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LA REBAJA DE SALARIOS, CASI UN CHISTE


VOXPRESS.CL.- Hay acontecimientos que hablan por sí solos. Uno de ellos fue el reciente fallo del Consejo de Alta Dirección Pública (CADP) de rebajar los ingresos mensuales de (algunas) autoridades públicas nacionales –a excepción del subjetivo Poder Judicial-, cumpliendo un acuerdo del Congreso Nacional.

Por meses, el Legislativo analizó estérilmente una propuesta de dos diputados frenteamplistas de disminuir en un 50% la dieta parlamentaria, debate que se selló con el envío de tal decisión al CADP para que decidiera el monto transitorio del ajuste salarial, a la espera de una ley al respecto, que acordarán los mismos parlamentarios ahora afectados.

Se reducirán los sueldos líquidos en un 25% a diputados, senadores y ministros de Estado; en un 10% el del Presidente de la República, Subsecretarios, Intendentes, Gobernadores, Delegados Presidenciales y Seremis; y sólo en un 1% las remuneraciones del personal de confianza presidencial. El mundo al revés (y sucede sólo en Chile): con estos porcentajes de rebaja, los Subsecretarios recibirán una mayor remuneración que sus jefes, los ministros.

Siendo así, un diputado que recibe un ingreso líquido de algo más de $7 millones, a partir de agosto percibirá aproximadamente $5,5 millones. Aunque el CADP coincidió en que “tal como ocurre en el resto del mundo, los ministros de Estado deben ganar más que los parlamentarios”, se vio obligado a una equivalencia en la rebaja de un 25% para ambos cargos, porque así lo establece la ley vigente.

A propósito de los ministros, según lo resuelto por el CADP, éstos dejaron de ser “de la confianza exclusiva del Presidente”, al ser automáticamente eliminados de dicho rango. La resolución de ajustes monetarios establece que “el personal de confianza presidencial” sólo sufrirá una reducción de un 1%, y se trata de los funcionarios a cargo de reparticiones públicas designados por el Mandatario.

Al inicio de la crisis socioeconómica, el ministro de Hacienda solicitó a sus colegas del Gabinete que se redujeran su remuneración mensual en un 30%: ninguno le respondió. Con exclusivas excepciones –Ignacio Briones, (ex) Jaime Mañalich, Enrique París, Carla Rubilar y Lucas Palacios-, el resto de los Secretarios de Estado no parece estar en sus cargos por su gran dedicación, sino por el tentador lucro fiscal, superior a eventuales ingresos en el sector privado.

El presidente del CADP, el psicólogo Alejandro Weber, manifestó que “es necesario enviar una señal a la ciudadanía”, refiriéndose a la rebaja de ingresos, y explicó que “no fue una decisión política, porque no nos corresponde, sino una medida técnica”. No obstante, el monto acordado no fue por votación unánime, ya que fue tenaz la postura del consejero Eduardo Abarzúa en cuanto a que la suma por recortar debía ser de un 30%: “una reducción menos sustantiva se traducirá en que se perciba una colusión entre el Consejo y la clase política, lo que podría impactar en la legitimidad de este cuerpo colegiado y de la Alta Dirección Pública”. A ello, Weber se opuso: “podría ser popular ante la ciudadanía”, pero llamó a los consejeros a actuar con “responsabilidad” ante los efectos que una decisión así podría implicar.

La consejera Cristina Orellana restó dramatismo a la rebaja de remuneraciones, al afirmar que “las autoridades nacionales reciben otros tipos de compensaciones y no tienen por qué ser todas de índole pecuniaria”.

En el caso de los parlamentarios, éstos verán disminuidas sus dietas, pero no sus asignaciones, también con fondos fiscales, que incrementan sus ingresos mensualmente gracias a una serie de beneficios, como el financiamiento de sus traslados al Congreso, la mantención de sus vehículos, el pago de móviles telefónicos personales y del equipo de asesores, los viajes a sus distritos y los arriendos de oficinas, entre varios otros.

Al CDAP, al igual que a toda la ciudadanía, le quedó muy claro que este nivel de rebajas salariales en nada contribuye a aminorar la gran desconfianza de la población en la clase política. El documento, de 242 páginas, establece que “el Consejo no puede solucionar la crisis de confianza en las instituciones políticas”, y agrega que “la crisis de confianza en las instituciones es uno de los elementos que originan el mandato que recae en este Consejo, la que no se resuelve rebajando en forma radical las remuneraciones de las autoridades y que, por el contrario, esto generaría un daño irreparable a la modernización del Estado”.

Este alcance permite subentender que para que el Estado se modernice –lo que urge- se requiere de los mejores –que hoy no están-, y éstos, como en todas partes, tienen que ser remunerados de acuerdo a sus (comprobadas) competencias.

Lo más decidor del pronunciamiento del CADP no radicó en los “elementos técnicos y no políticos” que tuvo en consideración para rebajar los salarios, sino en el utópico diagnóstico que hace para mejorar la confianza en las instituciones públicas y en sus autoridades, todo un símbolo de un teórico ideario del cual se viene pregonando estérilmente durante años

Una simple lectura de sus recomendaciones induce a la convicción de que se trata de una fantasía. Sólo la inocencia y la candidez hacen creer, como el CADP, que, algún día, en este país se logrará lo que propone como soluciones a la crisis de confianza: “ésta comenzará a resolverse por el ejercicio de liderazgos éticos y competentes en la función pública; la construcción de diálogos genuinos entre el Estado, las comunidades y la sociedad civil; la construcción de una mayor cohesión e integración social; la promoción del mérito y la entrega de real igualdad de oportunidades a la ciudadanía, especialmente los más vulnerables; por el recto funcionamiento de las instituciones y de quienes se desempeñan en ellas, en forma transparente e íntegra, y por el respeto irrestricto al Estado de Derecho y la libertad de las personas”.

De este cúmulo de “indispensables cumplimientos” hay dos que, al menos en Chile, serán imposibles de satisfacer: el honor al mérito y el recto funcionamiento de las instituciones…Toda una fantasía. Las rebajas de salarios es lo que menos importa: como fuera, había que hacer un saludo a la bandera.

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