DEL MURO AL MALECÓN

VOXPRESS.CL.- El 9 de noviembre de 1989, los residentes de Berlín Occidental, sin disparar un tiro y a punta de en forma espontánea empezaron a derribar el Muro del oprobio que dividía a ambas Alemania, la democrática y la comunista. Había colapsado la Unión Soviética, y, con ello, llegaba a su punto final la siempre tensa Guerra Fría.
Dicho Muro dividió por casi tres décadas la capital alemana. Fue levantado el 13 de agosto de 1961 por la dictadura comunista de Helmüth Honecker para, según él, “defender” a sus residentes “del capitalismo de la Alemania Federal”. El primer berlinés que intentó escapar, traspasando la valla, fue acribillado a balazos, dando origen a un mundialmente conocido tema musical que lo inmortalizó el español Nino Bravo, “Libre”.
El malecón de La Habana se encuentra en la capital de Cuba. Comprende una amplia costanera y un larguísimo muro que se extiende sobre todo el borde mar norte de la hoy agonizante urbe. Fue construido el 20 de mayo de 1902.
Ambos murallones simbolizan el concepto de libertad del ser humano y revelan la opresión a que someten a sus ciudadanos los regímenes comunistas. Saltar el Muro de Berlín significaba retornar a una auténtica democracia y el malecón era lo último que veían los habaneros que, en cualquiera embarcación, dejaban su tierra natal en busca de la dignidad.
Entre la opresión de la Alemania comunista de Honecker, que, cual rata, escapó a Chile donde se le dio cálido refugio, y lo que está aconteciendo por estos días en Cuba hay muchas similitudes, y el eje común es el fracaso de las dictaduras marxistas, las que, invariablemente, terminan abrumadas por no poder mantener, ni siquiera alimentar, a sus ciudadanos.
La tristemente famosa Cortina de Hierro, agrupación a la fuerza de países de Europa del Este capturadas y oprimidas por la Unión Soviética, se derrumbó estrepitosamente cuando su plataforma de sustento, Moscú, no pudo seguir manteniendo ni social ni económicamente a sus esclavizados dependientes.
Por estos días, la población cubana, en segunda y tercera generación, respecto a quienes creyeron en la promesa salvadora de Fidel Castro en los 60, no soportó más tanta hambruna, falta de vivienda, ausencia de combustibles y de insumos higiénicos y médicos para combatir el covid 19, y valerosamente salió a las calles, pidiendo, a gritos, algo tan básico como es la libertad.
Muertos, apresados y detenidos de desconocido paradero fueron las consecuencias de una rebelión popular felizmente conocida por el resto del mundo, gracias a internet. Pero, a las pocas horas, el Estado comunista cortó el servicio.
El Estado cubano quedó sin reservas ni producción de ningún tipo, sin recaudación de dólares por la caída el turismo a causa de la pandemia y sin las ayudas de una Venezuela que, por su propia miseria, debió cortarle el envío gratuito de petróleo. La isla caribeña experimenta el mismo fenómeno de socialismos anteriores, cuando los “hermanos mayores” se quedaron con los bolsillos vacíos para sostener a los menores.
Es absolutamente cierto lo que ofrece el comunismo, igualdad, porque todos, sin distingos, terminan igualmente pobres y hambrientos. Prueba terrible de ello es Corea del Norte: su criminal caudillo Kim Jung-Un, llorando le habló a sus compatriotas, pidiéndoles perdón porque los está matando de hambre y llevándolos a la tumba por falta de tratamiento para combatir el covid 19. Su “hermano mayor”, la China capitalista/comunista, le restringió al mínimo su ayuda financiera.
El mundo libre, hasta ahora incluyendo a Chile, quiere que Cuba, como la ex Alemania comunista, sea definitivamente libre, pero hay países latinoamericanos, como México, Nicaragua. Argentina y Venezuela, que solidarizan con sus autoridades y no con su pueblo ansioso de ver la luz y dejar de vivir en las tinieblas. La misma Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, quien hace años salió corriendo desde una reunión en La Habana para abrazar a Fidel Castro, se vio en la obligación de exigir “la inmediata liberación” de los manifestantes habaneros detenidos.
Sin embargo, los comunistas criollos, a punta de agresiones, intentaron acallar a los inmigrantes cubanos que ante su embajada en Santiago, solidarizaron con sus compatriotas esclavizados en la isla. Aunque se trata de despreciables individuos que viven burgués y cómodamente en una democracia, no creen en ella.