LA PEOR DE LAS DESPEDIDAS PARA LA PSU Y SU COMPLEJO DEBUT EN EL MINEDUC

VOXPRESS.CL.- Jamás soñaron el Consejo de Rectores (CRUCH) y, específicamente, la Universidad de Chile con su DEMRE el desgraciado final que tuvo su período de administración de la PSU, la que a partir de este 2020 tendrá otro nombre. El examen general para la selección universitaria pasa, ahora, a manos del MINEDUC, o sea, es el Estado el que toma uno de los fierros más calientes de la educación.
Durante los últimos años, la PSU venía arrastrando y sumando cuestionamientos desde varios flancos, fundamentalmente académicos, porque poco o nada resultaba de utilidad para evaluar las competencias de los secundarios para acceder a la educación superior.
La última prueba en manos del CRUCH y del DEMRE fue ésta, la correspondiente a 2019, y terminó rindiéndose a duras penas y en forma anormal e incompleta, este 2020. Nunca antes, ni el emblemático Bachillerato ni la ‘innovadora’ Prueba de Aptitud Académica (PAA) habían tenido una interrupción violenta en su desarrollo. La infiltración ideológica en liceos y universidades fraguó un clima de vandalismo nunca antes visto, que obligó al aplazamiento de la prueba en dos oportunidades y originó su realización incompleta cuando, finalmente, un 80% de los postulantes pudo rendirla. Casi 5 mil tendrán que hacerlo en una tercera oportunidad…
Tanta anormalidad fue posible gracias a los propios rectores, agrupados en el CRUCH, que se negaron al ofrecimiento del MINEDUC de otorgar protección extra a los locales de rendición. Los cabecillas extremistas de la ACES –Asamblea de Estudiantes Secundarios-, los mismos que se encapuchan y fabrican bombas Molotov al interior de sus liceos, advirtieron con mucha anticipación que boicotearían la prueba.
En la creencia de que no tendrían ‘fuego amigo’, los rectores, y en particular el vicepresidente ejecutivo del CRUCH, el PPD Aldo Valle, no le tomaron el peso a las amenazas de los secundarios instruidos por el PC y el Frente Amplio, que presionan por el ingreso universal directo a las universidades y sin ningún tipo de pago ni becas.
Consecuencia de este error de cálculo, toda la generación 2019 que rindió la PSU resultó afectada por la anormalidad imperante. No es aventurado pronosticar mediocres puntajes cuando en el marco de un examen en que se juegan su futuro, los jóvenes lo hacen en medio de una batahola, de la incertidumbre, sin tranquilidad ni concentración, y agudizado su natural nerviosismo por los acosos y, directamente, por agresiones.
Resultaron inéditas las alteraciones de todo tipo de que fueron víctimas los rezagados que se vieron en la obligación de rendirla casi a escondidas a finales de enero: sin reconocimiento de sala, imprevistos cambios de sedes y horarios y, algunos, recorriendo distancias inusuales fuera de sus comunas, en busca de locales relativamente seguros.
Mientras Aldo Valle, rector de la Universidad de Valparaíso, anunciaba que “todo se está cumpliendo, y se va a cumplir de acuerdo a lo previsto”, alumnos de su propia universidad asaltaban la sede de Reñaca, expulsando de allí a quienes aguardaban rendir la prueba.
Los cuervos que los propios rectores criaron les hicieron la vida imposible, en ésta, la última PSU a su cargo, y se lo tienen bien merecido por su grosera complicidad ideológica con quienes han manchado para siempre la formación profesional.
Es a ellos, a los rectores políticamente solidarios con las huelgas y tomas propiciadas por sus alumnos, a quienes hay que responsabilizar por este inmenso daño provocado a toda una generación de licenciados de enseñanza media. El ingreso a la universidad es una puerta al futuro, y de ahí que las familias, hasta la más vulnerables, no omiten sacrificios para que sus hijos se preparen adecuadamente para dar un paso que les puede cambiar sus vidas. Hay algunos recursos de protección admitidos a trámite por la Justicia, pero es esperable que, tras conocerse los resultados de un proceso tan anormal, interrumpido y alterado como éste, sean más las denuncias en contra de estos deplorables (ex) administradores del proceso.
No obstante, así como de mal está culminando una etapa en la selección universitaria, de acuerdo al crispado escenario político actual, nada hace presagiar buenos vientos para la fase que se viene, esto es, el MINEDUC a cargo de la prueba.
Vuelve el Ministerio de Educación a desempeñar un rol que nunca debió abandonar, pero sólo una ceguera impediría ver que los tiempos que corren en el escenario político, y específicamente con la violencia estudiantil, no le harán fácil ni tranquilo implementar un nuevo modelo de selección acorde con las necesidades de la sociedad y con las distintas misiones de las universidades. No desde ahora, sino hace años, existe unanimidad en el ámbito académico que una prueba de admisión a la enseñanza superior tiene que estar ceñida a los nuevos desafíos y a una visión de futuro para que no se continúe engañando a la juventud con ofertas que les garantizan el título de futuros cesantes.
Un consenso es y será fácil de lograrlo acaso en la armazón del nuevo modelo selectivo y del proceso en general sólo intervenga lo más selecto de la academia. Cualquiera contaminación política retrotraerá un nuevo proyecto a la controversia actual.
El nacimiento de esta nueva etapa no se vislumbra sencilla para el MINEDUC, sabiéndose la odiosidad y la ira ideológica existente en la izquierda opositora y entre el estudiantado extremista hacia la ministra Marcela Cubillos. Desde su designación hasta la fecha, uno de los objetivos centrales de la oposición es sacarla de su cargo, y ello con una carga adicional por el carácter firme, contestatario y valiente de la ministra, todo un ejemplo de valor en un Gobierno tembloroso.
Existen fundadas expectativas en la futura elaboración de una prueba de selección acorde a los tiempos y a los temas que, realistamente, debe medir, pero que nadie tenga dudas de que, a partir de ahora mismo, la izquierda le pondrá todo más cuesta arriba a la ministra, a quien, con especial entusiasmo, le niegan la sal y el agua en cuanta idea presenta.