UN FIERRO CALIENTE PARA EL SERVEL

VOXPRESS.CL.- Semanas atrás, casi en frenesí por la organización del plebiscito constitucional, el SERVEL le entregó al Gobierno una serie de propuestas para “estimular la participación ciudadana” en el plebiscito constitucional y transformar a éste “en una verdadera fiesta de la democracia”, como lo declaró el presidente de su Consejo Directivo, el santón Patricio Santa María.
Luego de los sondeos de sus proposiciones, lo primero que quedó descartado fue la opción, presentada por el propio SERVEL, del voto por correo, ello con la finalidad de posibilitar la participación de los hospitalizados y enfermos víctimas del coronavirus.
Es todo un misterio el por qué planteó dicha opción, siendo que el mismo Servicio estaba convencido de que “sí o sí, el sufragio debe ser presencial”. La idea no fue de su concepción, sino de un centro de estudios de izquierda que se puso en boga durante la epidemia, dando todo tipo de sugerencias y hasta instrucciones a la autoridad sanitaria.
Lo concreto es que la respuesta recibida por el SERVEL en esta materia le dejó en sus manos una verdadera papa caliente: será él quien deba resolver sobre la viabilidad de que los enfermos contagiados por el virus puedan votar, ya sea estén en cuarentena en sus domicilios, en residencias sanitarias o en hospitales.
Ésta, dicho sea de paso, es una instancia que nunca se ha dado en la historia electoral del país, de modo tal que si se pretende materializarla hay que considerar una infinidad de instrumentos que se requieren para su implementación, tanto en lo económico, en recursos humanos y en evaluaciones sanitarias.
El SERVEL tendrá que partir en su toma de decisiones, resolviendo una interrogante conceptual: ¿sólo tendrán derecho a votar quienes padecen del virus? En situación de hospitalización hay millares de otros pacientes que se encuentran conscientes y que, igualmente, pueden ejercer su derecho cívico.
Suena a arbitrariedad y segregación el que todos los enfermos con capacidad de hacerlo no sean considerados en el acto, si es que, finalmente, el Servicio llega a algún tipo de solución lógica y financiable.
Desde la primera fecha para el plebiscito, la DIPRES no ha exhibido flexibilidad en cuanto al millonario gasto que demanda, e incluso hasta consideró la posibilidad de ajustarlo dada la pobreza de las arcas fiscales. Todo apunta a que no se percibe un ánimo de aumentar el financiamiento adicional que implicarían la creación y operativo de mesas móviles.
La información más a la mano que existe sobre esta modalidad la proporciona una experiencia realizada en Turquía: para que sufragasen los enfermos, se utilizaron urnas móviles. No obstante, para que ello ocurriera fue indispensable que cada centro asistencial levantara un registro de todos los internados aptos para pronunciarse, lo que involucra a las direcciones médicas un trabajo extra a sus funciones habituales.
En esa oportunidad, los portadores de las urnas móviles no lo hicieron en un muy riesgoso ambiente de contagio, como sucede ahora con la facilidad de transmisión de la epidemia, lo que, de hecho, significaría establecer protocolos muy rígidos y considerar los peligros a que se expondrían los funcionarios del SERVEL encargados de esa tarea recolectora de votos. En esta instancia no pueden actuar simples ciudadanos ‘como vocales de mesa’, porque son los dependientes del Servicio quienes deben portar un libro de registro independiente al que estarán en los locales de votación.
El confeccionar un registro de enfermos, además de tomar tiempo, se enfrenta a la movilidad de la enfermedad, porque un paciente que primitivamente sea inscrito, a los días, e incluso horas, podría estar dado de alta.
Si ya es complejísimo el escenario para eventuales votantes en hospitales y clínicas, lo será peor en las residencias sanitarias donde hay personas en cuarentena preventiva, por la peste misma y post ésta.
Pensar en llevar urnas a los domicilios de los contagiados resultará casi un milagro por la gigantesca diversidad de ubicaciones y de distancias.
El SERVEL, según su propio presidente, tomó la decisión de que el voto, de cualquiera forma, debe ser presencial, por ser la única forma de garantizar el secreto del sufragio. Eliminadas por pocos confiables las opciones de hacerlo vía internet y por correo postal, no queda otra opción de la urna móvil en el caso de que, con harto ingenio, descubra, y contra el tiempo, el modo de implementarlo y llevarlo a cabo.
Luego de recibir de vuelta una decisión que quiso dejar en otras manos, Patricio Santa María debe estar reflexionando acerca de un dicho tan antiguo como cierto: “quien mucho habla, mucho yerra”. De lengua incontrolable, se creyó con muchas más facultades y atribuciones que las que le otorgan su propio reglamento y se puso a ofrecer este tipo de ‘novedades’, algunas copiadas y otras insinuadas -para variar- por entes vinculados a la izquierda. Ahora, tiene una papa caliente en sus propias manos.