CHILE, SÓLO A DOS BANDAS

VOXPRESS.CL.- Quien todavía no logra entender a qué se debió la inédita participación en las primarias del 18 de julio, es que muy poco, o quizás nada, capta de la encrucijada en que se encuentra Chile.
Desde que el Presidente, para salvar su pellejo, entregó la Constitución al adversario, pasando por el plebiscito y hasta la elección de Convencionales Constituyentes, al país se le ensombreció severamente el horizonte. Frente a la posibilidad de la izquierda de perder una pizca del dominio que se le había regalado y de la centroderecha de irse cada vez más a pique, la reacción fue inmediata: más de 3 millones de ciudadanos salieron a votar en medio del relajo de las restricciones sanitarias, en plenas vacaciones de invierno y justo en un fin de semana largo.
El resultado no tuvo nada de inesperado para quienes captaron con agudeza el escenario previo a la elección, y tras el conteo de los votos, la conclusión fue una sola: en el ámbito electoral (de la centroderecha) se acabaron los extremos y quedaron sin cabida los camuflados matices ideológicos alternativos, habiéndose llegado, así de simple, a dos exclusivos grandes bloques: la izquierda en su conjunto conducente a una dictadura y la anti-izquierda, vía única para la conservación de la democracia.
No es correcto, cuando los “expertos” hacen alusión a que, esta vez, hubo un voto “más moderado” que no se inclinó mayoritariamente a la izquierda dura (Daniel Jadue) ni a la derecha dura (Joaquín Lavín). No es así: con la victoria de Gabriel Boric y de su alianza con el comunismo, dicho sector continúa siendo altamente peligroso para la democracia, porque el diputado magallánico fue protagonista de la “revolución francesa” del 18/O, como la definió el gurú del extremismo, Fernando Atria.
Este escenario de dos bloques, el democrático y el totalitario, no lo varía la irrupción posterior de la ex Concertación con el anuncio de una primaria casera y no legal, y por ello, dignas de poco crédito. No altera el panorama, porque las dos candidatas, Paula Narváez y Yasna Provoste, son más de lo mismo al interior de la izquierda, ambas socialistas duras, e incluso una, la supuesta DC, con la simpatía de la Vocería del Pueblo por su condición de aborigen (diaguita). Dice representar a un centro inexistente, pero simultáneamente brega por el indulto a los violentistas, atribuyéndoles la falsa calidad de “presos políticos”. Es más que probable, casi seguro, que el hipotético electorado de las dos ya se pronunció el domingo 18, y mayoritariamente en favor de Boric.
El electorado centroderechista leyó bien lo que estaba en juego y se inclinó por un personaje sin filiación política, un ciudadano común y corriente, hijo del esfuerzo, que no representó a nadie en particular, sino sólo a quienes aspiran a frenar a la izquierda: Sebastián Sichel Ramírez.
Quienes lo condujeron a la primera mayoría no constituyeron un voto moderado, sino un voto bien pensado, porque, gracias a su transversalidad, Sichel puede aglutinar en torno suyo a una transversalidad aún indefinida y puede atraer a los millones que, ese domingo, antepusieron las playas o el campo al futuro de Chile.
La meta de esta elección para la centroderecha era, precisamente, ésa: asegurar a alguien capaz de reclutar a más adherentes y sin limitantes para abordar la primera vuelta presidencial.
En cuanto a la generalidad del acto eleccionario, el desenlace de la primaria no deja espacios “neutrales” o de “medias tintas” por cubrir, lo que pone cuesta arriba cualquiera intención de quien, hasta ese día, tenía proyectado competir, yendo directamente a la primera vuelta.
La votación en favor de la alianza Boric/Jadue no es reflejo de ningún voto moderado, sino una conjunción de voluntades durísimas, vandálicas y totalitarias que, juntas, emprendieron el camino de la violencia y el de la desobediencia civil. El que el diputado magallánico haya aventajado con claridad a su contendor de pacto sólo refleja que sus huestes son menos ‘militarizadas’ que las comunistas y son la expresión de la variedad que compone la montonera del Frente Amplio y de sus activistas territoriales, como, por ejemplo, la Vocería del Pueblo.
Este pacto –daba lo mismo el vencedor- obtuvo los votos de todas las sensibilidades de izquierda, incluso de los adherentes socialistas y del PPD, no militantes, es claro. Así, esta macroizquierda que se alista para la primera vuelta no le dejó espacios ni atajos a alguna otra corriente alternativa que quiera salir a competir.
Igual fenómeno se dio en la centroderecha, la cual le negó rotundamente el triunfo a un ícono del conservadurismo, como Joaquín Lavín, por mucho que se haya puesto ropa ajena para simbolizar su repentino aperturismo. Las nuevas generaciones de votantes anti-izquierda carecen del más mínimo apego a doctrinas tradicionales, y más aún si son de iglesia. Es un aviso para quien, en representación del extremismo del sector, quiere correr el riesgo de estar en una papeleta.
Por último, lo acontecido en la primaria refuerza la nula confianza que dan las encuestas, y no sólo ahora ni exclusivamente en Chile. Su poca seriedad y credibilidad quedaron en cruda evidencia con el resultado, que significó una derrota neta para quienes las consultoras, durante un año estuvieron anunciándolos como los personajes más populares, mejores evaluados y siempre punteros en los sondeos de opinión pública, Joaquín Lavín y Daniel Jadue.