LA GENTE ¿ESTÁ HOY PENSANDO EN EL PLEBISCITO?

VOXRESS.CL.- “La peor idea es la que jamás debe darse a conocer” dice un antiguo proverbio, que alude a la facilidad con que ciertas y discutibles mentes vierten opiniones en el convencimiento de que son certezas pletóricas de brillantez.
Día a día se le entregan a la ciudadanía cifras cada vez más alarmantes sobre la poca efectividad de la lucha mundial por derrotar al virus, y se engrosa la lista de lugares con rebrotes, con lo cual es desesperanzadora la posibilidad de que la emergencia pase pronto.
En el marco de este desalentador escenario, hay quienes se empeñan en poner en primer plano el plebiscito constitucional -todavía programado para el 25 de octubre-, en la errónea convicción, o más bien estupidez, de que la población está más preocupada de una eventual nueva Constitución antes que salvarse del contagio y hasta de morir por culpa de esta maldita cepa concebida en la China comunista, algo que, por razones más que obvias, casi la totalidad de la gente desconoce.
En medio del pesimismo generalizado por la resistencia del virus, una encuestadora tuvo la iluminada idea de preguntarle aleatoriamente a un puñado de chilenos si preferían el plebiscito o algún otro medio para “redactar una nueva Constitución”…Hubo un empate.
Poco o nada parece justificar este extemporáneo interés, dado el torrente de informaciones ‘científicas’ que colman pantallas y páginas. La población, ya aturdida por un invasivo confinamiento, es agravada en su estado emocional por el bombardeo sobre los siempre pesimistas datos acerca de la epidemia, habiéndose llegado al extremo de suicidios, como ocurrió con tres casos en la comuna de Providencia.
Habría que ser ilimitadamente imbécil para preguntarle a la reciente viuda, en pleno funeral, qué le gustaría de regalo para la Navidad. Algo así, si no igual, está ocurriendo con el plebiscito constitucional, a causa de la puja de los interesados en ponerlo en primer plano. El presidente del PPD, Heraldo Muñoz, enfurecido salió a protestar ante una inocente curiosidad acerca de la posibilidad de no realizarlo en caso de que el virus no dé tregua.
Peor resultó la inaudita idea del centro de estudios Espacio Público, en cuanto a que los contagiados voten mediante correo postal certificado. Hay que poner especial atención a esta desubicada propuesta, porque con motivo de la crisis sanitaria, el Gobierno ha aplicado varias de las ocurrencias –previamente, hechas públicas- de esta organización de la sociedad civil, cuyo cerebro es un reconocido bacheletista que estuvo a las órdenes del régimen socialista.
Se siente algún cosquilleo ante esta mala idea, ya que desde octubre en adelante, el Presidente toma todos los fierros ardientes que le pasa la oposición.
Cuesta, incluso, contener una sonrisa con tan descabellada ‘solución’ para que el plebiscito se lleve a cabo sí o sí, tranquilizando, así, a las huestes de izquierda que continúan confiando en su realización como la única forma no convencional de recuperar el poder y perpetuarse en él. Resulta insostenible que el apetito de intromisión y de resonancia pública induzca a alguien a proponer una contravención tan inmensa para un proceso electoral que tiene sus reglas establecidas en una legislación aceptada y cumplida por todos.
Cualquiera sea la circunstancia, un contagiado está, y estará, siempre, exclusivamente preocupado de sanarse y, en muchos casos, de no morir.
Aún más grave que esta poca seria insensatez, es el hecho de que el Gobierno tiene lista (envasada) su campaña publicitaria en que llama a la población a concurrir a votar en el plebiscito, para “cumplir con un deber cívico”. La SEGGOB está esperando las instrucciones de la autoridad sanitaria sobre la realización o no del plebiscito para programar la campaña audiovisual y escrita. Un país deprimido y triste por sus víctimas humanas y por una eventual ‘nueva normalidad’ que se reducirá al hambre, a la cesantía y a una efervescencia social, no está, ni estará, dispuesto a recibir llamados de civilidad.
Histórica y tradicionalmente, quienes convocan a participar son directamente los involucrados e interesados en que la población concurra a las urnas. El Gobierno –siempre lo ha sido así- juega un rol neutro en cuanto a este tipo de incentivo, a no ser que esté comprometido en una de las opciones, lo que se lo prohíbe categóricamente la ley.
La campaña publicitaria, incluso, considera en el contrato una evaluación permanente del prestador del servicio sobre el impacto que el llamado a sufragar está produciendo en la gente, “para efectuar las correcciones necesarias”. Esto significa que La Moneda, y desde ya, se halla potentemente involucrada, y que es por algo su interés en que la abstención sea la menor posible, ello más allá de la sensación emocional de la ciudadanía, que no estará pendiente de ningún tipo de votaciones.
Antes de octubre de 2019, el Presidente manifestó “estar abierto” a “algún tipo de reforma” a la Constitución de 2005. Después de esa fatídica fecha, para salvar su permanencia en el cargo se la entregó en bandeja de plata a la izquierda opositora para que la haga íntegramente de nuevo, estableciendo en ella el modelo totalitario socialista.
Acosado por las circunstancias de sobrevivencia, el Presidente se vio obligado a firmar el proyecto de reforma constitucional para posibilitar el plebiscito, hoy en suspenso por la crisis sanitaria. Podría ser hasta probable que entre las imposiciones opositoras y concesiones propias, el Presidente haya accedido a hacer publicidad al plebiscito, renunciando, como en tantas otras materias, a defender lo que juró defender, partiendo por la propia Constitución, la cual prometió cautelar.