DE VICTIMARIOS A VÍCTIMAS

VOXPRESS.CL.- Aunque las nuevas generaciones no son aficionadas a los proverbios, porque, a su juicio, corresponden a una antigüedad que debe ser desplazada y olvidada, es oportuno recordarle a estos ‘hippies progre’ --como burlescamente los definió Aucán Huilcamán-- que “no hay peor astilla que la del mismo palo” o que es una muy mala idea “escupir al cielo”.
Han sido conmovedores y casi dramáticos los llamados que, con mucha frecuencia, están haciendo los futuros gobernantes para mantener el orden público. Gabriel Boric llegó a decir en uno de sus discursos que “la política en su conjunto no se puede desentender de la paz social”, en una clara alusión a la indisimulable inquietud que no sólo a él le han originado las amenazas de movilizaciones de grupos radicalizados, disconformes porque el nuevo pacto oficialista “ha ido muy despacio” en las transformaciones profundas. “Bo vamos a soltar la calle, sino no sueltan a nuestros presos” advirtieron los activistas de la Lista del Pueblo.
El caudillo terrorista de la CAM prometió que las acciones armadas continuarán hasta lograr la expulsión de las empresas forestales, en tanto los familiares de los “presos políticos” anunciaron que no cesarán en sus protestas hasta lograr que aquéllos sean excarcelados, “tal como lo prometió el nuevo Presidente”. Hace un par de semanas, un piquete de estos extremistas enojados con Boric apedrearon la casona donde funciona el comando de instalación del nuevo Mandatario, en avenida Condell.
Aunque esperable, resulta desilusionante la cobardía de esta nueva camada política de no ser capaz de sostener firmemente lo que, por años, ha proclamado en cuanto a hacer, de verdad, una revolución.
Todo el daño que estos aventureros le han hecho al resto de la sociedad, todas las ruinas que han dejado, todo el costo económico individual y colectivo que originaron, fueron sólo una gran pérdida para el país y sus ciudadanos. Al final, aunque sólo para embolinar la perdiz, terminaron llevando a los salones su “lucha” y acompañados de los mismos políticos conservadores y nauseabundos por su pasado a quienes habían ignorado y contra quienes descargaron su artillería.
Creían -porque ya no lo creen- que la política se hacía sólo en las calles, violentando y demoliendo, pero terminaron, y muy pronto, percatándose de que las estrategias no están dentro de las bombas Molotov, sino dentro del cerebro. La suya, ahora, es una postura pacífica y dialogante, y muy de la mano con la Convención que será la que, en definitiva, termine haciendo la tarea y contra la cual no hay anunciadas manifestaciones callejeras.
El mismo día de su instalación, la Convención demoró en hacerlo porque gran número de sus convencionales salió del lugar a solidarizar con quienes, en las afueras, protestaban en pro de los “presos políticos”. En el seno del plenario, hay colectivos que mantienen como su primer postulado la liberación de quienes en las calles -según ellos- lucharon para que llegara al poder este Gobierno.
En el gabinete ministerial, en las subsecretarías y en servicios públicos fueron designados quienes se manifestaron duramente en las calles para derrocar al Presidente (aún en el cargo), pero, casi como muletilla, han modificado su discurso en cuanto a que “la violencia a nada conduce”. Sin embargo, los partidos a los cuales pertenecen, el Frente Amplio, el PC y el PS, se han negado rotundamente a firmar cualquier acuerdo o resolución de la Cámara de Diputados en orden a no sólo condenar, sino también erradicar la violencia política.
La falsa independiente que tendrá la responsabilidad del orden público interno, la ministra del Interior, Izkia Siches, fue quien el 2014 instó vía twitter a que “alguien se pitee a Piñera”, y es la misma que en su condición de dirigente universitaria de las JJ.CC. participó en violentas manifestaciones callejeras.
No son pocas las gráficas en las que aparece la futura vocera de Gobierno, Camila Vallejo (PC), llamando a movilizaciones y paros y rehusando cumplir las instrucciones para desfilar impuestas por la Intendencia.
El colmo de la hipocresía en este sentido, corrió por cuenta de Lucía Dammert, nombrada por Boric como jefa de asesores del segundo piso de La Moneda, cargo similar al que todavía desempeña Cristián Larroulet, quizás la única persona a la que Piñera escucha al interior de palacio. Pues bien, esta morocha con acento extranjero, confesó impúdicamente en un canal de TV amigo del nuevo régimen que “nos costó meses organizar el Estallido de octubre de 2019”. Su confesión, por una parte, confirma que tal subversión no fue un espontáneo “despertar de Chile”, sino una maquinación política fríamente planeada, y lo más ilustrador es que sus organizadores y protagonistas estarán en cosa de días instalándose en La Moneda dirigiendo al país, o tratando de hacerlo.
Parece cosa de locos, pero no, es una cosa de chilenos: los mismos que con sus barricadas, saqueos, robos, bombas e incendios de hace poco, hoy llaman al orden público, a la paz social y a entenderse mediante el diálogo. Como desalmados victimarios no han dedicado un minuto a contar sus millares de víctimas, y ahora, hipócritamente, se anticipan al riesgo de vivir en carne propia sus barbaridades, llaman a que no les hagan a ellos lo que tanto disfrutaron haciéndoselos a los demás.
Los victimarios de ayer no quieren ser víctimas. Más que hipocresía, eso es cobardía.