DE CONFIANZAS Y DESCONFIANZAS

VOXPRESS.CL.- En un escuchadísimo y recordado programa político de fines de los 60 y comienzo de los 70, en medio de las ardorosas discusiones que solían originarse, un periodista conocido por lo simplista de sus argumentos, decía ser partidario de que “los gabinetes ministeriales tienen que ser como las Selecciones Nacionales, esto es, con los mejores, en este caso, de cada partido político”. Sugerencia tan deportiva, desde luego, no la ha practicado ningún Presidente o Primer Ministro en la historia de las democracias.
Lo que, con frecuencia ocurría en Chile en materia de designaciones -lo que hoy no acontece-, es que los Mandatarios electos interactuaban con los partidos de su coalición para escoger, ojalá, al mejor para el respectivo cargo sectorial. Aunque claro, siempre hubo y ha habido excepciones.
Si uno echa una rápida mirada a la historia política criolla, concluirá que durante siglos, por los gabinetes ministeriales desfilaron reales personajes, muchos brillantes, de gran lucidez y preparación. Algunos, incluso, más preparados que sus Presidentes. Calles, plazas, museos, liceos y hasta monumentos recuerdan a ministros de Estado de antaño.
La nueva sociedad, la carrera por el éxito, el apetito de celebridad por pasajera que sea y, digámoslo con todas sus letras, el deterioro de las aptitudes intelectuales de las generaciones actuales y más recientes, han derivado en que los ayer señeros Secretarios de Estado, sean ahora parte del ‘consumismo político’: rendimiento express al más bajo precio posible.
Esta creciente regresión en el estatus de los ministros, tuvo, y ha vuelto a tener, un aditivo muy especial, porque a la creciente escasez de dirigentes y militantes de jerarquía, el actual Presidente le agrega su sello a las nominaciones: ojalá amigos, muy de confianza suya y, con mayor razón, si han trabajado con él o son del entorno de sus negocios personales.
Este plus que le da el Mandatario a sus designaciones es el que lo lleva a optar y desechar con gran facilidad, obviando, sin tapujo, sus propios errores. Le incomodan las recomendaciones, aceptándolas a regañadientes, y lo irrita cualquiera acción no ordenada previamente por él. Con él, sus ministros carecen de opinión, y así lo reflejó, tristemente, Gonzalo Blumel, al eludir una respuesta porque “primero tiene que hablar el jefe: donde manda capitán, no manda marinero”.
Pobre del ministro que tenga la osadía, y mala ocurrencia, de actuar por su cuenta. Lo sufrió en carne propia Alejandra Pérez (independiente/DC), que le fue recomendada por su amigo de antaño René Cortázar (DC) para ser la primera titular de Cultura. No alcanzó a durar tres meses y debió renunciar por haber asumido una decisión personal, de índole política, respecto a una exposición en el Museo Histórico Nacional. Más reciente es el caso de Macarena Santelices (UDI), popular ex alcaldesa de Olmué que, también, le fue propuesta por su partido para la cartera de Mujer y Familia. Alcanzó a estar un mes y tuvo que marcharse por transformar, según el Mandatario, el ministerio en una “república independiente”. No sólo a Augusto Pinochet hay que cargarle la frase aquella de que “aquí no se mueve una hoja sin mi consentimiento”.
En su actual gabinete ministerial hay casos emblemáticos de permanencia por vínculos personales por encima de las competencias técnicas o profesionales. Lo sigue integrando, a cargo de Medio Ambiente, la esposa de su amigo íntimo y partner de tenis Gonzalo Molina, la ingeniera comercial Carolina Schmidt Zaldívar, ex gerente de revista Capital, Calaf y teatro del Lago de Frutillar. También lo es Alfredo Moreno Charme, con quien trazó una amistad cuando éste era socio accionario de Carlos Alberto Délano (Penta) en el Banco Chile. Incluso, el Mandatario lo propuso como liquidador del grupo cuando éste cayó por el financiamiento irregular de la política.
Moreno fue su canciller en el primer Gobierno y fue el primero a quien llamó para armar su gabinete ministerial para éste, su segundo período. Su objetivo fue empoderar a su amigo, entregándole un súper ministerio del Desarrollo, el que por primera vez, para mayor lucimiento, fue ascendido al Comité Político de La Moneda. Luego, lo puso en OO.PP. y con millones de dólares adicionales para que se luciera inaugurando obras pero el urgido recorte fiscal a causa de la peste lo dejó con las puras ganas, y así se disipó el sueño de que fuese su sucesor en La Moneda.
Hoy a quien se recuerda, y se añora, en Desarrollo Social es a Sebastián Sichel, un independiente, ex DC, que de la CORFO pasó a dicha cartera, llegando a ser el mejor evaluado de todo el Gabinete. Pero…¡no era amigo del Presidente! Su brillo propio le costó caro.
Después del Golpe extremista del 18 de octubre, el Presidente le confesó a un grupo de empresarios que “he conocido la soledad del Poder”, en una crítica sin autocrítica en cuanto a lo que él consideró una falta de respaldo de su sector. El punto que omitió en dicho comentario de aquella ocasión, es que actuó personalistamente, para salvarse de la amenaza de renuncia, renegando de lo más sagrado para sus electores: la Constitución.
Así como suele actuar por cuenta propia es que, en cuestión de minutos, decidió nombrar a Gonzalo Blumel (EVOPOLI) en Interior en lugar del designado Felipe Ward (UDI), en el bullado cambio de Gabinete post salida de su primo querido Andrés Chadwick. En Palacio se comenta que en algún archivo debe estar el acta de nombramiento ya firmado del ex diputado, quien fue derivado a la SEGPRES y, ahora, enviado a Vivienda para hacerle cabida en el Comité Político a un RN, Christian Monckeberg, a solicitud de otro amigo del Presidente, Mario Desbordes.
A partir de ese momento, la UDI le declaró su enemistad al ministro del Interior por considerar que ése era su reducto y, para peor, ahora ocupado por quien renunció a dicho partido para fichar por EVOPOLI.
En cuanto a Ignacio Briones, un prestigioso académico de confianza de Andrés Allamand, pero con domicilio en EVOPOLI, reemplazó a Felipe Larraín, otro académico y economista con quien estructuró lazos cuando ambos coincidieron en la Escuela de Negocios de la Universidad Católica, y cuya salida se debió a las imposiciones de la izquierda, tras el 18/O.
El actual titular de Hacienda terminó por caer en desgracia por no satisfacer los personales deseos, e intereses, presidenciales en defensa de las AFP´s. Fueron cómplices cuando Briones se subió al mismo carro del Presidente de no abrir toda la billetera fiscal para las ayudas de emergencia, llegando al extremo de revelar que “no se puede dejar con tanto déficit fiscal a los Gobiernos futuros, del color que sean”, como si la profundidad de la crisis no ameritase el sobrendeudamiento, al igual como lo han hecho hasta las grandes economías mundiales.
Briones seguía al pie de la letra el sentir presidencial, pero todo cambió cuando, primero, no logró convencer a senadores y diputados oficialistas para que votasen a favor de las AFP’s, creadas por el hermano del Presidente y en cuya industria, éste participa activamente a través del negocio accionario. Luego de que junto a Blumel fuesen recriminados desde La Moneda mediante un altavoz fácilmente audible en el Congreso en Valparaíso, declaró que “soy partidario de la competencia y, por lo mismo, no es malo que la gente que retire su plata de las AFP´s la invierta en fondos mutuos, Cajas de Compensación, bancos y rentas vitalicias”…
Blumel, por su parte, no ha dejado de pensar como el Presidente quiere que todos sus ministros piensen. Pero, luego de fracasar como gestor en las votaciones a favor de las AFP’s, dijo, como el jefe dijo, que “la coalición, a partir de ahora, será más acotada a quienes realmente lo apoyan”, echándose encima a RN y ña UDI, para después pisarse los cordones, al afirmar que “fuimos nosotros quienes no supimos convencer a nuestros parlamentarios de que votasen a favor”.
Con las confianzas y desconfianzas del Presidente no se juega, menos cuando no son sus amigos.