ESPÍRITU DE OCTUBRE

VOXPRESS.CL.- Gracias a su recalcitrante doctrina de que en la izquierda sólo importa el fin, o sea, la toma del poder, dos viejos enemigos se transformaron en nuevos amigos para hacer un postrero llamado a la unidad del sector y, así, “entre todos reconstruir el país desde abajo”.
En plena campaña presidencial, en un debate televisado, el entonces abanderado PR con apoyo PC, Alejandro Guillier, atacó al candidato del PRO, Marco Enríquez, reprochándole que era “un mantenido de su esposa”; ésta, que se hallaba entre el público, lo gritoneó desde la platea, en tanto su marido, iracundo, lo obligaba a ofrecerle disculpas a su mujer.
Ahora, uno es desteñido senador independiente y el otro, comentarista de TV y eventual carta presidencial por cuarta vez, “al igual que Allende”.
Ambos se juntaron para dar vida a una carta/manifiesto en que, en lo medular, evocan el Golpe extremista del 18/O como una “oportunidad perdida” para recuperar el poder para la izquierda, aduciendo que la decisión mayoritaria del sector de firmar el Acuerdo de Paz del 15 de noviembre del 2019 “sólo consiguió que se salvara al Gobierno” y que no se escuchara a una gran masa ciudadana que expresó sus deseos en las calles. Decidora, la declaración de esta dupla dispareja, se llama “Octubre manda el camino”. La crítica más potente a los aylwinistas que terminaron firmando acuerdos “en la medida de lo posible”, desemboca en la postura del propio Enríquez en aquel momento, y que fue compartida por el PC y el frenteamplismo: “en el acto se debió convocar a elecciones generales del Ejecutivo y del Legislativo”. Sin aludirlo, el líder del PRO denuncia que muchos priorizaron el cuidado de sus pequeñas cuotas de poder en el Congreso, firmando el Acuerdo de Paz del 15 de noviembre.
Ambos redactores hacen un llamado al “espíritu de octubre”, destinado al derrocamiento presidencial, para aglutinar a las fuerzas de izquierda con miras a las elecciones de abril y se lamentan de que, por egoísmos, “se perdió la gran oportunidad de redistribuir el poder en el país a través de los Gobernadores Regionales”, en alusión a que la dispersión de candidatos constituyentes hace imposible dicha opción de poder.
Dicen en su carta que “pese a que tuvimos la oportunidad histórica de hacer que el ‘espíritu de octubre’ se tradujera en una mayoría sólida y contundente, lamentablemente no lo logramos. El cálculo electoral, la mirada corta y la disputa por defender parcelas de poder, nos limitó aquello, permitiendo que una derecha minoritaria que se opone a los cambios…, logre, con menos votos, bloquear la voluntad de cambio que millones manifestaron en las calles”.
El objetivo de los subversivos del 18/O, como Enríquez en su condición de miembro del Grupo de Puebla, era forzar la renuncia del Presidente, dándole un tinte legal a su destitución, para llamar, enseguida, a nuevas elecciones.
Son odiosos en su alusión a la derecha, al ignorar intencionalmente el rol presidencial, ya que al ser ‘vendida’ por el Mandatario, éste, por su cuenta, le entregó gran parte de su exclusivo poder a la oposición, y fue ésta la que se fraccionó, al irse en busca de un eventual alero común el PC y el FA.
La derecha no hizo más que mirar cómo un atemorizado y obsecuente Jefe de Estado se rendía ante el adversario.
Ignoran, intencionalmente, que la izquierda legislativa optó por el Acuerdo de Paz a cambio de una nueva Constitución y, así, aunque por un camino más largo, sustituir el modelo neoliberal por uno estatista totalitario. A juicio de Enríquez y Guillier, ello sólo “terminó salvando al Gobierno –lo que es cierto- y al Poder Legislativo”. Le atribuyen a la derecha un poder que ni en pequeña dosis pudo ejercer, porque su propio Presidente se lo impidió. La carta dice que como “conocemos a la derecha y a sus acompañantes en esta gobernabilidad en la ‘medida de lo posible’, fue que planteamos en su momento, otra opción de salida a la crisis: adelantar elecciones generales de Congreso y Presidente de la República. Sin embargo, la mayoría de nuestros partidos prefirieron impulsar otro acuerdo, el mal llamado por la ‘Paz y la Nueva Constitución’, cuyos términos fueron definidos en el acomodado barrio de San Damián –lo que no es efectivo- y que resultó estar lejos, muy lejos, de lo que millones demandaban en las calles de Chile y sobre el cual hasta ahora no se ha avanzado nada”.
Este Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, según el dúo, le dio “un segundo aire a la cultura minoritaria de la derecha y a sus partidos, para una ofensiva legislativa contra la movilización social, que criminalizó con nuevas leyes la protesta ciudadana”. Pasan por alto que de dichas normas legales, pocas lograron avanzar, otras quedaron cojas, la mayoría las rechazó la oposición y las que lograron sobrevivir no se respetan, generando el actual clima favorable a los vándalos.
La carta de este par de ‘golpistas’ del 18/O, se lamenta de que “nos perdimos la oportunidad de haber sacado a Piñera”, increíblemente, el mismo que sigue brindándoles a sus adversarios gestos de simpatía, haciéndoles llamados a diálogos y expresándoles su gratitud por no haberlo hecho saltar de su sillón en La Moneda.