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LOS BUENOS, LOS MALOS Y LOS OTROS EN LA INSURRECCIÓN DEL 18/OC


VOXPRESS.CL.- Tras la insurrección flash del 18/OC, se difundió con profusión un video proveniente de la TV oficial de la dictadura socialista de Nicolás Maduro, en que éste, en medio de gritos de victoria popular” de su séquito, reconoció ante el mundo que fue en la Cumbre del Foro de Sao Paulo, realizada en Caracas, donde se incubaron las fulminantes sublevaciones en Argentina, Colombia y Ecuador. Dijo: “se cumplió a la perfección, y más allá de lo planificado, lo que acordamos”.

Esta aseveración suya ratifica lo que acá en Chile se sabía, y se temía, más todavía conociéndose de la presencia en ese encuentro de diputados del PC, del Frente Amplio, del apátrida senador Navarro y de movimientos de la neoizquierda y del anarquismo que hoy pululan en liceos y universidades.

El satánico plan de subversión fue ratificado por el vicepresidente venezolano, Diosdado Cabello, un narcotraficante con orden de captura internacional, quien aseveró que “era hora de que los pueblos le dijeran basta al neoliberalismo”-

Las autoridades chilenas estaban debidamente al tanto de este peligro, luego de haber ordenado la salida del país de varios agentes secretos de Maduro. Además, había que extremar las precauciones en un mes, como octubre, con tantas añoranzas para el bolcheviquismo.

Sabe el mundo, y naturalmente la OEA y la ONU, que en la cúpula venezolana, tanto política como militar, existen asesores y supervisores de Cuba y Rusia, esta última, dirigida por un ex oficial de la KGB, el estereotipo del terrorismo de Estado. Este cúmulo de antecedentes deja al desnudo la absoluta cojera de los servicios de inteligencia del Gobierno, los que, simplemente, parecen no existir. Cuando se está al tanto de amenazas a la seguridad y de grave alteración del orden público es cuando más olfato político se requiere. Días antes de la rebeldía extremista, el Presidente Piñera, en un encuentro con su colega peruano, se jactaba de que Chile era una excepción en Sudamérica en cuanto a países con conflictos. O sea, cero información de lo que se venía..

Los episodios de crispación van nutriéndose de energía con anticipación, y se requiere de táctica para medir sus estados de evolución. Por mucha incidencia que tenga en las economías mundiales la guerra comercial, ésta no puede transformarse en una cantinela utilizada como calmante para los problemas cotidianos de la gente. El discurso de “estamos con los más necesitados” fue, y es, poco creíble, proviniendo de quien proviene.

Las apreturas de la población eran, y son, tremendamente sensibles por sus dificultades para responder, incluso, a los gastos de los servicios básicos, y, como nunca en el país, existe un consenso sobre la precariedad salarial.

Cuando se enfrentan situaciones como éstas, es imprescindible bajar del Olimpo y poner los pies sobre la tierra, con énfasis en la gente y no, exclusivamente, en lo beneficioso que resulta proyectar al país con la realización de dos grandes Cumbres, la APEC y la COP25. La gente que no llega a fin de mes con sus ingresos, no tiene idea de qué se tratan, y a la población en general poco o nada les importan.

Quienes hacen sacrificios para vivir el día a día constituyen la mayoría del país, y el Estado debe privilegiar sus recursos en auxilio de ellos, para aliviar el incremento en servicios básicos. Es clave que las autoridades velen por el equilibrio de la economía, pero tanto celo lleva a que un estallido en otros sectores, a su vez desatendidos, termine agravándola.

Esta insurrección, ya dicho, ayudada por la desatención del Gobierno a su incubación, le causará al Fisco pérdidas tan increíbles como impensadas –US$800 millones sólo para recuperar al Metro-, al margen de los cargos al cliente que hará el comerció por los cuantiosos daños a causa de los saqueos. Los perjuicios por la sublevación provocarán, al menos, un punto menos de crecimiento mensual e impactará adversamente en un 0.2 en el anual.

El chileno es tremendamente noble, y así lo demostró al lunes siguiente de la insurrección, cuando no se aprovechó del caos e igual salió a trabajar en los medios que encontró, o gentilmente, le pusieron a su alcance, e incluso caminando más que nunca. Es a este pueblo víctima de compatriotas de la peor calaña, al que hay que hacerle guiños y actuar políticamente correcto con él. No fue éste el que se sublevó, evadió el pasaje del Metro, destruyó sus instalaciones, quemó convoyes y estaciones. Aunque golpeados sus bolsillos por el alza, lo estaba utilizando.

La inusitada violencia que sufrió Chile fue, exclusivamente, de índole política, y es una falacia maquillarla como una reacción popular. Está dicho y repetido: la insurrección fue orquestada y planificada por el socialismo internacional, convocado por el dictador Maduro en Venezuela. Este tipo de operación política destinado a causar el caos y el trastornar de la normalidad ciudadana, trae como consecuencia la acción delictual, siempre dispuesta a aprovecharse de estas oportunidades.

La nobleza del ciudadano honesto quedó en evidencia con la organizada defensa personal de sus viviendas ante la amenaza de los hampones, y llegaron a ser conmovedores los testimonios de vecinos defendiendo centros de abastecimientos comunitarios o apagando incendios a comercios que les son de utilidad diaria.

Ésa es la estirpe de la gente que el Gobierno debe necesariamente cuidar y proteger, ayudándola a salir adelante y a superar sus trances agudizados por una severa crisis económica, que la impacta muchísimo más que a otros, como a esos políticos extremistas que, desde su bien amado balcón, se dieron el gusto de disfrutar de una insurrección que sólo tuvo el ‘beneficio’ de trastornar la vida de millones, de dejar sin sus bienes a centenares, de terminar con los empleo de otros tantos y de perjudicar a quienes falsamente dicen representar.

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