ideológico que representa. En el caso específico de Chile, quienes se abstienen de concurrir a las urnas pierden automáticamente su derecho a protestar por las posteriores decisiones de las autoridades políticas, dada su indiferencia ante la finalidad por la cual se convoca a la respectiva elección. Transfiriendo esto a quienes piensan abstenerse el 19, tendrán una responsabilidad enorme en el destino inmediato del país.


La indecisión es un fenómeno aparentemente menos grave, pero igualmente inexplicable e inentendible en una situación límite como la que se presentará el domingo: optar entre libertad y democracia o un totalitarismo socialista. No hay más alternativas. De acuerdo a la definición oficial, la indecisión es “la falta de determinación ante una situación, vivida como conflictiva, que impide tomar una decisión”. Se puede sintetizar como “la dificultad para tomar decisiones”.


El ser humano se enfrenta cotidianamente a la toma de decisiones y no son pocas las dudas y vacilaciones que enfrenta. Sin embargo, este estado se produce frente a hechos que suelen no ser polarizados, y que resultan más bien comunes, y hasta domésticos.


Frente a circunstancias extremas y totalmente contrapuestas, el nivel de indecisión aminora e incluso debería desaparecer, como en el caso de una definición presidencial como la que viene. Cuesta asumirlo, y en rigor resulta increíble, que a estas alturas exista un 22% de ciudadanos con derecho a voto que todavía no saben por quién lo hará.


Habla mal, muy mal, del perfil de estas personas indecisas, que, por lo visto, carecen de la mínima capacidad para distinguir el trigo de la paja. Cualquiera se enfrenta a dudas tan domésticas como realizar un viaje en bus o en tren o inclinarse por algún tipo de especialidad culinaria entre dos restoranes, pero es insólito que surja una indecisión entre un candidato extremista apoyado por el PC y otro que garantiza la institucionalidad, la plenitud de las libertades individuales y la sobrevivencia de la democracia. Es grave, gravísimo, que subsistan compatriotas incapacitados para diferenciar entre el bien y el mal, cuando el futuro del país está en juego.


Quienes han estudiado el fenómeno de la indecisión aseguran que “el factor emocional es muy fuerte”, asumiendo, con ello, que cualquier atractivo personal del candidato puede terminar siendo determinante en la toma de decisiones.

Si llegase a ser así, tiene que consensuarse que la elección del próximo domingo no es sólo entre dos personas, sino, estratégicamente, entre dos modelos de sistemas políticos, dos tipos de convivencia humana y uno con institucionalidad y el otro con totalitarismo. históricamente en contraposición.


En esta segunda vuelta no hay dos o más candidatos de un mismo sector político, disyuntiva que el votante debió abordar en la primera, sino la opción es una sola y rotunda: libertad u opresión.


Quien aún ignora qué significan ambos conceptos, todavía tiene tiempo para averiguarlo o, al menos, para preguntarlo.


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