LA JUVENTUD VANDÁLICA ES EFECTO DE SU ADOCTRINAMIENTO

VOXPRESS.CL.- La unanimidad de organizaciones dedicadas al estudio de comportamientos sociales ha concluido que el 70% de quienes participan en marchas y manifestaciones políticas corresponde al rango etario ‘joven’, esto es, individuos de entre 16 y 20 años. Dentro de este segmento distinguen dos tipos de componentes: quienes poseen una “naturaleza violenta” dada su formación y quienes fueron adoctrinados ideológicamente en sus etapas educativas.
El primer grupo, denominado “violento por naturaleza”, lo componen jóvenes que desde niños sólo han convivido con un ambiente de violencia: en su casa, en la escuela, en el barrio y en el diario vivir. Un ejemplo muy a la mano de este tipo lo constituyen los encapuchados, editores de su propio manual de operaciones, a la venta en el mercado ambulante callejero. Se concentran en los escolares ‘molotovistas’ que queman lo que hallan cerca, incluso a sus propios profesores, e incendian y destruyen la propiedad ajena: hicieron añicos las ciudades y el Metro.
Expresan una concepción ideológica que no necesariamente encaja en alguna de las corrientes extremistas conocidas, sino son ‘anti-todo’, producto de una incontenible rebeldía contra el mundo por falta de cariño desde temprana edad. Desprecian la institucionalidad porque ésta les impone reglas por las cuales regirse, siendo que sus vidas han carecido de normas. Al carecer de valores formativos son indiferentes a lo que se les trata de inculcar, y por ello no trepidan en mancillar estatuas de venerados héroes de la Patria.
Los investigadores advierten que “se distinguen perfectamente” del lumpen, y de pandillas narcotraficantes, de tal modo que sus participaciones no pueden excluirse de la ola de saqueos. Ellos “hacen carrera” en sus propias poblaciones y se titulan en los liceos con un accionar tan demoledor que, en los casos del Instituto Nacional, y del INBA, obligaron a cerrar con mucha anticipación el año escolar.
El otro componente de las protestas políticas lo conforman –a cara descubierta- los escolares y universitarios adoctrinados ideológicamente. Según los analistas, tienen una preparación común, pero por distintas vías: los menos, lo son en los centros juveniles de los partidos políticos y la mayor proporción asimila la orientación fijada por sus profesores en las aulas durante las horas de clases.
Un hecho que sorprendió a gente con poca percepción de la realidad es que en las manifestaciones tras el Golpe extremista, salió a gritar en favor de la renuncia del Presidente un número importante de muchachos fácilmente identificables de clase media alta, y de colegios y universidades privadas. Ello no puede causar extrañeza, ya que la antigua penetración izquierdista en el magisterio, en la década de los 60, se traspasó en gran volumen a la educación particular a partir de los 90.
El profesorado extremista, acuñado en un Instituto Pedagógico ‘tomado’ por el PC y, luego, por el MIR, ha incrementado su misión de adoctrinamiento en las aulas. Su objetivo se hace más fácil y directo por el natural vínculo de dependencia del alumno hacia su educador: la voz del maestro se da por cierta. ¡Pobre de quien disienta!
Esta instrucción ideológica combinada con las materias del ramo respectivo, comenzó en los 60 en dos conocidos colegios de congregaciones religiosas. Pero fue después del régimen militar cuando la mentalización política en las aulas se masificó. En un colegio particular de Vitacura, propiedad de particulares afines al catolicismo, el docente de Religión es, hasta la fecha, el más dinámico en pasar gatos por liebres a sus alumnos.
En otro colegio del sector oriente de la capital, desde hace 10 años a la fecha, las graduaciones de Cuartos Medios se han ido politizando, al extremo de que los tradicionales discursos de despedidas son, ahora, arengas políticas y defensas corporativas de sus profesores por bajos salarios. En otro establecimiento, también privado, se decidió quitar de los patios el gran número de carteles con alusiones ideológicas “para evitar arbitrariedades”: todas apuntaban a la renuncia del Presidente.
Varios de los colegios consignados en los informes de las entidades responsables de estos análisis coinciden en un dato crucial: ninguno de ellos se halla entre los mejores 50 de rendimiento de la PSU. La conclusión es tan trágica como deplorable: los profesores subordinan una enseñanza de calidad -para la cual carecen de competencias- a la sobreexposición de sus propios intereses políticos.
Si ello se da con absoluta libertad e indiferencia de los controladores en la educación privada, es de imaginar cuál es la realidad en la enseñanza pública. En los liceos municipalizados como el Instituto Nacional, el Barros Borgoño, el Confederación Suiza, el Darío Salas, el INBA, el Carmela Carvajal, y otros emblemáticos como éstos, sus profesores respaldan las paralizaciones, tomas y acciones violentas de sus alumnos, porque, aseguran, se sienten interpretados.
Lo gravísimo de este repudiable escenario es que la mentalización se está produciendo, ahora, en los niveles más primarios, incluso en jardines infantiles. Una ‘tía' parvularia del sur del Gran Santiago enseñó a sus prescolares dos estribillos: “el pueblo unido jamás será vencido” y “la izquierda unida, jamás será vencida”.
Una visitadora social, en el marco de una charla organizada por la Compañía de Jesús, reveló que a los alumnos de básica de las escuelas de la población Los Nogales (Estación Central) les organizan paseos de curso a Las Condes, La Dehesa y Vitacura para que “conozcan el otro Chile, donde viven los ricos y donde no pueden acceder ellos”. Así, de un modo tan diabólicamente didáctico, el magisterio fomenta a muy temprana edad el odio de chilenos contra chilenos.
La última ‘joyita´ de esta pedagogía del adoctrinamiento ideológico se está planificando desde ya para ponerla en práctica a partir de marzo próximo: los colegios alistan sus metodologías para “enseñar y fomentar el pensamiento crítico” sobre la brutal crisis política de la cual el país aún no puede salir. Llega a ser caricaturesco que no habiéndose concluido de modo regular el año escolar, con establecimientos en toma, con los profesores siguiendo el ritmo golpista de su Colegio Nacional –ocho de sus diez dirigentes son militantes de la izquierda dura- y sin certeza alguna de calendarización y, mucho menos, de nuevos curriculos, la única certeza a la fecha es que, sí o sí, los estudiantes tendrán que aprender “los contenidos” de la insurrección extremista del 18 de octubre.
Seguramente, la disfrazarán con cualquiera denominación, pero ello no será más que un refuerzo para el descarado adoctrinamiento ideológico a los escolares chilenos, lo que le aventura al país un muy oscuro e incierto futuro.
Al Chile del mañana hay que dejarle mejores hijos y no robots propagandísticos de la causa más devastadora conocida por la humanidad.