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LAS DICTADURAS DE ALLENDE Y MADURO


VOXPRESS.CL.- Con motivo de conmemorarse un aniversario del Golpe Militar de 1973, el 11 de septiembre del mes pasado, un grupo de compatriotas financió una millonaria inserción en un periódico capitalino para ensalzar la intervención castrense de hace 46 años, poniendo énfasis en que de no haber ocurrido, Chile estaría hoy igual que Venezuela.

La reacción de la izquierda local fue inmediata, primero, condenando la alabanza al régimen militar y, segundo, rechazando el agravio a la “democracia” venezolana, “acosada por el imperialismo de Donald Trump”.

La más indignada de las respuestas a dicha inserción fue de dirigentes de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, un hervidero de comunistas que desde 1990 no han cesado en perseguir, cazar y lograr la encarcelación de decenas de militares en retiro y activos, pese a la prescripción. Ésta, la Justicia la aplica invariablemente a los políticos de izquierda acusados de corrupción.

Dicha agrupación apeló a la ley para exigir al periódico el derecho a réplica, el cual, sin rédito alguno, debió publicar la panfletaria aclaración, o desmentido, en que el comunismo asegura que “no se pueden comparar las condiciones existentes en Chile” antes del Golpe con la actual situación en Venezuela.

Resulta muy decidor que la única agrupación que exigió al periódico el derecho a réplica no existía durante la Unidad Popular, que es, precisamente, el período de ocurrencia de los tenebrosos hechos que detonaron la intervención de los militares. Esto demuestra, una vez más, que los autores y protagonistas de la desastrosa ‘vía chilena al socialismo’ la ignoran y la omiten adrede, en la certeza de sentirse responsables de causar el Golpe. La historia nacional reciente, escrita a la medida de los intereses de la izquierda, ha dado, da y seguirá dando nutritiva leche a las ‘víctimas’ del régimen castrense, pero recordar los mil días de la Unidad Popular les hace mal: está prohibido.

El allendismo y el madurismo son similares por la simetría en violaciones a las respectivas Constituciones de ambos Estados, y desde esa perspectiva, se concluye que ninguno de los dos fue y es un demócrata. Es de una superficialidad infinita argumentar que por el solo hecho de que tanto Salvador Allende como Nicolás Maduro fueron ungidos en una elección popular, ello es suficiente para legitimarlos.

Si un dirigente sindical es proclamado por una votación de sus asociados y después se roba el mobiliario de su oficina o acosa a trabajadoras, su cargo se deslegitima y tiene la obligación moral de renunciar. Maduro, para su reelección el 2018, borró de los registros a los partidos opositores para que no votasen y después cerró la Asamblea Nacional.

Allende, apenas asumido, desconoció la Constitución ante la cual juró, al afirmar que “no soy Presidente de todos los chilenos, sino sólo de los trabajadores”. Su arbitrariedad política fue la que indujo a la DC a obligarlo a firmar un inédito paquete de garantías de respeto a la institucionalidad: lo hizo, pero de inmediato lo desconoció.

El ex Presidente socialista no respetó las votaciones del Poder Legislativo, gobernando prácticamente a través de decretos: hizo caso omiso a los fallos de la Corte Suprema e ignoró por completo las fiscalizaciones y controles rutinarios de la Contraloría General de la República.

Vulneró hasta el cansancio el derecho a la propiedad consagrado en la Carta Magna, expropiando a personas naturales y empresarios y “chilenizando” los bienes de empresas extranjeras. Consecuencia de su totalitarismo, la Cámara de Diputados aprobó un acuerdo de declarar a su Gobierno al margen de la Constitución.

Así como Maduro entregó el mando de sus Fuerzas Armadas a oficiales rusos y cubanos, Allende propició la creación y libre operación de grupos armados –paramilitares- y atentó contra la soberanía nacional, al fomentar el ingreso de contingentes de la milicia castrista para defenderlo a él y la sustentabilidad del régimen socialista.

Utilizó maliciosamente a altos oficiales de las Fuerzas Armadas, incorporándolos como ministros de Estado, en el convencimiento de que serían compuerta para que el resto del mundo castrense no interviniese. Pero, desafiando a sus jefes comprometidos con Allende, no pudo resistirse más a los clamores de la población y a las marchas casi diarias del feminismo setentero, poco menos que rogándole que interviniera.

Si hay una gran diferencia entre Allende y Maduro es que nuestros militares se negaron a ser comprados, no como en Venezuela, donde gozan de infinitos privilegios económicos y son parte, al menos el generalato, de los dividendos del narcotráfico.

Nuestras Fuerzas Armadas se enfadaron con Allende por introducir interesadamente en la coyuntura política a los oficiales superiores y utilizar en provecho propio a los Comandantes en Jefe, lo que estaba, y está, tajantemente prohibido por la Constitución del Estado. Por el contrario, Maduro es socio de ellos en el negocio de la droga y el vicepresidente venezolano, Diosdado Cabello, tiene orden de captura internacional por haber ingresado a Estados Unidos, vía marítima, toneladas de cocaína.

Volviendo a Allende, ¿puede considerarse “democrático” a un Presidente que es adiestrado por comunistas cubanos en el uso de metralleta para usarla llegado el momento de la guerra civil incentivada por él? Así lo comprueba una foto, difundida por la misma Unidad Popular y tomada en su residencia veraniega del Cañaveral, un nombre que sugiere mucho.

Allende declaró que “somos el hermano menor de la Unión Soviética y de Cuba”, en gratitud a la ayuda que ambas dictaduras comunistas le proporcionaban. Maduro, en cambio, derrochó la inmensa riqueza de su país, entregándole el petróleo gratis a la isla comunista, hasta que, por las sanciones del mundo demócrata, sus barcos fueron impedidos de seguir abasteciéndola: hoy en La Habana, la gente se moviliza sólo a pie o en bicicleta…

Ambos estereotipos de la izquierda proclamaron como “socialistas” a sus respectivas naciones y la más clara coincidencia de ello es que violaron sistemáticamente y de modo flagrante la Constitución, con lo cual espontánea y automáticamente sepultaron lo que se considera una democracia. Para todos los efectos de la ciencia política, el no cautelar dicho sistema de convivencia social, deriva en dictadura.

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