CORRAN, A VACUNARSE

VOXPRESS.CL.- Por todo el alardeo, complementado con un auto bombo muy repetitivo, la autoridad sanitaria y el Presidente, en particular, han anunciado que los primeros entre toda la población que será inoculada, son “los sectores de mayor riesgo”, es decir, el personal de la Salud y, luego, los adultos mayores.
Nunca antes en la historia social del país, había existido casi una obsesión por los adultos mayores.
Fruto del ignorante enfoque que siempre se le ha dado a la vejez en Chile, se pronosticó que, poco menos, este sector iba a desaparecer consecuencia de que caería como mosca a causa del virus.
Al margen del rubor, y molestia, que experimentaron los viejos por ser mirados, y tratados, como piecesitas de porcelana que se rompen de mirarlas, efectivamente este contingente sufrió numerosas pérdidas, pero todas por tener enfermedades bases. No es más alto el número de fallecidos de 80 años que quienes sucumbieron con 50 o 60. En esta segunda oleada de la peste, el grupo que está sufriendo los mayores rigores es el de 20 y 40, e incluso adolescentes.
El adulto mayor, siempre puesto en la primera fila para extremar sus cuidados y recibir especiales recomendaciones de prevención, se auto protege solo, se ha cuidado siempre –y no de este virus en particular- y no se expone a los innumerables riesgos de contagio.
Hace muy poco, un grupo de setenteros y ochenteros pasó a ser activo, porque su alcalde, para hacerlos olvidar una larga y odiosa cuarentena, lo invitó a un paseo en bus. Ese percance, involuntario y hasta explicable, se puso como ejemplo para resaltar su permeabilidad, y, desde luego, se acentuó esta especie de capricho de que sean los abuelos los primeros en recibir la vacuna de emergencia que está por llegar a Chile y que ya fue aprobada por las máximas autoridades de Salud de Estados Unidos -donde están en plena inoculación- y de Chile.
Hay otros segmentos de la población que, con urgencia, requieren ser vacunados y no son los adultos mayores, ya está dicho, ejemplo de auto cuidado.
Previendo la presencia de una nueva curva ascendente de contagios, ahora básicamente en adultos jóvenes, los hospitales han vuelto a un estado de alerta para la recepción, tal vez masiva, de contagiados severos. Ello hace imperioso, vital diríamos, que sean los funcionarios de la Salud los primeros en ser inoculados apenas lleguen al país las primeras unidades de la vacuna, porque ya tuvieron muchos mártires a raíz de su cotidiano contacto con los enfermos.
Luego de asegurar la salud de este sector, la lógica y las necesidades urgentes de recuperación del país, apuntan a que la prioridad para recibir la vacunación son los amplios sectores que permitirán una normalización de las actividades del país, un país que flota entre la anormalidad y entre los trastornos, con todos los perjuicios que ello significa.
El país no soportará durante mucho tiempo este peso muerto que significan el trabajo y la educación a distancia, porque conduce a un deterioro en dos áreas híper sensibles de la sociedad, como es el servicio a la ciudadanía y, algo muy vital, la educación y la enseñanza, reducidas a su peor expresión. Preocupa el nivel de ignorancia generalizada por el inmenso deterioro en el aprendizaje. Un experto, estadísticamente, comprobó que en el conjunto de adquisición de conocimientos hubo sólo 1/3 respecto a un período normal y estadísticamente se comprobó que el 65% de los escolares estudio una hora o menos al día.
De acuerdo a lo aprobado por laboratorios internacionales, la vacuna puede ser inyectada desde los 16 años en adelante, de modo tal que todos los alumnos de segundo medio y más, estarán en condiciones de retornar a clases presenciales sin riesgos para su salud y sin las incomodidades previstas para hacerlo “a medias”.
Estamos, pues, enfrente de un paso trascendental para una normalidad importante de la educación escolar y universitaria. Ésta, la de la vacunación, fue la única condición -está grabado y escrito- que puso el ‘progresista’ Colegio de Profesores: para retomar las clases presenciales. Inoculado el magisterio ya no tendrá excusas para un normal cumplimiento de sus obligaciones con la población.
Lo mismo tendría que ocurrir con los trabajadores de los servicios públicos, cojos y semiparalizados desde comienzos de la peste, pues “para evitar contagios”, se envió a las respectivas dotaciones a laborar desde sus casas, concretándose una discriminación con los millares de trabajadores del sector privado que, como siempre, madrugan, viajan en transporte público, tienen egresos diarios y deben utilizar artículos de prevención.
No con fama de excelencia en sus prestaciones, excepto la Salud, el resto de los servicios públicos ha funcionado, y funciona, a un cuarto de máquina, con la consabida molestia e irritación de una población que no encuentra en ella respuestas ni soluciones, porque la mayoría de sus ‘servidores’ se haya laborando desde sus casas, muchos de ellos todo el día con el pijama puesto.
Sus ausencias en sus puestos de trabajo originan aglomeraciones de los usuarios y éstas son causas de contagio del virus.
Cuando el Presidentes les hizo un llamado a “los que pudieran” a reintegrarse, con precauciones, a sus puestos presenciales, no lo hicieron. Estos mismos, ahora, han anunciado movilizaciones en desacuerdo por el reajuste de remuneraciones que, anualmente, se les propone.
La máxima jefatura de la administración pública, la ANEF, con el apoyo de la CUT, aclaró que nadie se moverá desde sus casas para ir al trabajo “hasta que aparezca una vacuna que nos dé garantía”. Ésta, se encuentra por llegar, y por un mínimo de vergüenza y solidaridad, esta inmensa área de servicios públicos tendría que ser la primera por su clave rol de atención administrativo/social.
Definitivamente, la vacunación masiva que se aguarda a partir de enero, contribuirá a frenar la propagación del virus, pero en cuanto a anormalidades que ha sufrido el país, su prioritaria inoculación a trabajadores públicos, profesores y estudiantes, acelerará una muy ansiada recuperación de la normalidad del país.