EL DERECHO A DUDAR DE UN MURCIÉLAGO

VOXPRESS.CL.- “Hasta Dios es posible” suelen decir los agnósticos, dejando entrever que el derecho a duda es la facultad humana de contraponerse a ciertas certezas impuestas. Cuesta, y mucho, creer de buenas a primeras la versión oficial difundida al mundo entero, en cuanto a que esta terrible pandemia que mata y arruina las economías, la originó el consumo de algún tipo de animal por parte de consumidores chinos.
Es una interrogante inevitable y necesaria de plantearse respecto a un virus que no ha afectado tanto al entorno del supuesto foco con la fuerza con que lo ha hecho contra millones de personas y de países con consecuencias sanitarias y financieras desastrosas.
Oficialmente, al menos fuera de China, nadie tiene claro el real origen de la pandemia y, por lo mismo, ninguna hipótesis es descartable. Será el tiempo, en la medida de lo posible, el que se encargue, algún día, de revelar la veracidad de uno de los peores atentados contra la salud de la humanidad y con gigantescas secuelas para el bienestar de las personas.
Por propia confesión de la dirigencia comunista de China, el virus se habría producido por la ingesta de una especie de murciélago adquirido en el mercado de animales de Wuhan.
Más tarde, las mismas autoridades cambiaron el origen del contagio, asegurando que fue el consumo de un pangolín, un mamífero poco conocido, para, luego, descartarlo, reafirmando que “habría sido” un murciélago que, previamente, fue devorado por una serpiente.
Es de dominio mundial que la dieta de los chinos, por siglos, es rica en animales, reptiles, aves e insectos de todo tipo, consumidas natural o muertas. Un manjar es comer los sesos de un mono enano, colocado en el centro de la mesa, y al cual se le rompe el cráneo en el acto.
En sus ciudades abundan, por ejemplo, carnicerías de serpientes, mercados de seres en estado salvaje y acuarios con diferentes productos del mar que van directamente del agua al plato.
Como se trata de una costumbre tan masiva como ancestral, es de toda lógica suponer que los chinos tienen en sus organismos anticuerpos y los mecanismos de defensa para que especie exóticas y salvajes vivas, consumidas a diario, no les originen trastornos de de salud.
La versión oficial china, al no ser fácilmente digerible, invita a la duda y abre interrogantes. El primer contagiado por culpa del supuesto murciélago a comienzos de diciembre en Wuhan, apareció “vivito y coleando” a mediados de marzo sin evidencias de haber contraído algún virus.
Siempre en el marco del misterio de una dictadura hermética, existen evidencias de que la enfermedad transmisora fue planificada como parte de la enceguecida guerra comercial entre China y Estados Unidos, la que, de paso, impactó fieramente a las economías del resto del mundo. En pleno desarrollo de esta pugna, el ministro de Defensa chino, general de Ejército Wei Fenghe, hizo pública alusión a una amenaza química contra su potencia enemiga, afirmando, tal cual, que “el riesgo de perder a 50 millones de nuestra población no es nada al lado de los 80 millones de norteamericanos que morirían”. Esta advertencia fue hecha a fines de 2018 en Beijing.
Byung-Chul Han es un filósofo y fenomenólogo contemporáneo, oriundo coreano y nacionalizado alemán, quizás el más leído en la actualidad, quien se refirió a la crisis sanitaria mundial y también dio luces sobre su causa. Al margen de asegurar que Asia pudo resolver rápido la epidemia gracias a la tecnología de la cual carece occidente, aseveró que “si la idea fue aniquilar al capitalismo, no resultó, y éste es muy probable que salga fortalecido”.
En Wuhan se encuentra el centro de investigación científica militar más importante de China, y se cree que fue allí, por problema de manipuleo, desde donde pudo fugarse la cepa contaminante. No por casualidad, fue a sus mismos investigadores a quienes el Gobierno encargó, a mediados de diciembre de 2019, días después de que estallara el primer caso, que encontrasen un antídoto.
Simultáneamente a ello, el doctor de Wuhan que denunció públicamente la aparición del virus, Peng Yinhua (29), fue uno de los primeros en morir…contagiado.
El descubrimiento de la vacuna fue anunciada por una científica del Centro Militar de Investigaciones a fines de febrero , de inmediato, probada en seres humanos, quienes –se dice- voluntariamente aceptaron ser inoculados. Por estos días, mientras en China se da por superada la pandemia y se retoma la normalidad, el resto del mundo continúa contagiándose y con sus economías por los suelos.
Llama la atención que China, que no suele salir de sus fronteras a colaborar sino a dominar, presurosa envió un equipo médico a la estresada Italia, millones de mascarillas a España y donó respiradores mecánicos a Chile.
Todo lo resumido en estas líneas es producto de recopilaciones recogidas de las propias autoridades chinas, incluso lo afirmado por Zhao Lijian, vocero del Ministerio de Asuntos Exteriores, quien el 12 de marzo, denunció que "la causa del virus podría haber sido el ejército estadounidense, el cual trajo la epidemia a Wuhan", y anunció una demanda a EE.UU. por ser el primitivo poseedor de la cepa.
Por lo reciente de su afirmación surgen más luces ratificadoras de que la pandemia sí es parte y consecuencia de la guerra comercial entre las dos grandes potencias mundiales. El mundo y un murciélago inocente están pagando el precio de la codicia por disputarse el dominio de la población planetaria.
De paso, hoy EE.UU, es el país con más contagiados del mundo, con 3 millones de trabajadores viviendo de su seguro de cesantía y con un 16% de aumento en el desempleo. Como para no seguir creyendo en el murciélago.