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RECHAZAR ES UNA CUESTIÓN DE DIGNIDAD


VOXPRESS.CL.- A sólo días del acto electoral menos transparente en la historia electoral del país, hay quienes afirman que “la gente de derecha carece de ánimo para ir a votar”, y ello por un justificable sentimiento de decepción y frustración por un Gobierno que eligió, pero que demasiado pronto le dio vuelta la espalda. Mezcla de desazón e impotencia, parecen invadir al sector sensaciones tan negativas que lo induce a pensar que se le abrirá a la izquierda un camino que puede marcar el fin de la democracia.


El triunfalismo anticipado corre por cuenta de la izquierda y del extremismo, y ello por dos razones elementales: fueron quienes urdieron el plebiscito, hecho a su medida, y entre el Gobierno y el SERVEL, arreglaron su desarrollo, sumando las condiciones para que gane el Apruebo.


Fruto de esta visión es que para la izquierda la participación de los votantes es decisiva, para evitar su último gran bochorno, cuando los extremistas del Frente Amplio se quedaron en casa y no concurrieron a sufragar por Alejandro Guillier en la segunda vuelta presidencial del 17 de diciembre de 2017.


Para el 25 de octubre, la participación ciudadana es más incierta que nunca, incógnita que se basa en el temor de la población al contagio del virus, y no sólo por sus desplazamientos, sino especialmente por el riesgo en los locales de votación. Una de las tantas encuestas hechas sobre el acto eleccionario, la más reciente, concluyó que un 46% de eventuales sufragantes, considera “medianamente peligroso” el concurrir a las urnas.


Dentro de ese universo, se ubican los adultos mayores, y de cualquier nivel social, que casi por tradición siempre se inclinan hacía opciones menos atrevidas y desconocidas y, fundamentalmente en esta oportunidad, reflejan una especial indignación por el incesante clima de violencia extremista en las calles.


El adulto mayor, siempre más reflexivo que las nuevas generaciones, está consciente de que un eventual Apruebo significará aún más violencia para el país, y, por otra parte, hay señales de que no mordió el anzuelo en cuanto a que una Constitución hecha a partir de cero, le mejorará automáticamente sus pensiones, la atención de salud, le bajará los precios de los fármacos y le quitará los dolores del reumatismo.


Despejada la duda del embauque, que muy pocos parecen habérsela tragado, es indispensable que a este amplio sector se le estimule la necesidad de ir a votar, adoptando todas las precauciones, para no dejarle la cancha libre a las disciplinadas y bien instruidas hordas del narcoextremismo que, desde noviembre de 2019, han sido mentalizadas y adoctrinadas para el plebiscito.


Existen dos hechos, relativamente cercanos, respecto del despertar electoral de la derecha que, con mayor razón, deben ponerse en práctica en esta oportunidad: uno, la multitudinaria participación en las primarias internas del sector en julio de 2017 y el otro, la masiva concurrencia a las urnas el 17 de diciembre de ese mismo año, para infligir una aplastante derrota al candidato puesto a dedo por el PC. Ese doble despertar, en cuanto a un gran ánimo de participación, tiene que repetirse, sí o sí, el próximo domingo 25. Si reaccionó con bríos para impedir la continuidad del socialismo en el poder, en esta oportunidad la amenaza es mucho más grave: el Apruebo pone al borde de la cornisa a la democracia y, ojo, para siempre. Sufragar por el Rechazo es defenderla, y es no hipotecar el futuro de una institucionalidad que le ha permitido al país una clara evolución en todos los sentidos.


Como nunca, esta vez el centroderechista –una mezcla de moderados y radicalizados- tiene un deber de dignidad personal para ir a votar: será su silenciosa protesta por la traición de que ha sido víctima.


Sus participaciones en las dos vueltas presidenciales del 2017, apuntaron a la elección de un Gobierno que podría sentirlo propio, que iría a defender un modelo de desarrollo socioeconómico vigente por 45 años, pero que resultó todo lo contrario.

El gran facilitador de un deslegitimado plebiscito que jamás estuvo en la mente de nadie -a no ser de la izquierda- es, precisamente, el mismo personajillo por el cual millones de ciudadanos se jugaron por él, el 2017, para que los representara como corresponde. Hoy, no los representa.


Bastó que su ego se viera amenazado por un Golpe urdido desde Venezuela, para que se rindiera, entregándose mansamente al dominio de la izquierda, la que, desde esa instancia, controla al país con su Parlamentarismo de facto.

Quienes ansían vivir en paz, quienes se sienten cómodos con un sistema socioeconómico y, principalmente, quienes aspiran a conservar todas sus libertades individuales y, fundamentalmente, la propiedad privada, no pueden estar desanimados en la víspera del plebiscito. Tienen que reactivar el ánimo exhibido en 2017, y ahora por razones más poderosas.


Una de ellas es la que más profundamente ha dolido en este amplio sector de la sociedad: la herida provocada a la dignidad de las personas por quien fue, en su oportunidad, elegido por sus votos.


La gente se siente engañada y con una desilusión tan grande, que es ésta, precisamente, la oportunidad para manifestarle públicamente su repudio a quien, para colmo de sus traiciones, terminó transformándose en uno de los paladines del Apruebo, pensando, siempre, en su interés personal.


¡Arriba el ánimo y a contagiarlo a los demás! Votar por Rechazo es hacerlo por una cuestión de dignidad y como desahogo a la rabia tanto tiempo contenida por una traición

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