COMIDA, SÍ, BOMBAS, NO

VOXPRESS.CL.- Cronológica y matemáticamente se han ido cumpliendo los lúgubres pronósticos originados por la pandemia y, para peor, aumentados por los confinamientos: más enfermos, más fallecidos, más hambrientos y el deducible surgimiento de la violencia política.
Existían, y lógicamente existen, temores de que la crisis social por desempleo y carencia de dinero dejada por el galopante virus, iría, mucho más temprano que tarde, a dar motivo al escenario de extrema urgencia solidaria que se está viviendo.
El primer foco de drama social asomó en el amplio sector de casi 2 millones de personas, que ´trabajan’ por cuenta propia, realizando múltiples labores menores, sin contrato ni previsión de ningún tipo, para obtener un sustento diario.
Son quienes subsisten día a día con lo que logran obtener día a día. Si las cuarentenas le impiden salir a ganar aunque sea una cuota ínfima de dinero, simplemente se quedan sin comer ni pueden responder a sus necesidades más básicas.
Para este inmenso grupo de habitantes, el Gobierno, vía ley express, también generó una ayuda monetaria, pero por las barreras obvias para poder recibirlo y por una cuestión de tiempo, no podían ni pueden esperar: necesitan saciar su hambre todos los días, y desde hace días.
Mientras la epidemia continúa ascendiendo por su propio carril, desbordando, incluso, los peores pronósticos que hizo Salud en enero, irrumpió en el país una espontánea solidaridad que pocas veces se ha visto.
Por insinuaciones de un senador RN –de paso, contagiado-, La Moneda encaró la ayuda más práctica y efectiva en emergencias como ésta, y anunció la entrega de 2,5 millones de cajas con alimentos básicos, las que serán distribuidas por los alcaldes. Son los jefes comunales quienes mejor saben la composición humana de su territorio y, por consiguiente, son los que conocen al dedillo los barrios con bolsones de pobreza.
Los municipios consideran en sus instrumentos de ayuda a sus vecinos más pobres la entrega anual directa de cajas de alimentos, financiadas con sus propios recursos. Uno de ellos, y esto a título de ejemplo, vació su bodega con reserva para todo el 2020 en sólo 10 días. Ése es el nivel de urgencia de los más necesitados.
La iniciativa gubernamental fue unánimemente celebrada por su fuerte contenido social, pero faltó advertir que ese 2,5 millones de socorro alimentario no estaba listo para su entrega al día siguiente: aún no se sabía el más adecuado contenido de los envíos y recién se iniciaría la compra de los productos a los abastecedores.
No sólo en éste, sino en todos los Gobiernos, uno de los más sensibles errores es entregar informaciones confusas que, finalmente, terminan aguijoneando la angustia de la gente que espera por ayuda. Un centenar de vecinos ansiosos se volcó hasta el municipio de El Bosque para recibir las aún inexistentes cajas: para calmar su decepción, dos alcaldes, uno UDI y el otro ex, llegaron hasta esa comuna con alimentos, sin importarles que se trata de una zona históricamente socialista, con dominio de una combativa dinastía de ediles del PS.
A las horas siguientes del esperanzador anuncio presidencial, se vivieron escenas de violencia en una comuna del sur del Gran Santiago y en otras del poniente. Dichas manifestaciones, que tuvieron horas de enfrentamiento con la policía, no fueron protagonizadas por los vecinos cesantes y hambrientos, sino por la misma pléyade de vándalos extremistas que encendieron las jornadas callejeras, tras el Golpe del 18/O.
Menos desprevenido y mejor informado que para el ‘octubrazo’, el Gobierno sabía, perfectamente, de la agitación del PC y del Frente Amplio con activistas infiltrados en los centros vecinales más perjudicados por la inactividad laboral. Esta vez, al revés de la experiencia anterior, la autoridad tuvo el coraje de ordenar la detención de los violentistas y, luego de identificarlos individualmente, enviarlos a tribunales y querellarse caso por caso. Es de celebrar, también, el hecho de que la Justicia, también no repitiendo su complicidad del año pasado, los envió a prisión preventiva. Estos extremistas pasarán un buen tiempo en esa situación dado el atascamiento de vistas.
Estos hechos eran absolutamente esperables, porque los sublevados del 18/O no habían cesado en su protagonismo cuando debieron replegarse por el arribo del virus al país. Una dirigente gremial del PC, en aquella oportunidad, advirtió que “la violencia no entra en cuarentena”.
La amenaza política está vigente, y ahora con el riesgo permanente de que se le alíe una población desmoralizada y hambreada, de tal modo que hasta el más supremo de los esfuerzos es y será necesario para evitar que llegue a producirse esa aleación. De momento se ha percibido una buena recepción a esta solidaridad con los más pobres, y no son pocas las entidades privadas que, sin ninguna publicidad, están contribuyendo con aportes alimentarios. Así, a punta de ayudas y generosidad, tendrá que mantenerse Chile hasta, no se sabe cuándo, recupere en algo su normalidad y la gente, toda, sin exclusión, pueda ganarse la vida, en una empresa, en el campo, en una oficina o en la calle.
Mientras, todos deberán seguir durmiendo con un ojo abierto, porque la izquierda, ésa que ofrece diálogos al por mayor, fue la única que no se refirió a los vecinos hambrientos, sino a la “represión fuera de lugar de Carabineros”. Un diputado opositor denunció que “hasta sacaron nuevos lanzaguas”, otro apuntó a que “se ataca con fuerza a gente que reclama por comida” y quien llegó más lejos fue el ex canciller bacheletista Heraldo Muñoz, al decir que “todos sabemos cuál es el culpable de estas protestas: el modelo neoliberal, que fomenta la desigualdad”, y aprovechó de advertir que “por eso, no hay otra salida que una nueva Constitución”.
A todos estos impugnadores del control de la violencia política se les olvidó consignar que los hambrientos que esperan por un poco de alimentos no tienen un solo peso para comprar combustible para hacer bombas Molotov, ni para fósforos que encienden barricadas, ni mucho menos para adquirirles droga a los narcos extremistas que hacen gala de sus fuegos artificiales clandestinamente importados para anunciar la venta de estupefacientes y lanzárselos directamente al rostro a los funcionarios policiales.