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EL MITO DE LA ‘EDUCACIÓN DE CALIDAD’


VOXPRESS.CL.- Uno de los grandes responsables de que el país se halle cada vez más propenso a tambalearse, es la progresiva abstinencia de autoridad en quienes constitucionalmente están mandatados para ejercerla. Ha sido esta crisis de falta de mando la culpable de que, cognitivamente, Chile se está ‘atontonando’ con una velocidad que se contrapone a la lentitud de su desarrollo y progreso.

No pocos filósofos griegos afirmaron con energía que la piedra piramidal de la evolución humana es la educación. Platón propone en La República que sólo durante cinco años –en el llamado gineceo–, los niños deben estar a cargo de sus padres, y que después deben pasar a manos de los paidagogoi, o sea, los pedagogos o maestros. El discípulo de Sócrates reflexiona que “cualquier hombre es capaz de tener hijos, pero no cualquiera es capaz de educarlos”. Por ello sugería que debían ir a institutos especiales donde se les educase.

El ser instruido es el primer oficio, que sin saberlo, ejerce todo ser humano desde su precocidad, y, así como su personalidad dependerá del cariño que reciba desde la cuna en adelante, su absorción de conocimientos será decidida por la calidad de los contenidos que, también desde un inicio, le entreguen sus ‘maestros’, como los define Platón.

A comienzos del siglo XX, el 90% de la población chilera era analfabeta. Al terminar dicho milenio, el país se había ganado la fama de tener a los más destacados intelectuales pensadores y escritores de Latinoamérica, a dos Premios Nobel de Literatura, dos universidades de prestigio mundial y haber sido imitado su modelo de educación por varias naciones de la región. Hoy, a comienzos del siglo XXI, el nivel escolar está entre los peores de la OCDE.

Este fulminante deterioro se debe, básicamente, al “dejar hacer” por parte de las autoridades sectoriales y nacionales, lo que en cosa de tres o cuatro décadas degeneró en un estado de postración que involucra por igual a profesores y estudiantes. El colapso partió porque las pedagogías se transformaron en receptáculo de quienes, frustrados y rabiosos, no quedaron en las carreras de su agrado, generando con ello la peor de las características de un educador: ausencia total de vocación. A ello se le sumó la indiferencia absoluta ante la penetración del comunismo en las pedagogías, permitiendo la mentalización de los futuros profesionales por sobre la transmisión de conocimientos. Ello, automática y prontamente, derivó en una precaria enseñanza, porque ésta pasó a ser secundaria respecto a la prioridad por la ideologización.

Este “dejar hacer” en la formación –más bien deformación- pedagógica tuvo como consecuencia el “dejar hacer” a los alumnos, quienes, fruto del lavado cerebral del que fueron objeto, dejaron de ser aprendices para transformarse en protagonistas de la educación, pero no precisamente en defensa del conocimiento. El gran porcentaje de las hordas que destruyeron ciudades e inmovilizaron el transporte público fue de escolares.

Acosados por el vandalismo, por la renuencia de asistir a clases y por las tomas de sus liceos, los sostenedores debieron decretar el cierre del año escolar con las materias pasadas sólo hasta mediados de octubre. A ello hay que agregar los innumerables vacíos en la adquisición de (supuestos) conocimientos originados por las tomas y paralizaciones. En 1961, el entonces Presidente Jorge Alessandri obligó al magisterio a recuperar sus clases hasta fines de enero del año siguiente a raíz de una larga huelga: el entonces bachillerato, hoy PSU, se rindió en febrero de 1962, Hoy ninguna autoridad tiene el coraje de hacerlos cumplir el programa y el tiempo de trabajo derrochado en virtud de su solidaridad ideológica.

El presidente del Colegio de Profesores, Mario Aguilar (Frente Amplio), puntal del colectivo Unidad Social que exige la renuncia del Presidente, en cada marcha que encabeza pide “educación de calidad”, lema que se lo transmite a los estudiantes extremistas y que, ahora, va y viene con motivo del proceso constituyente.

La educación de calidad dejó de existir por la extinción de las Escuelas Normales, por la intromisión comunista en las pedagogías y por la sobre abundancia de estas carreras impartidas hasta por las más precarias entidades.

Dos hechos recientes avalan esta negra realidad: el mal resultado de estudiantes de Media en la prueba internacional PISA y el impresionante aumento de deserción universitaria en primer año por parte de beneficiarios de la gratuidad. La deficitaria instrucción escolar les superar materias más complejas.

Los escolares chilenos cada vez adquieren menos conocimientos, y ello por las deficitarias deficiencias de sus supuestos instructores. De ello da prueba su rendimiento en la PISA, organizada por la Agencia Internacional de Calidad.

Esta medición se aplicó a jóvenes de 15 años en computador, en la que, "a través de un chat donde aparecen preguntas, ideas y opiniones, debían ponerse de acuerdo con otras personas virtuales en pos de resolver una situación problemática". El estudiante participa del chat, eligiendo una alternativa de respuesta entre una serie de opciones, y al responder, se abren acciones en la pantalla, recibiendo respuestas y comentarios. En el examen participaron más de 50 países y Chile estuvo bajo el promedio de la OCDE (500).

Este resultado no constituye novedad, ya que el balance ha sido similar en los últimos años, lo que se considera un “estancamiento”, y ello por razones demasiado evidentes.

Lo que resulta catastrófico para el discurso de la utópica calidad, es el impacto de la mala preparación que les entrega la Educación Media a los alumnos que acceden a la universidad gracias al beneficio de la gratuidad. En 2018, al final del año, fueron 7 mil alumnos los que la perdieron por repitencia, pero en este, ya en el primer semestre, habían desertado 17 mil, de los cuales 10 mil abandonaron definitivamente los estudios, en tanto el resto recurrió al sostén solidario.

Meses atrás, la prueba SIMCE demostró que alumnos de quinto básico son incapaces de asociar letras y pronunciar palabras, en tanto se han detectado en octavo a estudiantes que aún no saben leer.

Estos resultados reflejan la gravitante incidencia del magisterio en el deterioro de los conocimientos y habilidades de los estudiantes. Esta patética realidad no se resuelve, como anunció una votante del futuro plebiscito constituyente, sacando de los colegios para ricos a los buenos profesores y llevarlos a las escuelas de los pobres… El desastre educacional que vive el país es, derechamente, exclusiva obra de la ideologización de las pedagogías, de la mala formación de los profesores y de la pérdida definitiva del antiguo y sabio concepto de aprendizaje por parte de los estudiantes.

Los pedagogos no quieren ni saben enseñar y los alumnos no están dispuestos a recibir conocimientos. Un resultado terrorífico para el futuro de un país que, cada vez menos, puede confiar en una juventud que, en breve, debe hacerse cargo de él.

La Agencia de Calidad de la Educación destacó, no obstante, que en nuestro país "el 42 por ciento de los estudiantes de 15 años tiene resultados que lo ubican bajo el nivel 2, lo que significa que son estudiantes que muestran graves deficiencias.

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