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CHILE, UNA DEMOCRACIA EXTRATERRESTRE


VOXPRESS.CL.- De acuerdo a los propósitos de quienes idearon y ejecutaron la asonada para acabar con la democracia en el país, ésta no es una auténtica democracia. Siempre han querido, y ahora estuvieron a punto de conseguirlo, imponer en Chile un régimen que ellos entienden como “representativo del pueblo”, pero que resulta ser la antítesis.

Por estos días, uno de los temas recurrentes de la conversación cotidiana es la Constitución y “la ineludible necesidad de cambiarla”, arrebato dogmático que hasta les resultó imposible de concretar al pasado Gobierno socialista.

De realizarse una consulta popular, preguntando al entrevistado acaso ha leído la Constitución Política del Estado de Chile, sin temor a equivocación podemos aventurar que ni el 1% de la población lo ha hecho, y menos desde que se eliminó de los programas de enseñanza Media el ramo de Educación Cívica. La población es absolutamente ignorante en esta materia y, por lo mismo, muy fácil de embaucar.

Quienes organizan ‘conversatorios populares’ intentan convencer a los incautos de que la actual Constitución no es democrática, porque no fue elaborada por “la gente”... La que hoy rige en Chile les asegura y garantiza a todos por igual sus libertades personales, y en cuanto al Estado, al definir su estructura, establece de modo categórico que está al servicio de los ciudadanos.

Este punto es extremadamente decisivo para distinguir una Constitución democrática, como la chilena, con la que quieren imponer el PC, el PS y el Frente Amplio, en la cual “las personas están al servicio del Estado”. Ésta es la plataforma en que se sostiene el socialismo internacional y que impera en las naciones aún subyugadas por el comunismo.

Al regularlo todo, el Estado es dueño de todo, incluso de la vida de las personas, a las que les impone un sistema sin ninguna libertad individual. Es en los regímenes comunistas donde, únicamente, la igualdad es posible: todos son parejamente pobres, menos las cúpulas del partido y la alta oficialidad militar.

Quienes, aprovechándose de esta sublevación, se han dedicado a mentirle a la población, evitan hacer público que el sueldo mínimo en Cuba es de $12.500 chilenos. Sus habitantes se alimentan (?) mediante una tarjeta de racionamiento, que les permite exiguas cuotas a la semana, pero siempre y cuando hayan firmado los registros del PC. No existe el almacén de la esquina y ni pensar en la elección de algún producto de consumo.

Es a esa abominable democracia a la que quieren llevar a Chile los autores del reciente y fallido Golpe político. Todavía afectados por la impotencia de no haber podido imponer la suya en un Gobierno propio, urdieron esta asonada en un acto de desesperación.

En la ‘democracia’ comunista de Cuba, los hermanos Fidel y Raúl Castro fusilaron con sus manos a ex compañeros guerrilleros que tuvieron la osadía de pensar distinto a ellos, y quienes no sintonizan con el marxismo debieron huir, morir en el paredón o pasar años en la cárcel.

Más recientemente, quienes en Venezuela intentaron derrocar al criminal dictador Nicolás Maduro, fueron muertos a tiros, tuvieron que escapar o están presos. Disgustado porque emitió opiniones diferentes a las suyas, el tirano coreano Kim Jong-un entregó a su tío a una jauría de perros salvajes para que lo despedazaran.

En nuestra democracia, en cambio, ésta que hay que sustituirla por injusta, los comunistas, frentistas y socialistas viven, incluso, con más relajo que el resto de la población, porque cuentan con la solidaridad de la Justicia y con el permanente apoyo de sus camaradas de las organizaciones locales y extranjeras de derechos humanos. El menor roce en un brazo de alguno de ellos es denunciado como tortura y el periodismo goza denunciándolo como tal.

Dirigentes y militantes “históricos” de la izquierda viven con gran confort y bienestar, utilizan varios teléfonos móviles pagados por el Fisco y tripulan autos de alto costo. Se aferran al dinero hasta con desesperación, lo que se reflejó con su negativa a disminuir el número de legisladores. Habría que escarbar mucho para encontrar a un comunista que subsista acorde a su pensamiento anti-capitalista y anti-mercantilista. Gladys Marín debe haber sido la última.

Así es la democracia chilena, a la cual le quieren cambiar su Constitución para adecuarla a lo que se usa en los pocos regímenes comunistas que van quedando en el mundo. No es fácil entenderla y, más todavía, en las actuales circunstancias, en que el país no puede recuperar su normalidad porque los subversivos golpistas continúan dominando el escenario y vulnerando las libertades de los demás. Es tan discrecional, que les permite, incluso, avisar qué lugar van a atacar.

Hay que ser demasiado imbécil para aceptar que se la reemplace por otra en que desaparecen para siempre de la faz de la Tierra quienes intentan protestar en la vía pública. Por algo, los hongkoneses exponen sus vidas para no ser forzados a integrarse al totalitarismo comunista chino.

Nuestra democracia es tan increíblemente magnánima, que son los propios subversivos quienes llevan a los agentes ONU de la Alta Comisionada hasta la Posta Central para que vean y entrevisten a “las víctimas” de los torturadores carabineros. Llega a ser alucinante que los golpistas continúen exhibiéndose en el Congreso Nacional, como si nada.

Ésta es nuestra democracia, la que ha llegado a tener ribetes casi extraterrestres en estas últimas semanas. Pese a la abundancia de testimonios y videos, la Justicia apenas tiene a cinco individuos en prisión preventiva acusados de “destrucción y robo”, sin embargo no se conoce una sola acción -¡una sola!- destinada a dejar al descubierto a los autores y responsables políticos de la insurrección que -cuento aparte- le ha significado al erario nacional y a la población inocente pérdidas por más de US$ 1.500 millones.

Fuera el nuestro un régimen comunista, los insurrectos no se pasearían sin pudor por las calles cual inocentes palomas, ni menos disfrutarían de la libertad de votar por quien quieran. Sin embargo, los chilenos somos tan especiales, que vemos casi con indiferencia cómo los usurpadores de nuestra democracia continúan incólumes en las calles y en los cabildos, pregonando la extensión de la anormalidad en perjuicio de una incontrastable mayoría que, por años, ha vivido al amparo de nuestra democracia, muy bien descrita en la Constitución actual.

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