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URUGUAY, OTRO QUE SE LIBERA DE LA IZQUIERDA


VOXPRESS.Cl.- El intento de derrocamiento del Gobierno, el atentado a la democracia y los descomunales coletazos de un vandalismo mal atribuido a pandilleros narcotraficantes, se constituyeron en árboles que no dejan ver el bosque.

En medio de la batahola política causada por el extremismo, se produjeron dos hechos convenientemente aminorados por resultar negativos para la izquierda. La simultaneidad de los mal llamados ‘estallidos sociales’ en Argentina, Ecuador, Chile, Colombia y, recientemente, en Perú -con una evasión masiva estudiantil en el Metro limeño-, obedecen a un patrón decidido, planificado y organizado por el Foro de Sao Paulo en su reunión en Caracas. Esto, por una razón que para la izquierda es un martirio: el nuevo orden político producido en Norte, Centro y Sur América, quedaron sólo cuatro países ‘rojos’: México, Nicaragua, Venezuela y Argentina.

Fue un mazazo para el socialismo internacional la pérdida de Brasil, peor todavía quedando en manos de un derechista duro a quien no le tiembla la mano. Antes había perdido a Chile y a Ecuador.

Frente a una realidad tan contundente como reveladora, la izquierda americana, guiada por la ‘luz chavista’ y la ‘cooperación castrista’ ideó un atajo para recuperar el poder, ante la angustiante convicción de que no puede hacerlo por la vía del voto, a excepción de Argentina, todo un fenómeno digno de estudio: derrocar a los Gobiernos centroderechistas mediante la argucia de demandas sociales, como si éstas se tratasen de algo actual y novedoso en un subcontinente mayoritaria e históricamente empobrecido.

En pleno embate para derribar la democracia en Chile, se le cayó su tramposo concepto de socialismo en Bolivia, en virtud de que su exponente Evo Morales batió record de corrupciones para aferrarse al poder ante el progresivo aumento del rechazo popular a su persona.

La izquierda incrustada en los medios de comunicación se encargó de que no se difundieran en toda su magnitud las dos acusaciones en contra de este odioso personaje, hoy refugiado en México: denunciado por el Estado boliviano ante la CIDH de la OEA por violación a los derechos humanos y llevado a la CIJ de La Haya por crímenes de lesa humanidad cometidos en contra de su propio pueblo.

Después de 14 años de arbitrario abuso y de caminar por la cornisa de la democracia, Bolivia es hoy un hervidero anti-izquierdista.

También en medio de la insurrección en Chile, se produjo otro hecho que impactó directamente en el corazón de la izquierda: tras 15 años en el poder fue derrotado el Frente Amplio en Uruguay en elecciones libres, y asumirá el poder el centroderechista Luis Lacalle Pou. El frenteamplismo en ese país tuvo un origen similar al de Chile: una montonera de movimientos extremistas de las más variadas sensibilidades unidos para hacer frente al duopolio político, en este caso, al de los partidos Colorado y Nacional.

El FA uruguayo tuvo como plataforma a un grupo extremista, Tupamaros, y uno de sus guerrilleros, José ‘Pepe’ Mujica fue primero ministro de Agricultura y Ganadería y, luego, Presidente de la República. Una vez que fueron derrotados, dichos subversivos se desparramaron por el mundo, aceptando el ofrecimiento de cargos internacionales en diferentes oficinas de la ONU, ello en premio y reconocimiento a “su resistencia”. Sus colegas chilenos del FPMR, en cambio, se dedicaron al oficio de los secuestros.

La fundación del FA uruguayo en 1971 y la crisis económica más dura de la historia en Uruguay (2002) llevaron a la coalición frenteamplista al poder con el médico Tabaré Vásquez en dos oportunidades y José Mujica en una. Cualquier buen observador de la realidad política chilena puede deducir que el de allá y el de acá enfrentan los mismos reparos: su incapacidad de gobernar. Ello se traduce, básicamente, en que privilegian el libertinaje en los derechos individuales por sobre una concepción de bienestar colectiva.

EL FA de Tabaré Vásquez y José Mujica se abocaron a ‘liberalizar’ la sociedad uruguaya con la aprobación de leyes que pusieron a la mujer en lo más alto, otorgándoles el beneficio del aborto libre, y con la ley de matrimonio igualitario -entre personas del mismo sexo. Posteriormente, Mujica adquirió notoriedad internacional, al permitir el libre expendio de marihuana en las farmacias, pero ello detonó uno de los más severos conflictos sociales en el país y que terminaron por perjudicar su opción electoral: la ola de violencia, al punto que Uruguay se transformó en la nación del cono sur con el mayor promedio de femicidios.

Paralelamente a ello, fruto de una inexperiencia en el manejo del Estado, quebró la única y más antigua aerolínea del país, PLUNA, y se incrementó la corrupción en la administración pública, al punto que provocó la caída por “malos manejos” –estafa- de Raúl Sendic, que iba a ser el candidato frentista en esta última elección, hijo de quien fuera líder e ícono de los Tupamaros. La corrupción, el más fuerte atractivo de la izquierda internacional, obligó al nuevo Presidente Lacalle Pou a iniciar su mandato, el 1 de marzo, con una auditoría internacional a la administración pública de su país, partiendo por el Banco de la República, desde donde se perdieron varios millones de dólares, siguiendo después por la empresa petrolera estatal.

Ya mismo anunció que su país abandona el Pacto de Montevideo, agrupación creada por Rusia, México y el Frente Amplio uruguayo para defender la permanencia en el poder del dictador venezolano Nicolás Maduro.

El frenteamplismo uruguayo se derrumbó por su ausencia de visión de Estado, un síntoma semejante al que presenta su símil chileno que carece de un itinerario para, algún día, ser Gobierno. Consciente de hallarse lejos de dicha opción es que parte mayoritaria de su componente se comprometió a ‘intervenir’ el proyecto de nueva Constitución para estampar en ella todo lo que no ha podido implantar vía leyes. Su propósito es amarrar su ideario libertino e ideológico a la Carta Fundamental, para condicionar a todo Gobierno futuro, sometiéndolo y aprisionándolo jurídicamente.

Aquí radica la importancia clave y trascendental para el futuro del país de expresar un rotundo NO al manejo arbitrario que ya está haciendo la izquierda, y la más dura, de esta mal maquillada participación ciudadana.

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