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SIN PRIMARIAS, LA COHERENCIA NO EXISTE


VOXPRESS.CL.- Definitivamente, Chile es un país de incoherentes: quien anuncia una determinada acción, invariablemente termina haciendo lo contrario. Para graficarlo con un ejemplo muy actual, la franja propagandística del plebiscito, es la mejor evidencia: manejado sus tiempos por los partidos políticos de acuerdo la cantidad de militantes, los que dicen dar expresión a la ciudadanía, la manipulan y buscan alterar su voluntad grotescamente.


Por meses, a la población le están relatando el mito de que “por primera vez en su historia” será directamente “el pueblo” el que haga una Constitución. ¡Falso! La idea la impusieron los políticos el 15 de noviembre, aprovechándose de una de las tantas jornadas de pánico del Presidente; discurrieron un plebiscito a su amaño; montaron la franja y, más tarde, le pedirán los votos a la ciudadanía para que los catapulte a las Asambleas Constituyentes que, con quorum, equilibrios, desequilibrios y transacciones terminen escribiendo el articulado del texto final.


La ciudadanía, como siempre, terminará siendo simple espectadora de los escasos aciertos y de las muchas chambonadas de que son autores quienes hacen las leyes y ahora, eventualmente, redactarán una nueva Constitución, poniendo fin, así, a “la democrática” firmada por Ricardo Lagos Escobar el 2005.


La incoherencia en Chile ha reinado por siempre en el tinglado de quienes toman decisiones, de forma tal que lo que está ocurriendo con las primarias de los partidos no es nuevo, ni extraño ni puede llamar la atención de alguien. Los mismos políticos que, populistamente, dicen hacer todo en beneficio de los ciudadanos, a la hora de defender sus intereses particulares desconocen lo que firmaron con la mano.


La realización de elecciones primarias es una norma articulada aprobada por los propios políticos que, luego, las desechan cuando no les parecen favorables a sus intereses. Siendo optativas, las crearon para –primero- hacer una preselección entre los interesados a un cargo y –segundo- la intención principal es que sea la ciudadanía la que privilegie, con su preferencia, a la persona que quiere y que, presume, la representa mejor.


Son los propios políticos quienes pisotean el sistema, restándole importancia. Debe recordarse el caos que generó el SERVEL –con un Consejo Directivo muy politizado-, cuando en julio de 2017 minimizó la primaria presidencial de la centroderecha, al mezclar mesas, ordenar el funcionamiento de menos locales de votación y no chequear los padrones, al punto que muchos adeptos al sector no pudieron sufragar por aparecer como militantes…, incluso ¡de partidos de la izquierda!


El menos interesado en las primarias es el Frente Amplio, ello en virtud de su solitario éxito con Beatriz Sánchez en la primera vuelta del 2017 y de los impensados 20 diputados que obtuvo en las legislativas del mismo año. Presionado por la urgida unidad opositora, se allanó a considerar las primarias municipales, pero con las condiciones que puso y los ‘palos’ al PS, todo quedó en nada. Si algo ha advertido el frenteamplismo es que ni se acercará a quienes tengan algún registro de corrupción.

El primer acto electoral post plebiscito constitucional será la primaria municipal para dirimir al postulante que, definitivamente, será incluido en la papeleta para los comicios que, a causa de la peste, fueron aplazados hasta abril del 2021.


El caciquismo político suele plantearle problemas a la realización de elecciones primarias. El 2017, la (ex) Nueva Mayoría anuló su primitiva intención de realizar una presidencial, existiendo cuatro interesados en participar: Ricardo Lagos (PPD), José Miguel Insulta y Fernando Atria (PS) y Alejandro Guiller (independiente/PR). El PC, para dejar en la berma al ex Presidente, impuso su voluntad y convenció a Álvaro Elizalde de que la mejor y única alternativa era proclamar a dedo al actual senador por Antofagasta. Las consecuencias de tan crucial error quedaron en evidencia en octubre y diciembre de ese año: Guillier apenas superó a Beatriz Sánchez en primera vuelta y en la segunda fue barrido por el entonces representante de la centroderecha.


La DC, que para el próximo año no correrá sola el camino, como lo hizo la vez anterior, tiene ya dos aspirantes presidenciales confirmados y, ambos, con la confesada intención de ir, primero, a una primaria interna y, luego, a la de la (centro) izquierda si es que la haya, ello ante la renuencia del frenteamplismo de ser parte de esta instancia. Al ya conocido anuncio de la senadora Ximena Rincón de ser la carta, recientemente se le unió el ex alcalde de Maipú y ex ministro de OO.PP., Alberto Undurraga. De momento hay que asumir como realizable una primaria de la (ex) Nueva Mayoría, con alguna de las cartas socialistas -Carlos Montes, ‘el’ hombre de Elizalde, y José Miguel Insulza- y la del PC, que sigue siendo Daniel Jadue. No obstante, el PC puede desvincularse de esa preselección, primero porque la DC y el PPD le exigen explicaciones por su apoyo a Venezuela y, luego, porque palpita que su domicilio es más cercano al frenteamplismo, aún más con el vacío de cartas reales de éste.


La figura emergente del FA, Jorge Sharp, comunicó que no renunciará a la alcaldía de Valparaíso, porque desea seguir allí, al menos, por otro período, y aprovechó de enviar un mensaje con nombre y apellido: “quien tenga aspiraciones presidencialistas no puede presentarse a los comicios para alcaldes”. Al margen de su caso, la desteñida Beatriz Sánchez prometió una respuesta para “después del plebiscito”, pero las bases la consideran capítulo cerrado, de tal modo que, aunque de momento lo incomoda el caso Venezuela, al frenteamplismo no le daría asco de fraguar algún entendimiento por Jadue. Conversaciones, que están en un empate, ya las ha habido.


Así como se está gestando el futuro escenario presidencial, no resulta descartable que para la primera vuelta, la (centro) izquierda lleve dos nombres en la papeleta.


En la centroderecha, en cambio, los ruidos tendieron a acallarse, luego del aplazamiento de las internas en RN, retrasando la irrupción de un caudillo duro y avasallador, como Carlos Larraín, al tiempo que la UDI recuperó algo de tranquilidad con el silencio de Pablo Longueira, de frentón abocado al inicio del juicio en su contra por cohecho. Sin embargo, y simultáneamente, surgió una bulliciosa pugna entre los aliados de Chile Vamos por las candidaturas a la alcaldía de Vitacura, en la cual RN quiere imponer su mejor derecho de mantener a uno de los suyos (Max del Real…) en un cargo detentado por años por la colectividad. La UDI y EVOPOLI anuncian que no renuncian a su derecho de presentar sus propios aspirantes a la alcaldía, por lo que exigen primarias.


Éste es un caso típico de incoherencia política, porque, además de generar grietas internas innecesarias, se echa por la borda el cacareado respeto por el sentir ciudadano. No debe existir otro cargo de mayor nexo entre la gente y la autoridad que el de edil, y por lo mismo es la gente la más apropiada para decidir quién desea que conduzca su comunidad.

Algo muy similar se está viviendo en Las Condes: un grupo de vecinos se reunió frente a la municipalidad para gritarle a su alcalde que ya no los representa y otro le está exigiendo que llame a una consulta vecinal –a las cuales, es tan proclive- para que sea la comunidad la que decida acaso desea áreas verdes o tres torres más de cemento para ‘arriendos protegidos’, una idea copiada al comunista jefe comunal recoletano.


Cada vez que no se respeta el sentir de quienes eligen a las autoridades, no sólo se está abofeteando a la democracia, sino se borra con el codo lo que se escribe con la mano.

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