EL VIRUS, UN TAXÍMETRO DE LA POBREZA EN CHILE

VOXPRESS.CL.- Las siguientes escenas sucedieron en el territorio de Las Condes en plena cuarentena obligatoria, dominio del alcalde más farandulero y sobreventilado que hayan conocido sus vecinos. Una médico cirujano (63), apenas conoció de parte de un laboratorio que portaba el virus, se fue a comprar a un supermercado. Horas antes, un jardinero encargado de los céspedes de casas cercanas, en su domicilio de Conchalí, sacaba cuentas acaso sus escuálidos ahorros le alcanzaría para sobrevivir hasta el fin de la restricción: por ser independiente no obtuvo el permiso para acceder a la zona prohibida.
Con una cuarentena de un par de millones, con la cesantía de otros tantos y con una productividad tan insignificante como para que el país gatee, Chile se adentra, cada día que pasa, en la crisis económica y social más devastadora de su historia.
El tranco fuerte de millones rumbo a la pobreza, y a la extrema pobreza, es el escenario, sí o sí, guste o no, para los próximos meses y, quizás, para cuantos años.
Los responsables de este real Estado de Catástrofe no están en Chile, pero aquí los hay y son quienes se han encargado, con gran empeño, en propagar la pandemia y, con ello, impedir que los millones que quieren trabajar e ir a sus faenas para mantenerse ellos y a sus familias, no puedan hacerlo. Puede parecer inentendible, pero es así: el círculo vicioso lo iniciaron los viajeros que regresaron al país contagiados y lo difundieron, los pánfilos que convivieron con éstos y, sarcásticamente, las víctimas no son quienes enfermaron, sino modestos trabajadores a quienes se les inmovilizó para evitar que se contaminasen en las comunas en cuarentena.
El Gobierno, en rigor, y mucho tiene que ver la política de prevención del ministro de Salud y de su equipo, quienes apenas conocida la fuga de la cepa desde manos de científicos chinos en Wuhan, aplicaron un fraccionado plan de contingencia, avisándole al país, ya en enero, que el virus, sí o sí, llegaría a Chile, “aproximadamente en abril”. Sólo se anticipó, gracias al acendrado turismo de nuestros compatriotas.
Lo que no estaba previsto en protocolo alguno era el altísimo nivel de imbecilidad de sectores de la población que, al infringir las instrucciones básicas de prescindir de encuentros grupales y roces individuales, acelerando y elevando la curva de contagio.
Vino, así, el primer sacrificio para la población inocente con la puñalada al mundo del comercio, grande y chico por igual: la cuarentena preventiva voluntaria. El cierre de locales y la imposibilidad de ventas, originaron el colapso inicial, con decenas de miles de propietarios en sus casas sin percibir un solo peso de ingreso.
Pese a la inmensidad de ese costo pagado por el comercio, surgieron las presiones políticas sobre un Gobierno cada vez más feble: personajes de izquierda y alcaldes sanitizadores y populistas, pensando en sus reelecciones, chillaron hasta que La Moneda cedió e implantó la cuarentena obligatoria, aplicando el encierro total en comunas más contagiadas.
El objetivo de la izquierda, de la oposición y de los alcaldes -ninguno entendido en salubridad y epidemiología- fue obligar al Gobierno a sellar a Chile, esto es, decretar cuarentena obligatoria en todo el país. Llega a ser asombroso tanto interés en una paralización nacional, en la absoluta certeza de que, excepto la minería, nadie produciría nada, con millones de trabajadores en sus casas y con empresas, de cualquier tamaño, perdiendo, día a día, gradualmente su patrimonio hasta llegar a su quiebra.
A raíz del vandalismo generalizado tras el Golpe extremista del 18/OC, por los saqueos e incendios, la economía, que no era muy auspiciosa hasta antes de octubre, no sólo experimentó un frenazo, sino un fuerte retroceso que la dejó sin crecimiento. A ello hubo que agregar los miles de desempleos obligados no previstos por el quiebre o cierre de pymes y la baja de ventas por falta de clientes, éstos, atemorizados por las violentas manifestaciones extremistas.
Chile quedó muy mal herido después del Golpe político de izquierda, y ahora lo ataca un virus tremendamente dañino y dispersado por estúpidos irresponsables.
En estos momentos, crease o no, es muchísimo más grave la crisis social/laboral generada por los transmisores del virus que la pandemia en sí. El Ministerio de Hacienda le solicitó a CODELCO anticiparle recursos al Fisco, pero ésta se halla al límite por una de las dos mayores bajas del precio del cobre en cuatro décadas, porque los contaminadores chinos le compran menos. Con el alza del dólar, los innumerables productos importados se reajustaron fuerte al alza, e incluso el pan, con trigo argentino, subió su valor.
Chile es un país con expendio total, pero con sus cortinas cerradas y con los trabajadores, sanos, en sus casas. Los empresarios, sin manos de obra, redujeron las plantas y aminoraron sus producciones, conscientes del grave déficit del poder adquisitivo.
En el país hay ocho y medio de trabajadores asalariados, esto es, con contratos de trabajo. De ellos, sólo un millón tiene garantizado sus pagos mensuales y beneficios, que son los de la administración pública, porque el Estado, tenga o no fondos, les debe cumplir mes a mes. Los sueldos más altos en este segmento radican en los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, en ese orden, y en CODELCO. El ministro de Hacienda, Ignacio Briones, llamó a sus colegas del Gabinete a rebajarse en un 30% sus remuneraciones (“dada la situación del país”), pero nadie le respondió.
De esos 5 millones de asalariados del sector privado, existe un progresivo número de desvinculados que viven del Seguro de Cesantía. Pero a ellos hay que agregar a los 2 millones que laboran por su cuenta, esto es, jornaleros que lo hacen sin ningún tipo de dependencia contractual. Ninguno está percibiendo ningún tipo de renta a causa de las cuarentenas obligatorias, ya que no pueden acceder a las comunas cerradas.
En el país, los contagiados por el virus están en el orden de los 4 mil, pero los trabajadores sanos que no pueden hacerlo por las cuarentenas y las más variadas y algunas absurdas restricciones, se aproxima a los 2 millones. O sea un increíble 0.01% se lleva toda la atención en desmedro de los demás.
Por la interesada presión de políticos interesados en lo suyo no se ha puesto el gran foco en quienes lo están pasando mucho peor que los que se hallan sobre una cama con mascarilla. Es así de terrible: este virus es un taxímetro a la pobreza: mientras más avanza, más y más caro le sale al país y a sus trabajadores.