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EL OTRO ÁRBOL PARADO, Y MUY BIEN PARADO


VOXPRESS.CL.- Hace muy poco, desde su palaciega oficina en Ginebra, la Alta Comisionada de la ONU, Michelle Bachelet, le confesaba, vía teleconferencia, a un centenar de fieles y pacientes seguidores, que “en la oposición chilena, soy el único árbol que sigue parado y, por eso, todos quieren subirse a él”, en una clara alusión a su negativa de ser la única carta presidencial que le queda al sector para las elecciones presidenciales de octubre de 2021. Luego de dicha revelación salida casi espontáneamente desde su corazón, de ella se ha sabido poco o nada, pese a que, como nunca, los derechos humanos están en su máxima temperatura, dado los efectos sociales del virus y, en forma muy particular, a raíz de la sublevación racial en Estados Unidos.

Alarma que la ONU no haya acentuado su política de incondicional apoyo a los inmigrantes, inquietud predilecta de Antonio Guterres, su Secretario General, y que le ha costado duros enfrentamientos con la Europa occidental y con Estados Unidos, que cerró sus fronteras para impedir lo que tanto sospechaba y temía: el arribo de extremistas latinoamericanos, uno de los acuerdos del Grupo de Puebla.

Acá mismo, llamó la atención el silencio de la Alta Comisionada por el inhumano trato que, en condiciones climáticas muy adversas, recibieron de sus respectivos consulados los inmigrantes colombianos, peruanos, bolivianos y venezolanos, aún varados en Santiago, y a quienes ella misma, en su última administración, dejó entrar al país indiscriminadamente y sin control alguno.

Hubo, y ha habido, países en que simplemente se ha dejado morir a los infectados, y en otros, los muertos se han acumulado en las calles y abundan los casos en que, por copamiento, los moribundos ni siquiera son recibidos en los hospitales. La crisis sanitaria mundial no es sólo tangencial a los derechos humanos, sino ambos fenómenos están íntimamente ligados.

Pero de la Alta Comisionada no se ha sabido. Este sintomático silencio, en momentos en que más celo debiera poner a su misión censuradora y fiscalizadora, es consecuencia del impacto que originó en la Secretaría General de la ONU el fin de los aportes de Estados Unidos para el financiamiento de la OMS, por la obsecuencia de ésta ante la China comunista, cuna, por lo demás, de la cepa causante de esta crisis sanitaria mundial. Quedó en mal pie Antonio Guterres, al aceptar una millonaria donación del gigante asiático para compensar el déficit originado por la no contribución norteamericana a la OMS.

Al lado de este frondoso árbol, al cual todos, según ella, tratan de subirse por ser el único que se mantiene en pie, ha surgido otro con mucha fuerza y que parece ser el destinado a que todos, finalmente, intenten treparlo. Se llama Izkia Siches, de quien hace meses pronosticamos que, aprovechándose del uso que ha hecho de la epidemia, terminaría llegando alto. Y así ha ocurrido.

Hasta marzo, apenas los médicos y algunas organizaciones de la sociedad civil, como la Mesa de Unidad Nacional, No+AFP’s y las feministas, sabían quién era, al margen, es claro, de sus antiguos camaradas de las JJ.CC. y no tan antiguos dirigentes de la FECh. En los barrios bajos del extremismo adquirió celebridad, cuando en 2014, siendo ya dirigente gremial, divulgó en su twitter una solicitud de que alguien tuviera a bien “pitearse a Piñera”.

Luego de relampagueantes tres meses en el primer plano de la polémica a causa del virus, la doctora Izkia Siches es el personaje político más reconocido, según una encuesta de realización periódica, acabando con esa incomprensible y desconcertante hegemonía que, casi por años, tuvo Joaquín Lavín.

Hoy, el escenario político parece estar en orden, y el sector duro de la izquierda, el que empuja fuerte y poco o nada quiere con los tradicionalistas y conservadores de la vieja Concertación, al fin dio con el caudillo que le da en el gusto. Enterró a Alberto Mayol; se olvidó de Beatriz Sánchez; por actuaciones ética y moralmente discutibles se cayeron Giorgio Jackson y Gabriel Boric; Jorge Sharp tuvo un brote muy pasajero y hasta en Pamela Jiles pensó, pero finalmente dio con el árbol mejor parado y de raíces más firmes que Bachelet.

No debe extrañar a nadie que el alcalde de Las Condes haya sido cazado en forma tan vertiginosa por Siches, y ello porque nunca la solitaria ventaja de Lavín obedeció a una supuesta popularidad. Todos saben que las encuestas no tienen su foco en la gente del sector oriente, de modo tal que los niveles de adhesión hacia él nunca fueron cotejados entre sus eventuales votantes. Su casi eterno y primerísimo lugar fue resultado de la orquestación de la izquierda de inflar a un personaje que, de antemano, se sabía, y se sabe, que no llegará a ninguna parte, e incluso con muchos puntos suspensivos acerca de su reelección como jefe comunal de Las Condes. El objetivo, y muy conocido, fue siempre meter una cuña en la derecha para desorientarla. Siches acabó con la estrategia.

La carrera de la actual presidenta del Colegio Médico (COLMED) ha sido increíblemente meteórica, y ello dado que representa de modo genuino el impetuoso actuar de esta nueva y avasalladora izquierda. De la nada, Siches surgió para exigir que se aplazara el plebiscito programado para abril y lo logró; se le puso por delante a Jaime Mañalich y obligó al Presidente de la República a sentarla a su lado en la Mesa Social de La Moneda, donde, de inmediato, llevó la voz cantante; pidió que el MINEDUC se dejase de anunciar el retorno de las clases presenciales; pujó por incrementar el confinamiento total de la población, el cual ya va en el 60% de la población y se opuso a que el COLMED aplazara su elección general, programada para agosto, en la cual ella repostula.

Su última jugada tuvo muy poco de generosidad. Ante la estrechez de profesionales médicos en los hospitales, el Presidente propuso que mientras durase la emergencia se incorporase a los servicios los doctores nacionales y extranjeros que, en posesión del título, no pueden ejercer por no haber rendido aún el Examen Único de Conocimientos. Ella se opuso y dejó todo en nada.

Se paseó por matinales y noticieros, desprestigiando los procedimientos del Gobierno frente a la crisis sanitaria y presionó para que se hicieran cambios de metodología en las mediciones de contagiados.

De carácter fuerte y deslenguado, explotó al máximo el pavor del Presidente a la izquierda, se enfrentó al ex ministro de Salud y terminó cumpliendo su obsesión de sacarlo del cargo. Su sucesor, Enrique Paris, jefe del área de salud en la campaña electoral del Presidente, tuvo duros enfrentamientos con ella en la Mesa Social, llegando a decir que “no representa a todos los médicos, ya sea por diferencias ideológicas o porque no todos están inscritos en el Colegio”. Hoy se refiere a ella como “mi presidenta”…, pese a que él mismo es quien levantó una lista opositora a la eventual reelección de Siches, la que, desde ya, le negó la solicitud de aplazamiento de los comicios generales de agosto, pese al poderoso argumento de que en esa fecha los médicos no estarán preocupados de una votación, sino de salvar vidas amagadas por el virus.

El propio Paris iba a encabezar la lista opositora, pero debió dejar como candidato a otro colega, tras ser designado ministro.

Siches tendrá el próximo año la edad mínima exigida para ser candidata presidencial, y aunque descarta esa posibilidad, advierte que “una persona sola no puede sacar adelante al país: se necesita un gran equipo y llegar a acuerdos”, curiosamente los mismos que desagradan a ella y al frenteamplismo. Éste –al igual que el PC- se ha restado de todos los intentos de pactos y de entendimientos, porque concibe el arribo al poder exclusivamente por “la voluntad impuesta por el pueblo”.

El extremismo de Siches pregona que “hay que ir directamente a una Asamblea Constituyente”, porque los contenidos de una eventual nueva Constitución están aprobados ya por los cabildos y conversatorios vecinales que tanto el PC como el Frente aprobaron después del Golpe del 18/O.

Poco se demoró la izquierda dura en pararle, y con harto follaje, un árbol al lado a Bachelet. Se equivocó medio a medio, cuando dijo que por ser el único en pie, todos se querían subir a él. No era el único, y prueba de ello es Izkia Siches.

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