LA “NUEVA NORMALIDAD” NO ES MÁS QUE ANORMALIDAD

VOXPRESS.CL.- A poco de instalarse entre la población el coronavirus, los médicos epidemiólogos asumieron la absoluta convicción de que se trata de una crisis sanitaria de largo plazo. Pronto descartaron la idea inicial de que constituiría un foco acotado que podía atenuarse en un lapso probable de cuatro meses. Hoy existe el convencimiento de que los habitantes tendrán que convivir con él prácticamente hasta fines del 2021, lo que, de inmediato, demandó la puesta en marcha de acciones que permitan a la ciudadanía llevar una vida lo más parecida a la normalidad, pero sin ser normal.
Ningún país en el mundo, por riquísimo que sea, puede resistir un largo tiempo paralizado por priorizar la prevención del contagio. La crisis socioeconómica generada por el desplome total de la actividad productiva y comercial, tiene a las naciones sumidas en una gran recesión, unas más que otras, pero todas igualmente angustiadas porque hasta en sus cálculos más optimistas, quedaron cortas. A poco de estallar la pandemia en Chile, el ministro de Hacienda, Ignacio Briones, manifestó que “tenemos la suerte de que el severo impacto financiero adverso será breve y que del pozo saldremos rápido”. Su visión primitiva debió modificarla con rapidez, frente a las veloces e insospechadas consecuencias de la epidemia.
El rubro gastronómico, los microproductores, el comercio minorista, los independientes y el ámbito más sensible a cualquier remezón económico, el inmobiliario.
Para que se hicieran realidad las originales percepciones de una recuperación veloz resultaba determinante, y clave, que el virus se fuera rápido. Pero como no será así, el país continuará con permanentes condicionantes respecto al cuidado de la salud, y su gente vivirá preocupada de no contagiarse y de evitar algún rebrote, todo ello hasta que no se descubra la vacuna. Antes de enero, imposible.
El país, actualmente postrado, casi inmóvil, tendrá que empezar a ponerse de pie, pero ello será lenta y cuidadosamente, dando pasos débiles, zigzagueantes, casi de pruebas, y todo en medio de un temor, casi pavoroso, de la población, que emocionalmente está notoriamente tocada.
A esta etapa, casi de ensayo, en que se probará la capacidad del ciudadano de reactivarse y de precaverse simultáneamente para no contagiarse, se le llama, torpemente, “nueva normalidad”. Ello constituye un error y un engaño, tal como ocurrió con el Golpe del 18/O, a cuyo resultado se le denominó “nuevo Chile”, un país semi destruido, pintarrajeado entero, con locatarios y sus empleados cesantes, con los derechos civiles violados y con una institución, Carabineros, que de ser la más admirada pasó a consumirse en la hoguera por una diabólica campaña de descrédito. Hace poco, la Justicia sobreseyó a tres funcionarios que casi fueron colgados en una plaza pública por las falsas acusaciones de parte de un homosexual, alumno de la Universidad Católica y cuyo rector, Ignacio Sánchez, defendió a brazo partido, contribuyendo sin conocimiento a enlodar a los policías.
En ese “nuevo Chile” hubo ejemplos esclarecedores de la “nueva normalidad”: transporte, pasajeros y peatones fueron acostumbrados a la fuerza a no transitar por Plaza Baquedano todos los viernes a partir de las 16 horas. Quienes solían almorzar y/o abastecerse en locales próximos a dicho lugar tuvieron que partir a otros lugares, porque ésos fueron saqueados, incendiados o quebraron. Dos antiguos hoteles, y muy turísticos del sector, tuvieron que cerrar.
La normalidad es la “cualidad o condición de normal”, esto es, que “se ajusta a las normas o que se halla en su estado natural”. En un sentido general, la normalidad hace referencia a “aquel o aquello que se ajusta a valores medios”. Un individuo con un implante en uno de sus miembros inferiores no es normal, pese a que, al caminar, se desenvuelve con una aparente normalidad.
No puede considerarse normal que para acceder a un centro comercial, sus concurrentes deban ser sanitizados previamente, tengan que usar mascarillas y mantener una distancia de otro. El teletrabajo es una opción ya conocida en sociedades de culturas infinitamente superiores a la chilena, con ejecutores honestos que no realizan ese rol como una oportunidad de sacar ventajas.
Es aberrante motejar de “nueva normalidad” las arbitrarias diferencias con que los escolares primarios y secundarios retomarán un supuesto ritmo de estudios: algunos a distancia, otros con sistema presencial pero sin contacto físico, con recreos dentro de las aulas y otros tantos con regímenes especiales, porque carecen de internet y tampoco pueden asistir a clases. Es en este rubro tan extremadamente sensible, como es la educación, donde se va a concentrar una anormalidad descomunal.
Por un mínimo apego a la seriedad, es exigible a todos quienes, con tanta ligereza, hacen alusión a la “nueva normalidad”, que se abstengan de hacerlo. Conscientes de las tentaciones del chileno, es muy probable que se habitúe a los “medios ritmos” y a los trabajos parciales. Chile no recuperará su funcionamiento pleno como país hasta que se haya neutralizado la última cepa del virus, y si es que la recesión económica se lo permite.