LONGUEIRA, DEL VOLCÁN AL HUMO

VOXPRESS.CL.- Cuando la UDI, de la mano de Jaime Guzmán, tomaba vuelo hasta convertirse en el partido más popular del país con una sólida organización de base vecinal, Pablo Longueira Montes (62) emergía como la gran promesa de la colectividad por su intransable apego a la doctrina gremialista. Fue un permanente animador de la coyuntura política y quien, en un almuerzo en las alturas del Cerro Santa Lucía, selló la primera candidatura de Joaquín Lavín a la Presidencia para enfrentar a Ricardo Lagos. En dicha oportunidad, un tercer comensal, debió –así de simple- agachar su cabeza y renunciar a su propia postulación: Sebastián Piñera.
Con un potente poder de convocatoria, convincente y más que un referente, un auténtico gurú para los gremialistas, escaló posiciones rápidamente en el ámbito de la política criolla.
Tres períodos consecutivos fue diputado y, luego, senador. Se constituyó en el militante más joven en llegar a la mesa directiva de la UDI, como su Secretario General, y luego Fue vicepresidente y presidente.
Confrontacional como pocos, encabezó una ‘funa’ al senador Ted Kennedy, quien viajó a Santiago para sumarse a la resistencia en contra de Augusto Pinochet. Protagonizó dos episodios que lo pusieron en un polémico primerísimo plano y lo transformaron en un “elemento de confusión” para la derecha: su pacto con el (ex) Presidente Lagos y una reunión con familiares de detenidos desaparecidos.
Con Lagos Escobar encabezó un acuerdo entre la entonces Alianza opositora y La Moneda para modernizar el Estado y dar una salida política a los casos de corrupción (sobresueldos o MOPGate) que afectaron en ese momento al Gobierno de la Concertación. Más tarde causó una controversia cuando se reunió con familiares de comunistas desaparecidos, a quienes, a nombre de la UDI, les ofreció soluciones a sus exigencias de reparación. Tras el encuentro, suscribió el documento “La Paz Ahora”, que pretendió dar señales de reconciliación nacional.
Tras desempeñar los ministerios de Vivienda y de Economía en el primer Gobierno piñerista, el 29 de abril de 2013, la UDI lo proclamó candidato presidencial en reemplazo de Laurence Golborne. En las primarias de la Alianza, se midió ante Andrés Allamand (RN), a quien venció con un 51,37% de los votos.
Sin embargo, dos semanas después, y a cuatro meses de la elección presidencial, bajó su candidatura debido a un repentino “cuadro de depresión médicamente diagnosticado”, episodio que hasta la fecha es motivo de dudas en algunos sectores. Su lugar lo ocupó Evelyn Matthei, quien sería derrotada por Michelle Bachelet.
En diciembre de 2013 aseguró estar “hastiado de la política” y que regresaría al sector privado. Durante siete años mantuvo su palabra, pero imprevistamente apareció de retorno en la capital, anunciando que postulará a la presidencia de la UDI en diciembre (“no vengo como un Mesías, sino sólo a unir al partido”) y que en el plebiscito votará por el Apruebo, luego de enumerar una serie de contradicciones al respecto.
La UDI, corporativamente, acordó votar por el Rechazo en el plebiscito, de tal modo que casi sólo por deferencia aceptó que interviniera en su Comité Político Ampliado, en el cual no originó ni frío ni calor. Incluso, una figura relevante de la disidencia, Jaime Bellolio –hoy, vocero de Gobierno- aclaró tajantemente que “la única que debe pronunciarse acaso Longueira es inocente o no, es la Justicia”. Ha generado un desconcierto descomunal, al asegurar que votará por el Apruebo y, después, será constituyente, siendo que descalifica el plebiscito como tal y no está de acuerdo en el sistema de elección de los constituyentes…Excepto él, nadie entiende su posición.
Sin embargo, su mal evaluado regreso al primer plano y que genera incredulidad y desconcierto en su sector, está íntimamente vinculado al inicio del juicio en su contra por cohecho en una de las tantas aristas del interminable caso SQM. Longueira –e imaginamos, su abogado- sacaron debida cuenta de que una cosa muy distinta sería enfrentar el proceso judicial en silencio, viajando desde su fundo sureño casi como incógnito, a hacerlo encendiendo un ambiente previo. Atacó sin miramientos al Fiscal Nacional, Jorge Abbott, anunciando que “en el tribunal denunciaré todas sus maniobras para perseguirme” y acusó de comunista a la ministra del CDE, María Inés Horvitz, lo que obligó al Consejo, como cuerpo, a salir a defenderla y desmentir sus imputaciones. La Fiscalía pide para él 818 días de reclusión en su grado menor y cinco años y un día de impedimento para ocupar cargos públicos. “No ha habido nadie más honesto que yo en la política chilena” proclamó, al referirse al juicio de preparación fijado para el 5 de octubre.
El que ha vuelto al primer plano es el ciudadano Longueira, quien portando una importante carga de rabia, tendrá que sentarse en el banco de los acusados, y no el político que fundó la UDI y que recorría las poblaciones más pobres, codo a codo con Jaime Guzmán. Ese que fuera un volcán en permanente ebullición es ahora una difusa estela de humo tóxico.