EL DRAMA DE LOS TRABAJADORES INDEPENDIENTES

VOXPRESS.CL.- Durante su primer Gobierno, el Presidente Sebastián Piñera se vanaglorió de haber ideado la creación de mini/empresas en el plazo record de un día para fomentar el emprendimiento. Ahora, en su segunda administración, y por motivo del ‘octubrazo’ y de la pandemia, esos pequeños empresarios están en ruinas, si es que siguen existiendo.
El Congreso, en un arrebato de urgencia, despachó una ley de “protección al empleo” que evita la ruptura del vínculo contractual de empleados cesados por las empresas por falta de productividad y por la paralización del mercado. La norma de emergencia, pone como eje al Fondo de Cesantía, el que deja totalmente de lado algún tipo de auxilio a las pymes más chicas, a los independientes y al comercio minorista. Todos, sin excepción, son pagadores de IVA y, consecuentemente, contribuyentes del Estado y aportantes, irónicamente, a ese flotador financiero para los demás, pero no para ellos.
Al margen de estos contribuyentes, más de un millón de personas trabaja por cuenta propia, núcleo que se ha incrementado por la cesantía que originó el Golpe del 18/O. No pagan impuestos ni, muchos de ellos, permisos, pero mercadean una infinidad de productos para poder alimentarse en el día a día.
Los grandes empresarios pueden prescindir de los servicios temporales de sus trabajadores, pero los medianos, pequeños y minis, si lo hacen, dado su ínfimo personal, deben bajar las cortinas. A los locatarios de Alameda y Providencia que debieron cerrar por el vandalismo del extremismo de izquierda, nadie les restituyó sus pérdidas. Muchos fueron incendiados y saqueados, obligándolos al término del negocio.
La poco moral costumbre de las autoridades de desentenderse de sectores menores de la cadena productiva por razones políticas, es la que contribuye a que la gente pierda la fe, el interés y el espíritu de emprender…si es que le queda un peso para intentarlo de nuevo. Esta discriminación de la reciente ley, llega a ser odiosa, porque ante el ataque de una pandemia, los legisladores se activan y salen de su letargo, en cambio, frente a una desolación originada por un movimiento ideológico, violento y destructivo, todos miran hacia el lado.
Este inmenso mundo del pequeño comerciante de innumerables características que vive del ‘chaucheo’ diario, no resiste más con sus locales inactivos, ya sea una peluquería, una reparadora de calzado, un quiosco, una tienda de cosméticos, un manisero o un expendio de delantales. Todos tienen una característica en común: no constituyen centros de congestión masiva. Si funcionan, no son focos de contaminación.
El seguro de desempleo es un recurso de emergencia –por causas mayores- que no cubre ni a la mitad de la población trabajadora, pues quedan fuera las (los) trabajadores de casa particular y todos los emprendedores independientes y los por cuenta propia, que en total se calculan en más de 3 millones y carentes de representación colectiva.
De acuerdo al INE, de una fuerza laboral de 9 millones de personas, solo el 54%, esto es, 4.858.080 lo hacen con contrato formal en el sector privado, y otro millón corresponde a funcionarios del sector público, amparados por una ley de inamovilidad. El resto de toda esa población pertenece a mini pymes, independientes y cuenta propia, todos abandonados a su suerte según el compás de las cuarentenas.
Sólo en la medida en que se confine aisladamente a los contagiados por el virus, habrá una esperanza de flexibilizar la circulación de personas sanas y, con ello, una ventana de comercialización a los independientes y emprendedores que están hace semanas sin ingresos y, lo más grave, sin un socorro como el Fondo de Cesantía con efecto retroactivo que, a partir de la semana pasada, beneficia a los desafectados de sus empleos.
Por tratarse de pequeños empresarios y de independientes, carecen de las garantías que suelen exigir las entidades financieras para sacar del foso a las empresas grandes y medianas. Resulta de toda justicia que ante la situación actual, es indispensable una intermediación o un aval del Estado para sacarlos del atolladero y aproximarles una luz verde a su tremenda incertidumbre.
Los enfermos del virus tienen sanación, y de ello da fe la curva progresiva de enfermos dados de alta, pero es muy superior el número de víctimas sociales, como este tipo del sector laboral, para las cuales nadie ha atinado a plantear algún tipo de ayuda. Increíblemente, estos emprendedores que aportan, muchos de ellos, a la caja fiscal, están totalmente abandonados y nadie parece verlos.