EL VIEJO CHILE DE SIEMPRE

VOXPRESS.CL.- Junto a los añosos Coliseo y la Basílica de San Pedro, la Fontana di Trevi forma la trilogía de los sitios más visitados por los turistas que llegan a Roma. Se hizo célebre en el mundo por ser una de las localizaciones de un filme protagonizado por la sueca Anita Ekberg y el galán italiano Marcelo Mastroiani.
La gente extranjera que suele reunirse en torno a la emblemática pileta, con escalinatas/asientos a sus costados, lanza monedas al agua, ubicándose de espalda a ella, junto con solicitar que se le cumplan uno o varios deseos.
El proceso constituyente, que a partir de ahora, inicia su período de marcha con la asamblea de los convencionales electos, es una verdadera fuente de los deseos. La heterogénea cantidad de candidatos a convencionales, inspirados en el fastidioso verso del “Nuevo Chile”, la convirtió, mucho antes de constituirse, en receptáculo de ofertones populistas y de caprichos personales.
La asamblea de convencionales, una vez que inicie sus reuniones, tendrá que llegar a consensos mínimos, y está irremediablemente fijado que los artículos deben ser aprobados por el 2/3 de los asambleístas.
Por la diversidad de ofertas transformadoras, podría dar la impresión de que, de la noche a la mañana, como por arte de magia, un día el país amanecerá siendo otro, totalmente distinto, casi tropical, con un mar sin olas y lleno de palmeras.
Nos imaginamos que algunos -aunque sean sólo eso, algunos- han tomado debida cuenta de que, de aquí a dos años, cuando se cree entrará en vigencia la nueva Constitución, la sociedad chilena será la misma que la actual, con las virtudes y defectos de hoy y con idénticas necesidades y temores respecto a los cuales siempre ha presentado preocupación.
Cualquiera que se tome el tiempo de revisar encuestas de anhelos de la ciudadanía de hace quince y diez años, se encontrará con el mismo paquete de inquietudes que la acosan por estos días, aunque, claro, con ciertos matices. Consultas de opinión realizadas después del Golpe extremista del 18/O, con un país casi incendiado por todos sus costados, no difieren sustancialmente de las que se han realizado en las últimas semanas.
Muchos de los ahora electos convencionales creen, erróneamente desde luego, que la población está ávida de las “transformaciones profundas” predicadas por sus revolucionarias ideologías, pero ello no es así. El habitante común y corriente, lo menos que espera es que le sustituyan sus libertades personales por el sometimiento socialista, el plan maestro del PC, el PS y el frenteamplismo.
La más reciente investigación de caracterización ciudadana, al margen de la CEP, la realizó, como es tradicional, el Centro EP y la encuestadora IPSOS, y la gran novedad del sondeo fue la disminución de quienes están a favor de la violencia política. Aunque aún persisten los ‘cabezas calientes’ que consideran que ninguna protesta tiene éxito si no es acompañada por disturbios, por ser los que concentran las miradas de todos, queda en evidencia que cada vez son menos quienes piensan así.
La misma investigación, realizada en las principales urbes del territorio, consultó a los ciudadanos respecto a cuáles considera sus grandes preocupaciones para los próximos diez años: por amplia mayoría, y casi de modo unánime, las menciones fueron comunes sobre problemas cotidianos de vieja data.
En este puñado de inquietudes de la población, no aparecen las propuestas revolucionarias -algunas estrambóticas- que abundaron en la latosa y falsaria Franja Electoral.
De aquí a diez años, las preocupaciones de los chilenos son: 1.- Seguridad Ciudadana; 2.- Atenciones en la salud pública; 3.- Falta de empleos; 4.- Bajos montos de pensiones, y 5.- El narcotráfico y la corrupción política. Esto es, las mismas inquietudes de hace una década, y todas tocan directamente a la gente en su diario vivir.
Sin embargo, en esta similitud de respuestas de los encuestados, no aparece como prioridad algún tópico relacionado con la educación, ni menos una referencia al tan añejo y cacareado discurso de “una enseñanza igualitaria, gratuita y de calidad para todos”, una de las proclamas de campañas políticas más antiguas y repetidas.
Siendo la educación la piedra piramidal del presente y futuro del país, pareciera un crimen que no aparezca entre los principales objetivos de la gente, pero ello tiene una explicación: los efectos de la epidemia. Si, al margen del sanitario, hubo un sector terriblemente dañado e irremediablemente perjudicado, fue el de la enseñanza. Por su omisión, da la sensación de una resignación generalizada respecto a que sus coletazos carecen de mejoría y serán todavía más profundos en un futuro cercano.
De todas las inquietudes mencionadas como prioritarias para la próxima década, todas tienen visos de solución en la medida en que la autoridad ejerza ésta sin complejos y que las políticas públicas, de una vez, apunten a lo central de la vida de las personas. Sin embargo, y esto es catastrófico, así como por años se ha practicado la enseñanza y dada la descomposición humana y profesional de parte del profesorado, no se avizora la posibilidad del menor arreglo.
En esta fuente de los deseos en que se convirtió la campaña ‘histórica’ de los convencionales constituyentes, los que ya están elegidos tendrán que abocarse a interpretar los sentimientos de los ciudadanos y no imponer a fuerza de votaciones entre cuatro paredes, sus antojadizas y arbitrarias posiciones ideológicas. Es cuestión de hojear las encuestas de ayer y de hoy para comprobar que los temores y las esperanzas de la gente continúan siendo las mismas, y ello sin ninguna revolución de por medio.