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NO HAY DELINCUENTE SIN ‘DOMICILIO’ CONOCIDO



VOXPRESS.CL.- “La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve”: Martin Luther King.


Este breve pensamiento de un gran hombre que conoció muy de cerca, y vivió, la violencia desde su vereda y desde la de enfrente, es oportuno recordarlo en momentos en que el país ha vuelto a ser convulsionado y estremecido por la acción desquiciada de turbas que tienen domicilio conocido, pero que, al respecto, resulta correctamente político no hacer alusión a él.


De acuerdo a la reflexión de Luther King, habría que preguntarse acaso la “rebelión de octubre” –como dice una melódica canción especialmente compuesta para la ocasión- solucionó los problemas sociales del país o los empeoró. Más actual aún, la reciente ‘conmemoración’ del intento de derrocamiento presidencial, sólo contribuyó a que quienes creen que así luchan por un Chile mejor, fueran, incluso, más repudiados que hace un año.


Lo indignante de este tipo de delincuencia es el grado de complicidad de quienes la estimulan y organizan en una antigua práctica de sacar las castañas con las manos del gato. Si se repara en el sinnúmero de reacciones por la ferocidad de los ataques en este cumpleaños del ‘octubrazo’, todos por igual se refieren a la violencia, así, sola, sin apellido, y quienes se animan a calificar de “delincuentes” a sus protagonistas, tampoco detallan qué tipo de delincuentes son.

Toda violencia y todo delincuente tienen apellidos, esto es, la motivación que impulsa a actuar así.


La PDI desbarató una banda especialista en ‘portonazos’ que, luego de robar los vehículos, los comercializaba fraudulentamente con facturas falsas, y casi periódicamente son apresadas pandillas de narcotraficantes. En tanto, en Maipú se busca a los autores de asaltos a trabajadores para sustraerles sus bicicletas, reducirlas, y con ese dinero comprar drogas.

Estos tipos de delincuentes tienen ‘apellido’, porque en cada una de sus acciones obtienen un rédito, que es el dinero. Incluso, las policías están permanentemente tras sus pistas para sacarlos de las calles con la esperanza de que la Justicia los condene.


No obstante, no deja de ser singular que a este otro tipo de delincuentes, que violan emblemas de la Patria, queman iglesias y asaltan viviendas sólo para que sus moradores abandonen su lugar de residencia, se les denomina “violentistas” o delincuentes, a secas. Nadie, ni la autoridad, ni las policías, se anima a ponerles el apellido que corresponde: ¡izquierdistas! Casi como si se tratase de una norma, sus fechorías siempre coinciden con “manifestaciones pacíficas” políticas, interesadamente disfrazadas de protestas sociales.


A diferencia del delincuente con apellido, a estas hordas no se las tiene identificadas previamente y después de sus acciones vandálicas, si es que pasan por algún tribunal, vuelven a la plena libertad para repetirlas.

El delincuente que actúa por obtener alguna ganancia es normalmente condenado; el que aniquila y arrasa por motivaciones políticas sólo es amenazado con el inútil e invariable anuncio de una querella “contra quienes resulten responsables”. Esta justicia al voleo es un engaño.


Lo que ocurre en La Araucanía es una clara demostración de ello: los terroristas de comunidades controladas por el extremismo de izquierda, cada vez que asaltan, queman, saquean o asesinan, pasan a llamarse “desconocidos”, pese a la infinidad de pruebas existentes acerca de su procedencia y, más grave todavía, pese a que suelen dejar panfletos propagandísticos en el sitio de sus delitos.


Algunos pocos audaces se envalentonan y los denominan “anti sistémicos”, esto es, que están en contra del sistema institucional que rige al país, pero tal denominación fue prohibida por la izquierda a partir de noviembre de 2019, cuando chantajeó a La Moneda con el plebiscito. Quienes inventaron el proceso y se aglutinaron detrás del Apruebo están en contra del sistema, al igual que los vándalos que organizadamente destruyen símbolos de un modo de vida.


Los templos son quemados por repudio a la posición de la Iglesia en contra del aborto y el comercio es aniquilado por representar al capitalismo. Comisarías, municipalidades y regimientos atacados son emblemas de la institucionalidad, cuyo fin es el primer objetivo de estos grupos.


El delincuente común actúa premunido de armas atemorizantes, pero estos delincuentes ideologizados lo hacen provistos, además, de mascarillas anti gases y de mochilas cargadas con botellas con combustibles, piedras y fierros, protegidos, siempre, por celosos observadores de derechos humanos dirigidos desde la ONU. Por expresa exigencia de la izquierda e inmediata obsecuencia del Gobierno, ahora la policía debe observar “desde lejos” a estas hordas y actuar gradualmente. Mientras tanto, ellas hacen de las suyas con un odio indescriptible.


Horas después de su último festín de violencia en Plaza Baquedano, una atemorizada viuda del vecindario cargaba sus pertenencias en un vehículo prestado para evacuar el lugar.


-Señora ¿por qué se marcha de su casa?- le preguntaron.

-Porque me atacaron a piedrazos e intentaron entrar a incendiarla.

-¿Alguien le dio un motivo del asalto?

-Uno de los muchachones me gritó que era una vieja ricachona y que estaba usurpando un territorio que es de ellos.


Fue uno de los miles de violentistas anónimos organizados y adoctrinados para sacar con sus manos las castañas de la izquierda. Por una cuestión de interés del poder político, son denominados “manifestantes sociales” que delinquen a vista y paciencia de todo Chile y, también, del resto del mundo.

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