SE DESPLOMAN LOS TEMPLOS DEL SABER

VOXPRESS.CL.- De acuerdo a cifras de la OCDE, el historial de las universidades chilenas está signado por dos antecedentes estadísticos que echan por tierra mitos y engaños: el 80% de los licenciados de Educación Media ingresa a las privadas y éstas, en cuanto a aranceles, resultan más baratas que las públicas. Son datos que contribuyen a aminorar en buena medida la demonización que los estatistas, extremistas y la izquierda hacen de la enseñanza particular, al punto de tenerla en su mira para exterminarla en la hoja en blanco de una eventual nueva Constitución.
Para mayor irritación de los enemigos de las universidades privadas, una estadística reciente especifica que este 2020, las estatales descendieron un 5% sus matriculados, porcentaje que mutó a las privadas, lo que, además, significó que los puntajes de admisión de éstas subieran.
El CRUCH, y en particular su caudillo Ennio Vivaldi (PS), rector de la Universidad de Chile, culpa de ello “al sistema generado en dictadura”, pero son los propios alumnos y sus apoderados quienes, públicamente, aclararon los motivos de su elección: la educación superior privada, aunque no en su totalidad, no pierde meses de clases y sus años académicos, a lo máximo, se cierran con una semana de retraso.
El 2019, las universidades públicas dejaron de pasar el 54% del programa anual, a raíz de paros, tomas y movilizaciones.
En los planteles privados –aunque, insistimos, no en todos-, todavía prevalecen el respeto y la disciplina, en el convencimiento de sus autoridades de que la misión de una universidad es formar personas integrales, de bien y con la mejor preparación profesional que se le puede ofrecer al alumno.
Un establecimiento privado capitalino –y omitiremos su nombre para evitar suspicacias-, pese a su breve trayectoria se ubicó entre las mejores cinco universidades del país, y ello gracias a su educación de calidad.
El año pasado, debe recordarse, una alumna de la Universidad de Chile fue agredida y expulsada de su sala de clases por el ‘crimen’ de no ser de izquierda. También es bueno memorizar que cuando se discutía la Ley de Gratuidad, la diputada comunista Camila Vallejo pidió que el no pago de los estudios fuese sin restricciones, esto es, sin fecha de coincidencia con el término de la carrera, con la finalidad de que el beneficiado pudiese disponer sin límites de su estada para concientizar indefinidamente a sus compañeros. Un ‘estudiante’ de Letras de la Universidad Católica de Santiago, de 28 años y padre de familia, resultó aturdido por el chorro de un lanzagua de Carabineros en una protesta en Valparaíso.
La gratuidad, como es de dominio público, es una piedra en el zapato para los rectores de las ues estatales por el desfase en los pagos fiscales y porque el alumno libre de arancel que repite le obliga al plantel a cancelar el 50% del beneficio. Ésta es la causa de que por tercer año consecutivo, la deserción en primer año de universidad se ha triplicado: el MINEDUC reveló que la tasa de deserción total supera el 20% respecto al número de matriculados.
En el Congreso Nacional se pretende reactivar un proyecto de Fortalecimiento de las Universidades Estatales, ello en respuesta a la solidez alcanzada por los establecimientos privados y, más aún, por los datos más recientes en cuanto a matrículas de unos y otros.
Se teme, y con razón, que éste sea el preámbulo, o un punto de partida, de lo que quiere imponer la izquierda y el extremismo con su tenebrosa hoja en blanco de una eventual nueva Constitución. En la reciente ofensiva estudiantil del 11 de marzo, los jóvenes oradores del mismo movimiento que ultrajó la PSU, insistieron en su objetivo de terminar con “todos los bastiones del capitalismo” en la educación y no omitieron apuntar a los colegios y universidades privadas.
Puede parecer un sarcasmo, pero el progreso de las universidades privadas no obedece sólo a la seriedad de sus políticas de estudio y a su preocupación por la infraestructura, sino, en buena medida, a la desconfianza generalizada que los planteles públicos han acuñado entre la población, y ello independiente de sus cuerpos docentes.
Las universidades estatales se han convertido en nido de resentidos sociales, de adoctrinadores ideológicos y hasta en el refugio de los temibles primera línea, que impiden que los pocos realmente interesados en estudiar y proyectarse en sus vidas, puedan hacerlo.
En una conducta habitual del socialismo internacional, en nuestro país un progresista que reniegue de la educación privada no se conforma con no adherir a ella, sino, la persigue para exterminarla. Es un fenómeno digno de no creer: la izquierda aborrece el desarrollo y persevera en el retroceso de la sociedad.
Quizás no suficiente, pero es una luz de esperanza para el país que existan jóvenes, y muchos, que optan por una alternativa educativa de orden, disciplina y respeto, superando, incluso, el renombre y la tradición de otrora insignes establecimientos. Es reconfortante este tipo de opción, porque significa que tomaron conciencia de la anarquía y la ideología que se apropiaron, y arrasaron, con la mayoría de las universidades que, alguna vez, fueran consideradas venerados templos del saber.