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EL DESCRITERIO LEGISLATIVO LLEGA AL TELETRABAJO


VOXPRESS.CL.- Coincidentemente, el mismo día de un gran desastre para el entonces futuro del país –la batalla de Rancagua-, el próximo 2 de octubre, se vencerá el plazo para que los empresarios del sector privado –sólo ellos- se enfrenten a otra de las muchas catástrofes que han tenido que encarar a raíz de la epidemia y su consecuencial crisis socioeconómica: ese día, por ley, tendrán que hacerse cargo de la seguridad y salud de sus trabajadores que cumplen sus obligaciones, vía internet, desde sus domicilios.

Lo incomprensible de esta situación fue establecida por los parlamentarios, por exigencia de la comunista presidenta de la CUT, como si los empresarios hubieran obligado a sus empleados a quedarse en casa y abocarse al teletrabajo. Éste es un sistema muy difundido en los países de gran etiqueta cultural y con mucha mayor responsabilidad y profesionalismo que lo que se observa en Chile.

El teletrabajo, hasta antes de la pandemia, era un lujo que disfrutaban pocos trabajadores cuyas tareas, en rigor, las podían cumplir desde sus domicilios, no correspondiendo a la lógica del ‘equipo’, que es el estándar que rige en este país.

A raíz de la aparición de la peste, prácticamente todo el ámbito sectorial que pudo mantener sus planteles, debió, sin alternativas, trabajar a distancia, pero no por satisfacción personal ni por gratificación de algún tipo, sino por las restricciones impuestas por las autoridades sanitarias.

El teletrabajo forzado, como ocurre hoy, no es modernidad, sino una incómoda obligatoriedad para una mayoría de laborantes que debe compartir un solo computador con el contacto escolar de sus hijos, en medio de un ambiente que le brinda más incomodidades y ruidos molestos que la poco higiénica satisfacción de permanecer todo el día en pijama: “sólo para las reuniones, me pongo una camisa arriba” reveló uno. Otro servidor de la administración pública dijo estar feliz “porque al ahorrarme el tiempo de traslado, gano dos horas para dormir”.

Esta interpretación ‘a la chilena” del teletrabajo, es la que hace todavía más incoherente la ley que, sí o sí, entra en vigencia el 2 de octubre: si los empresarios no se preocupan de la seguridad y salud de sus trabajadores en sus respectivas casas, serán sancionados por los fiscalizadores.

Nadie evaluó las condiciones generales de vida de la población laborante, y, por lo mismo, este sistema de teletrabajo es producto de una emergencia. Este sistema omite carece de una serie de sellos naturalmente inherentes a las jornadas típicas laborales que contribuyen al mejor rendimiento, como son la convivencia, la interactuación, las instrucciones, la actividad física y la recreación, todo un conjunto de características imposibles de sustituir en la soledad de un computador casero.

En estos momentos, miles de alumnos de carreras universitarias se hallan en su período de prácticas profesional, y una gran mayoría de ellos las está haciendo vía online. O sea, su primer acercamiento y su vivencia inicial con lo que les espera por años, son superficiales, porque no corresponden a la realidad para la cual teóricamente fueron instruidos.

Del teletrabajo, éste que se ha conocido ahora por culpa del virus, no hay que aprovecharse, porque es una derivación forzosa motivada por el virus, y de ahí que el reglamento que entrará en vigencia para los empresarios, además de absurdo, es más papista que el Papa, más aún en una situación de anormalidad.

Comprensiblemente desconcertados, los empresarios sostienen frecuentes encuentros con las autoridades para frenar, retrasar o, lo mejor, modificar la implementación del nuevo reglamento que regula el teletrabajo. La ley 21.220, fue aprobada en el Congreso el 26 de marzo y se aceleró producto de la pandemia. Dio a los empleadores un plazo de tres meses para que actualizaran los contratos y los funcionamientos internos, y el 2 de octubre es el plazo fatal para que apliquen todas las “condiciones específicas de seguridad y salud” a aquellas personas que están en teletrabajo.

Nadie puede garantizar acaso el dueño de casa o dueña de casa permitirá el acceso a su hogar a fiscalizadores, cuya misión será chequear el cumplimiento de las normas de seguridad y salubridad domiciliarias…a cargo del respectivo empresario.

El sector al cual se le pide la más rápida reacción para reactivar la economía, es el empresarial. Éste no sólo está seriamente dañado y semiparalizado por las restricciones sanitarias -aún sin sospechas sobre su fecha de término-, sino, también, ahora, está siendo acosado por una norma doméstica relacionada a un sistema que no escogió. El teletrabajo, de momento, no se instaló para quedarse, porque el país, por mentalidad y cultura, no se halla preparado para ello. Su improvisada e inesperada operatividad fue sólo una emergencia, y durante éstas hay que aplicar buenos criterios y buenas ideas, y no al contrario, como en este caso puntual.

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