LA IDIOTEZ NO TIENE REMEDIO

VOXPRESS.CL.- En el entendido de que, por cierto, se trata de una de las catástrofes más devastadoras que ha sufrido Chile en los tiempos modernos, resulta una idiotez -ya sabrá por qué- andar atribuyendo a la autoridad el que los efectos de la epidemia han terminado siendo mucho más destructivos que los calculados al inicio de ella.
Los intereses políticos colectivos e individuales, claramente identificables por sus raíces, se han convertido en agotadoras e incansables prédicas cotidianas con el indisimulado propósito de obtener alguna porción de ventaja, ojalá la más grande posible.
Los más incisivos, quienes se atribuyen el don de la verdad, son los mismos que le heredaron al Gobierno de Chile Vamos un sistema de salud pública en ruinas, tanto en lo financiero como en lo estructural. Nadie quiere recordar ahora, que la administración socialista/comunista de la Nueva Mayoría le prometió al país triplicar el número de hospitales, y, simplemente, no lo hizo. Logró dejar adelantados unos pocos y en proyectos quedaron otros tantos.
En uno de sus Mensajes Presidenciales (entonces, un 21 de Mayo), Michelle Bachelet se comprometió ante el país que al final de su período, en marzo de 2018, “habrá 20 hospitales construidos, 20 en construcción y otros 20 en estudio”, anuncio que se derrumbó a mediados de 2017, cuando ella misma reconoció, públicamente, que por "debilidades en la gestión estatal" (¡) había que olvidarse de esa promesa.
Al margen de ese intencionado ‘olvidado’ por parte de la actual oposición, dado el incumplimiento y fracaso de la administración socialista en un área tan sensible y precaria, en el marco de esa promesa no satisfecha, hoy nadie quiere recordar que médicos de servicios fiscales de entonces repararon en que, de construirse todos o parte de esos hospitales, iban a estar vacíos por no considerar -dicha planificación- que, proporcionalmente, el sistema debía ser reforzado con infraestructura interna y, algo estratégicamente clave, con una dotación muy mayor de profesionales y técnicos especialistas.
La ceguera política que impulsa a muchos opositores a tratar de convencer a la población de que “por imprevisión y mal manejo” de este Gobierno y su respectiva autoridad sanitaria, los hospitales están reventados, carecen de camas, faltan ventiladores mecánicos, el personal sanitario, además de escaso, está contagiado y que las ambulancias hacen fila en los frontis de ellos porque a los “enfermos no se les hace espacio”. Esta campaña excita todavía más a los, de por sí, excitados parientes de los requirentes de atención.
Tímidamente, algunos de los profesionales que todos los días desfilan por los sets televisivos, responden técnicamente las repetitivas preguntas sobre dicho tema. Todos los interrogatorios, con sesgo y malicia, sin excepción, dejan entrever censuras al manejo de la crisis, y los médicos, algo aturdidos por tan descomunal bombardeo, dicen, pero no se les escucha, que el sistema en sólo tres meses fue capaz de duplicar el número de camas críticas y de triplicar la cantidad de ventiladores, sumando una ingeniosa capacidad de los técnicos de adaptar equipos de anestesia en suministradores de oxígeno. La emergencia llevó a que decenas de funcionarios se especializaran, directa o vía remota, en el uso de monitores que nunca antes estuvieron en el margen de sus funciones.
De todo ello, la oposición no habla.
A través de diferentes instrumentos, los servicios han ido incorporando nuevos funcionarios, profesionales o paramédicos, hasta conductores de ambulancia, para amortiguar el terrible impacto de una masividad infecciosa que no da tregua, en muy buena parte, por el típico idiotismo del chileno.
Idiota tiene una doble interpretación: en la antigua Grecia equivalía al individuo indiferente y desinteresado en los asuntos de la sociedad, mientras que, más tarde, el latín adecuó el concepto a los “sin inteligencia e ignorantes”.
En este caso específico de la crisis sanitaria, ambos tipos de idiotas, claramente perfilados en esta dramática vivencia, generan un daño inconmensurable: los falto de inteligencia políticos opositores y comunicadores, y los que siguen gozando de la vida en las calles o bailando y bebiendo en grupos, ajenos a su responsabilidad en la muerte del prójimo. La vacuna contra el virus tendrá que aparecer y el ritmo de contagios en Chile deberá disminuir, pero la idiotez es un mal que no tiene remedio. Se nace y se muere con él.