EL COBARDE GARROTE DEL EXTREMISMO UNIVERSITARIO

VOXPRESS.CL.- Su nombre es Polette Vega, alumna de cuarto año de Trabajo Social en la Universidad de Chile. En julio pasado, un grupo de compañeros encapuchados, la golpeó brutalmente, debiendo hacer uso de licencia médica para un tratamiento psicológico hasta el segundo semestre. Al volver a clases, a fines de septiembre, una pandilla de extremistas detuvo la exposición del profesor para exigirle a ella que se fuera de la sala, lanzándole, incluso, una botella llena de agua. Impotente, sufrió un ataque de llanto.
Tanto odio y discriminación de sus compañeros hacia Polette Vega se debe a que es la secretaria del Centro de Derecha Universitaria (CDU) y había anunciado que será candidata a la presidencia de la FECH, “precisamente para luchar contra la violencia universitaria”.
Otras alumnas del mismo curso la insultaron y le gritaron “si no te vas tú, nos vamos nosotras”, abandonando el lugar. Con gran soberbia y prepotencia desafiaron al profesor que dictaba la clase que se pronunciara respecto a si debía o no estar Polette en el aula, a lo que respondió que si la obligaban a salir, él renunciaría a la universidad.
Según la joven acosada, la mayoría de los académicos no habría actuado como lo hizo circunstancialmente dicho profesor, “ya que son muy sesgados ideológicamente y penetran fuerte en chiquillos que recién vienen saliendo del colegio”.
Polette, al revés de su reacción ante la primera agresión, esta vez hizo la denuncia y -era que no- la Universidad convocó a una comisión de decanos…¡y estudiantes! para que un episodio así no vuelva a suceder.
Una autoridad del Campus Gómez Millas, escenario de tan brutal arbitrariedad, explicó que “existen protocolos sobre la materia, pero como fueron elaborados por los alumnos, ellos son quienes deben pronunciarse”…En el colmo de la discriminación, la universidad -¡Universidad de Chile!- le ofreció a Polette un programa independiente de “estudios paralelos”, es decir, que no fuera más a clases y las materias se las procuraban por otra vía.
Esta incalificable oferta es una aberración que traiciona al espíritu de mínima convivencia universitaria, pues no se traduce en una ayuda adicional a la alumna perjudicada, sino es dejarle el campo despejado a los odiosos e insaciables extremistas que cada vez, y con gran celeridad, ganan espacios en la educación chilena en general.
Es de conocimiento general que dicho campus de la “U” es un nido y criadero de extremistas y anarquistas, de tal modo que es una candidez presumir que los sumarios para “descubrir a los culpables” de tan arteros ataques -aunque todos los conocen- tendrán algún destino. De ocurrir ello, la autoridad sería superada por la violencia y la rebelión del ‘estudiantado’. Hoy, una postergación de clases o cambio de horario son respondidos con una negativa acompañada de una ‘movilización’.
Esta descomunal arbitrariedad en contra de Polette Vega es un atropello a la Constitución, porque los alumnos extremistas y la propia universidad vulneraron la libertad de educación. Tanto estudiantes como autoridades académicas tendrían que ser denunciadas al TC -aunque se moleste la Corte Suprema-, y lo amerita concurrir, además, a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, siempre tan presta para acoger hasta el más mínimo reclamo de la izquierda.
Era tal el pavor de Pollete tras el implacable ataque de los encapuchados, en julio, que decidió volver a clases llegando atrasada para no ser interceptada violentamente en los pasillos. Así lo hizo, pero apenas ingresó a la sala fue descubierta, e igual se le atacó físicamente, calificada de “cerda fascista” e instada a salir a punta de insultos, “porque eres un peligro para la democracia”.
La Universidad de Chile no le ha dado una sola explicación al país acerca de las razones por las cuales permite este tipo de segregación política al interior de sus aulas. No lo hará, porque en la Rectoría y en toda la escala de autoridades -decanatos y jefaturas de carreras- prevalece la misma ideología de quienes, siendo sólo alumnos, actúan como dueños del plantel, golpean insultan a quienes no comparten su utopía ideológica.
Frente a la ficción de que lo ocurrido hubiese sido al revés, con un extremista atacado, humillado y segregado, las protestas a piedrazos y con bombas, las marchas y las querellas hubiesen sido una realidad en cuestión de horas, y las solicitudes de renuncias al rector y decano se habrían cursado en el acto. Es más, las Comisiones de Educación del Congreso hubiesen citado a la víctima para escuchar su testimonio. Nada, absolutamente nada, de eso ha acontecido ni acontecerá.
Quizás, lo más desalentador de todo es que siendo Polette Vega una corajuda adherente a la derecha en medio de una selva extremista, ninguna instancia estudiantil, ni menos adulta, afín a su sensibilidad, levantó su voz para manifestarse en su favor. Así, sin acción ni reacción, es como la derecha le ha ido dejando la cancha libre a estos noveles gangsters del extremismo.