COMO PECAS, PAGAS

VOXPRESS.CL.- A los conocedores de la política chilena, se les vino encima, cual pesadilla, el recuerdo del recordado ‘Naranjazo’ de 1964, casi al no querer dar crédito al desenlace de la reciente elección para la Convención Constitucional. Tanto ayer como hoy, la derecha se quedó muda por el impacto, preguntándose, como siempre, qué fue lo que ocurrió para que sus cálculos fallasen tan estrepitosamente.
El oficialismo necesitaba poco más de 50 escaños en la Convención para asegurarse de que el extremismo y la izquierda no la pasasen por arriba al momento de escribir la nueva Constitución, pero ¡no llegó ni a los 40!
Similar a la experiencia de hoy, el 18 de marzo de 1964 recibió un baldazo de cubos de hielo, al perder una elección clave, a sólo seis meses de los comicios presidenciales que presentaban a un amenazante Salvador Allende como candidato del socialismo. Los otros candidatos eran Eduardo Frei, por la DC, y Julio Durán por el Frente Democrático: algunos de estos dos tendría que frenar un eventual triunfo marxista.
Ese día de 1964 se realizó en el distrito de Curicó/Mataquito una elección para sustituir a un diputado fallecido del PS. Uno de los candidatos fue el hijo del extinto, Óscar Naranjo, y el postulante de la coalición derechista fue Rodolfo Ramírez, del Partido Conservador.
Tratándose de una zona eminentemente agrícola y todavía con el latifundio desplegado a toda vela, la dirigencia derechista leyó con inusitado optimismo la elección: su carta perdió por nueve puntos de diferencia, e interna y moralmente, el Frente Democrático se desplomó y, para evitar una victoria allendista, casi el 90% de su gente terminó dándole su voto al ‘mal menor’, Eduardo Frei Montalva, en la presidencial de septiembre de ese mismo año. Ese traumático episodio aún se recuerda como el ‘Naranjazo’.
En esta oportunidad, tras la paliza recibida por el Frente Amplio, la centroderecha aún se encuentra haciendo su “evaluación de daños” y buscándole explicaciones complejas a respuestas muy sencillas dejadas por el ‘Convencionalazo’.
Una de ellas se vivió al atardecer del domingo 16, cuando millares de automovilistas coparon las autopistas 68 y 78, regresando a la capital, tras pasar un fin de semana en los balnearios de la costa central. Ése fue sólo un ejemplo del desinterés del sector, que hastiado por la desastrosa gestión de quien, confiadamente, eligió en diciembre de 2017. La abstención no deja de ser sorprendente si se compara con los votos que tuvo el Rechazo en el plebiscito de octubre: 400 mil sufragios menos se registraron para esta oportunidad.
Los aliados espontáneos de la centroderecha, los que votan a favor o en contra en la medida en que sus bienestares mejoran o empeoran, no estuvieron de su lado en esta oportunidad. Los “fachos pobres” que contribuyeron en buen número a darle el triunfo al actual Presidente el 2017, estuvieron del otro lado, porque al sentirse abandonados por las ayudas estatales por la emergencia sanitaria y su posterior crisis social, no estuvieron “ni ahí”. Fue un grueso error estratégico enfrentar la elección con millones de votantes en la incertidumbre acaso recibirían un bono de emergencia familiar.
La derecha que enfrentó ésta, una elección tan trascendental para el futuro del país, sí se sintió comprometida con su país, pero no “jugada a concho”. De sus candidatos, incluso de los más conservadores, nunca salieron expresiones de aliento para defender todo lo ganado por el país y alertar acerca de los peligros que se vendrían de quedar la Convención en manos del extremismo, como fue lo que aconteció.
Habituada a leer mal, o no leer, la realidad, la autoridad evaluó como ¡determinante favorable” el que la oposición fuese dividida y, en particular el extremismo, prácticamente fraccionado en pequeños pactos. Como contrapartida, el oficialismo presentó un solo bloque, el de Vamos Chile, o sea, Chile Vamos. Nadie reparó en que cada hormiga opositora era uno más de los “luchadores sociales”, héroes de vecinos y caudillos en sus barrios.
La presencia de la (supuesta) derecha en la Franja Electoral resultó una vergüenza, casi mimetizada con el discurso barato y populista y con los mismos ofertones de la oposición y del extremismo.
Una derecha sin convicciones y con un Presidente que, en vez de conducirla, la confundió, le quitó autenticidad y la hizo transitar por el camino incorrecto, todo ello merced a sus diabólicas equivocaciones y cobardías, no podía hacerse muchas ilusiones en cuanto a su éxito electoral.
En lugar de instarla a creer en sus propias convicciones, muy temprano la abandonó para subirse a un carro de auxilio que le permitiese seguir a flote, incluso haciéndose casi solidario de quienes quisieron desbancarlo, que son los mismos que hoy disfrutan del dominio de la Convención y, para mayor satisfacción de ellos, a los que casi felicitó la noche de la derrota, al decir que “hemos escuchado a la gente”.
La viene escuchando desde el atardecer del 18 de octubre del 2019, la fecha de un Golpe al cual le dio pavor combatir.