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RUIDOS Y SILENCIOS DE LA NOCHE EN QUEDA


VOXPRESS.CL.- La noche no ha sido la mejor aliada de la población para eludir el contagio del virus, ni menos ha resultado un antídoto para garantizar la certeza de las cuarentenas, ya que como nunca en los toques de queda, el movimiento de vehículos y personas han tenido tanto volumen. Incluso, los delitos nocturnos aumentaron en un 35%.

Definitivamente, el toque de queda, al menos en Chile, dejó ser sinónimo de queda.

Cuando el entonces general Carlos Prats –extinto suegro del alcalde socialista de Huechuraba- asumió como ministro del Interior de Salvador Allende y decretó toque de queda, se hizo patente el temor de la población por salir de noche. Más tarde, tras el ‘once’, dicha ordenanza se transformó en una real amenaza para la vida de quienes lo transgredieran, y hasta los portadores de salvoconductos se movilizaban con extremas precauciones.

Fueron tiempos ésos de toques de queda sin alteraciones, al revés de lo ocurrido durante las pocas horas que duró el decretado después del 18/O y con el actual, vigente por el Estado de Catástrofe.

Este cambio de actitud es fruto de una generación que no conoció la rigidez de los toques de queda del pasado, tanto la militar como la civil. Los que no obedecen a una verticalidad de mando, y por tanto el concepto de disciplina les resulta ajeno: son indiferentes a las órdenes, desafían a la autoridad y son atrevidos sin límites: salir a fumar “un pucho” no pudiendo salir a la vía pública, nada de extraño tiene para ellos.

Consecuencia de su actitud indiferente frente al cuidado imprescindible por los riesgos de contagio, se les encasilla como “los que no entienden nada de nada”. Pero sí entienden: conocen los peligros a que se exponen y, como se sienten tan seguros de sí mismos, se enfrentan conscientemente a ello.

El hecho de que transiten libremente por las calles, hallándose en cuarentena y lo hagan también en horarios de toque de queda, no es producto exclusivo de su exquisita prepotencia, sino es el resultado de las debilidades del sistema oficial de restricciones.

Días atrás, se constató que en una sola comuna -¡en una sola!- de 1.400 retenidos (porque no se les detiene) por transitar durante el toque de queda, 1.040 portaban permisos bajados desde la página web comisaría virtual. Éste es un relajo auspiciado por los mismos entes encargados de evitar que no ocurra lo que ocurre.

Estos desafiantes de las ordenanzas tuvieron un ‘ensayo general’ con motivo del brevísimo Estado de Emergencia post ‘octubrazo’: a plena vista de las patrullas de uniformados permanecían reunidos en las calles para originar disturbios y protestas. Poco tardó esta generación de extremistas en percatarse de una gran diferencia entre la actitud de los militares del 73 con los actuales, éstos, muy reticentes a correr riesgos que terminen inculpándolos.

La lectura de aquel toque de queda –octubre de 2019- ha sido puesta en práctica en el actual, conscientes los insubordinados de que una eventual retención para ser enviados a la Justicia se paga con poco o con nada.

Un infractor leve de la ley de tránsito sufre un mayor costo que un violador de la cuarentena o del toque de queda, ello dada la manga ancha, por motivos ideológicos, de una enorme mayoría de magistrados.

En este escenario, no obstante, lo que más debe preocupar al país en su conjunto es el ‘silencio’ de la noche aprovechado por los grupos extremistas, que aprovechan de detectar zonas sin protección militar/policial para planificar, desde ya, lo que les quedó pendiente de su Golpe político del 2019. Si se lee bien lo que está pasando, el contingente militar de vigilancia pública es definido, y se autodefine, de índole “sanitario”, pero en rigor su objetivo es proteger “edificaciones estratégicas” como lo son, hoy más que nunca, los centros asistenciales. Discretamente, también en otros lugares del territorio en estado excepcional, los uniformados cuidan instalaciones de producción energética.

La amenaza de una segunda sublevación popular está a la vuelta de la esquina. Ésta no será exclusivamente de génesis extremista como la anterior, pero su táctica será similar a la conocida por su pertinacia de terminar con la institucionalidad, sino –peor- agudizada por la masiva participación de los afectados, no necesariamente de izquierda, por la crisis social.

La izquierda da por hecha la realización del plebiscito constitucional en octubre y, también, da por seguro el triunfo del Apruebo, tal como lo admitió el ex presidente del Senado y experto retroexcavador, Jaime Quintana, quien, simultáneamente, pronóstico que “si el Gobierno no escucha a la oposición, se enfrentará a otro estallido” y que “la elección de gobernadores debe decidirla la convención constituyente”…

A buen entendedor, pocas palabras: se está generando un doble frente de acción subversiva. Uno, relacionado directamente con los catastróficos coletazos sociales de la pandemia, a raíz de la cesantía, de la falta de dinero circulante, de las quiebras y de la campaña distorsionante y populista provocada artificialmente por los jefes comunales, entre ellos algunos supuestamente proclives al Gobierno (“mis vecinos no se mueren por el virus, sino de hambre”, denunció el ‘oficialista’ alcalde capitalino Felipe Alessandri). Éste es el factor que le dará una gran masividad a este segundo estallido.

El otro frente, el genuinamente ideológico, es el plebiscito y su realización. Es considerado por la oposición como el primer foco de operación, dependiendo, primero de su materialización, y después de su resultado. Existe total determinación de no aceptar el triunfo del Rechazo, para lo cual se está reclutando a un contingente de jóvenes remunerados para que ejecuten los operativos planificados. Éste parece ser el respaldo del senador Quintana para anticipar que los gobernadores deben ser electos por la futura convención constituyente.

De todos los ‘ruidos’ de las noches de toque de queda, los realmente inquietantes no sólo para la población, sino para el futuro del país, son los silencios nocturnos de parte de los agentes del extremismo que se aprovechan de las brechas de la queda para detectar y chequear lugares que les aseguren ciertas libertades para sus operaciones futuras.

Creer que el objetivo supremo extremista lo succionó este Estado de Catástrofe es una ingenuidad: informaciones existen al respecto, y el eje venezolano no ha dejado de trabajar en esa dirección. El punto se tocó en la llamada telefónica de Trump a Piñera, la que no fue precisamente para hablar del virus.

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