CARABINEROS EN RETIRADA

VOXPRESS.CL.- Las siguientes son la segunda y cuarta estrofas del himno de Carabineros de Chile:
Si el mal acecha la paz del nido, de la inocencia se cobijó, vamos sin miedo tras el bandido; somos del débil el protector.
Otros la vida gocen en calma, disfruten ellos dicha y solaz; nosotros vamos tras de la palma que el sacrificio nos brindará.
Estos poéticos estribillos escritos en 1928 por el escritor rancagüino Arturo Arancibia, dan cuenta del símbolo con que, en su momento, se concibió al Cuerpo de Carabineros de Chile. Visto desde el escenario actual en que se desenvuelve la policía uniformada, ese rol protector tan delicadamente presentado (“niña, duerme tranquila” dice en otra de sus estrofas), es hoy pura fantasía. Con un poco más de audacia podría afirmarse que aquel escrito salido del alma de un compositor, no es más que una mentira. Y no por culpa de Carabineros.
Por décadas, esta institución fue la más confiable para la ciudadanía y, también por ese lapso, encabezó el ranking de las entidades públicas más respetadas y queridas del país. Por muchos años, Carabineros fue sinónimo de autoridad y de respeto.
Una reciente información oficial revela que es creciente la baja de adhesión de la ciudadanía hacia dicha institución y que es notorio el deterioro en la postulación a la Escuela de Suboficiales. Fue un mazazo comprobar que para este 2020, los interesados en ingresar a Carabineros disminuyeron en ¡un 71%!, una cifra inédita.
El escalafón permanente de suboficiales de Carabineros se nutre de los sectores más populares y diversos de la población, un gran número impulsado por su vocación, y otro incentivado por acceder a un mejor bienestar socioeconómico, en medio de una sociedad que no proporciona grandes oportunidades a todos.
La institución otorga ciertas garantías de bienestar que a un civil le cuesta encontrar en cualquiera otra actividad, y, amén de ello, al momento de egresar de la Escuela de Suboficiales, el uniforme adquiere un estatus de autoridad. Un funcionario recién egresado puede cursar una infracción a un senador de la República.
Aunque aún los posee, esos elementos tentadores para un sector amplio de la población han dejado, progresivamente, en ser atractivos, al extremo de estar generándose un alarmante déficit de personal, y ello en perfecta asimetría con las necesidades de la institución y de los requerimientos urgente de una población cada vez más amenazada y, de hecho, desvalida.
No hay que cavar muy profundo para toparse con las causas sociales y políticas que exponen a Carabineros a horas tan cruciales. La primera de ellas es el encantamiento de los jóvenes de sectores populares con las atractivas ofertas del dinero fácil, y la otra es –al revés- el desencantamiento con el maltrato que las propias autoridades encargadas de protegerlos, les dan a los funcionarios.
Al referirse a la escasez de postulantes al cuadro permanente, con apenas un 29% de interesados, el subsecretario del Interior, Juan Francisco Galli, manifestó que “se debe al Estallido Social”, ello sin entrar en detalles ni explicaciones. Tiene razón el funcionario de Gobierno, menos en su mala definición de “Estallido Social”, porque lo que hubo, y debe recordarlo bien, fue un intento de Golpe político extremista destinado a hacer saltar de su cargo al Presidente de la República. Con posterioridad al 18/O, el personal institucional fue sometido a una carga laboral descomunal, llegando, en oportunidades, a trabajar 24 horas sin pausas para tratar de amortiguar los dañinos efectos del vandalismo terrorista urbano. Pero, más grave y decidor, nunca reconocido por autoridad alguna, el personal quedó sin amparo ni protección, no sólo ante el ataque de las hordas subversivas, sino frente a la andanada de denuncias de todo tipo en su contra, e indefenso ante el persistente embate de organizaciones de derechos humanos.
Muchos, agobiados, abandonaron las filas y otros perdieron el afecto a su oficio, al no sentirse respaldados, sino, muy por el contrario, menoscabados. Este Gobierno en particular es responsable de la desilusión de muchos jóvenes que alguna vez soñaron con ser policías, porque en lugar de robustecer a la institución para que combata con más fuerza e inteligencia a los delincuentes ideológicos y comunes, apuesta por “modernizarla”, tapizándola de protocolos y enviando a sus funcionarios a clases de ética y de derechos humanos. Semanas atrás, ante un pedido de auxilio por parte de una patrulla emboscada por guerrilleros rurales cerca de Arauco, un vocero de Fuerzas Especiales respondió que “no podemos concurrir a ayudarlos por instrucciones superiores”. A buen entendedor, pocas palabras.
Los vecinos de poblaciones permeables al delito se quejan de la falta de personal policial de vigilancia, y este escenario, que empeorará por el déficit de interesados, se debe a que las jefaturas están muy sensibles en cuanto al envío de tropa a la ocurrencia de delitos, porque de haber enfrentamiento, los funcionarios corre el inminente riesgo de ser demandados por “uso indebido de la fuerza” y, con ello, quedar a merced de los siempre listos abogados de derechos humanos. Carabineros no puede –y ésa es la cruda realidad- andar explicándole a la población atemorizada por la delincuencia, que la Justicia, siempre, parte de la base que los malhechores son inocentes. Con motivo de ‘celebrar’, en el entorno de la Plaza Baquedano, los 50 años de la elección democrática de un Presidente socialista, violentistas se enfrentaron a carabineros, resultando 33 de ellos detenidos por uso de bombas Molotov en contra del personal policial y de sus equipos: ninguno de estos activistas extremistas quedó en prisión preventiva.
Sin el respaldo de la autoridad directa –La Moneda-, por la impunidad de la delincuencia política, por la persecución de las organizaciones de derechos humanos y por la complicidad de la Justicia con los protagonistas de la maldad, hasta un niño entendería por qué cada vez son menos los interesados en ser carabineros.