UN EJÉRCITO JAMÁS VENCIDO

VOXPRESS.CL.- "Quienes no reconocen el sacrificio entregado por miles de compatriotas que han permitido escribir la historia de Chile, difícilmente podrán proyectar al país hacia un futuro”.
Éste es un párrafo muy decidor de la declaración pública de la Comandancia en Jefe del Ejército en rechazo al ultraje de que fue víctima la estatua ecuestre del general Manuel Baquedano, al ser pintado de rojo por brigadas extremistas vestidas de negro.
Sin ser símbolo de ningún pode, sino un ícono de la heroica historia militar del país, el monumento fue erigido en 1928 en reconocimiento del Estado a un republicano que, además de general guerrero, senador y Presidente de la República, fue actor relevante en la definición de los límites territoriales que actualmente tiene Chile. Obviamente por ignorancia, se equivoca quien cree que estropeando su estatua realiza un acto de revancha en contra de una institución que, a solicitud de la población, desplazó del poder a un régimen que llevaba de bruces al país hacia una dictadura comunista.
Desde 1928, la rotonda que separa las comunas de Santiago y Providencia lleva el nombre de Baquedano y es un lugar emblemático de celebraciones de todo tipo. Desde 1973, también en venganza al régimen militar, un sector optó por denominarla plaza Italia, siendo que ésta se restringe a un breve espacio verde, en la zona sureste, frente al Parque Bustamante, donde se halla el Monumento al Genio de la Libertad, donado en 1910 por la comunidad italiana residente.
La declaración pública del Ejército por dicho ultraje, es un “téngase presente” al Gobierno, cuya debilidad y falta de coraje han permitido el desarrollo y auge de la violencia extremista. La “solución” del Ejecutivo al pintarrajeo de la estatua ha sido, y es, la del que no se atreve a enfrentar los hechos con el valor y la entereza que la situación demanda: el Intendente metropolitano, Felipe Guevara, respondió que “la repintaremos con su color origina las veces que sea necesario”…
Como dicha decisión no pondrá fin a los ultrajes, no parece comprensible el planteamiento del Ejército, en cuanto a que si la figura de Baquedano no recibe la protección adecuada, la institución solicitará su traslado a un lugar donde su propia gente le pueda dar protección.
En su declaración, el Ejército pide al Consejo de Monumentos Nacionales "agotar las medidas para que se proporcionen mayores estándares de seguridad al monumento, y en caso que ello no pueda ser garantizado, éste sea trasladado a un lugar público, cercano al Edificio Ejército Bicentenario, para que quede bajo la protección y resguardo del Ejército de Chile".
Hubiera sido deseable una decisión más acorde con el orgulloso lema institucional de “un Ejército victorioso jamás vencido” que no ofreciera “alternativas” en caso de que el Estado, en este caso el Consejo de Monumentos, no sea capaz de garantizar la seguridad de la estatua. En su declaración, aclara que si ello no es posible, solicita su traslado frente al Edificio Ejército Bicentenario, la antigua Escuela Militar, donde su personal puede hacerle guardia.
Luego del primer gran ultraje de que fue víctima en octubre de 2019, la autoridad resolvió acordonar el sector con fuerzas policiales, pero ante las censuras de la izquierda “por impedir la libertad de reunión”, se dejó el emblemático sitio ciudadano a total disposición del vandalismo extremista. Ratificación de ello fue lo ocurrido el reciente 18 de octubre: la plaza, colmada por extremistas, fue observada, y desde muy lejos, por las fuerzas policiales. La falta de valor para protegerla redundó en que el monumento fuese nuevamente pintarrajeado de un color más que sugerente, el rojo, rayado y trepado por barristas del fútbol que pugnaron hasta con cuchillo porque fuera la bandera de su club la primera en ser clavada en la cima de la escultura.
Si el Estado, por miedo, es incapaz de cautelar los monumentos que constituyen una biografía inmóvil de la historia patria, tendrán que ser las instituciones respectivas las que se hagan cargo de hacerlos respetar. Digna de elogios fue la firme determinación de la Comandancia en Jefe de la Armada de cuidar la cripta de los héroes de la Esmeralda en la plaza Sotomayor de Valparaíso: instaló allí guardias armados durante las 24 horas del día.
Aunque, a estas alturas, el Gobierno es un ente paralizado y tembloroso en la toma de decisiones, queda una remota esperanza de que se haga cargo de la demanda del Ejército, y ello ni siquiera tiene un trasfondo militar, sino ciudadano. En el desastroso evento de que el monumento sea retirado de allí y llevado a un lugar donde se le pueda proteger, habrá, necesariamente, que buscarle otro nombre a la plaza, y tanto la izquierda en su conjunto como el extremismo, presionan para que se llame “Dignidad”. De hecho, los violentistas, y otros no tanto, ya la denominan así.
El punto de inflexión es que el modo de actuar y proceder de la ultraizquierda y del narcoterrorismo no ha sido el más digno, porque se ha abierto espacios gracias a las más repudiables y deleznables acciones, y ello gracias a la permisividad de un Gobierno enfermo de pánico.
Un Ejército que, como reza su emblemático lema, “jamás vencido”, no puede permitirse una rendición, ahora, por culpa de la cobardía de sus autoridades que no tienen sus ojos puestos en la ciudadanía, sino en salvar su propio pellejo. El recorrido de las Fuerzas Armadas ha sido largo, duro y grandioso, como para que se doblegue en momentos en que más requiere de su histórico ejemplo un país que vive bajo permanente amenaza de un enemigo claramente identificable.